FLAN DE HUEVO

FLAN DE HUEVO
Esto no va bien, y no me refiero a la obra. De la obra no se puede esperar otra cosa que imprevistos y chollos. Es la libreta eléctrica la que no va bien. Parece ser que, algunos, no consiguen entender el concepto.
Si digo: Estoy pensando en dejar la obra y dedicarme en cuerpo y alma a la libreta eléctrica, tener más tiempo para escribir, más tiempo para deleitaros con mis agudísimas observaciones. Más tiempo para alegraros la vida con mi fantástico sentido del humor. Más tiempo para indagar en el alma humana y mostrároslo de forma divertida, didáctica y sencilla. Más tiempo para difundir a los cuatro vientos esa filosofía de obra, humana y asequible para todos. Más tiempo para descubrir, en el día a día, lo ruin y lo admirable del ser humano.
Pues no. -¡Por favor! Sigue escribiendo, sigue indagando, sigue difundiendo, sigue alegrando, sigue deleitando, sigue descubriendo, pero, ¡no dejes la obra! Es muy divertido.
Si digo: Voy a dejar de ver la tele porque ya me aturdí bastante en tres días y no quiero seguir embotando el cerebro con tanto barro como sale por ella.
Pues no. -¡Por favor! No dejes de ver la tele. Nos encanta la tele desde ese punto de vista tuyo.
Si digo: Quiero que reine en la libreta eléctrica un ambiente cultural y educativo, una búsqueda de los humanos valores, una lucha por la victoria del criterio propio y el paisanaje, una independencia que no se someta a lo políticamente correcto y a la estupidez del rebaño.
Pues no. ¡Por favor! Haz todo eso. Sí. Pero, podrías explicarnos, antes, qué es un relé. ¿Y la tapa del delco?
A ver. ¿Dónde hablé yo de, dar desde aquí, un cursillo de mecánica?
¿No quedó claro desde el principio que la obra era un IM-PE-DI-MEN-TO para la noble función de escribidor que tanto nos gusta?
¿No dije bien claro que nunca veo la tele?
¿Cómo puedo yo, para complaceros, trabajar en la obra que tanto os gusta, seguir viendo la tele cuatro horas diarias para pasarlo al papel, impartir cursillos de mecánica, bajo pedido, y además escribir divertidas historias?
Bien, parto de la base de que soy torpe, muy torpe. No he sabido hacerme entender. No he sabido darle a la libreta ese espíritu que yo deseaba Acepto mi responsabilidad, pero no como nuestros gobernantes, que aceptan su responsabilidad pero no les cuesta un duro. No, yo la acepto de verdad. Entonces, aquí seguiré, escribiendo de la tapa del delco, del relé, de la obra, de la tele y de un montón de cosas que no me gustan. Aquí seguiré pagando, con sacrificios, mi torpeza a la hora de enfocar esta libreta. Me gustaría escribir, algún día, sobre alguna de las muchas cosas que sí me gustan. Por ejemplo: El flan de huevo. Gracias, a todos, por leerme.

EL CERO ABSOLUTO

EL CERO ABSOLUTO
Así es como me siento yo a veces, en la obra y fuera de ella, como un cero. Cada día me acerco más a la definición del cero absoluto. Últimamente, con demasiada frecuencia para mi gusto, me siento cero. ¿No lo habéis sentido vosotros alguna vez? Que hablas y no se te escucha. Que tu opinión y preferencias pasan desapercibidas a los otros, a los que te rodean, no se tienen en cuenta. Que siempre estás haciendo lo que apetece a otro, lo que se espera de ti.
La vida es cuestión de prioridades. Prioridades por todos los sitios pero ¿Cuándo las marco yo? ¿A mí, cuándo me toca?
Creo que si esto sigue así, en cualquier momento, desaparezco. Involuciono hacia mis propios adentros y me sumo a la nada que gobierna en la total falta de materia del cero. En este caso más bien me resto.
Pondré un ejemplo: Un día cualquiera, fin de semana, ya puestos a imaginar, que no sea laboral. A pesar de esto, el día se te va en conversaciones en las que nadie te escucha, en labores y faenas “obligatorias”, en prioridades. Si vas al mercado, las señoras, mucho más curtidas que tú en estos lances, te saltan el turno. En la pescadería más de lo mismo, te ignoran, no te ven, eres un mueble y apenas se te escucha hasta que alzas la voz, y entonces ya eres algo desagradable. Un cafetito, tomaremos un cafetito.-La leche muy, muy caliente por favor. Nada, ni caso, la leche fría. Si lo pides -solo templado por favor. ¡Hirviendo! Te lo dan hirviendo. ¿Es que no se me oye? Y tú empiezas a sentir esa extraña sensación de perder entidad, masa, o lo que sea que te diferencia del cero. El cero empieza a engullírsete. Pero llega por fin el anochecer, la puesta de sol maravillosa que no puedes ver, porque estás ocupado en ese momento con una prioridad en el sótano que se llama colada. Puesta de sol hay todos los días. Colada, solo los sábados. No pasa nada porque hoy tengo previsto, después de cenar, sentarme bien repanchigado en mi sofá y tragarme una película enterita, o un libro, o escuchar un disco. Es igual, lo que sea. Es una prioridad de las mías. Ya la cosa no empieza bien, porque no se cena lo que yo quiero. Hay otros gustos, otras opiniones, otras personas que tienen más poder de persuasión que yo, o son pequeñitos a los que nada cuesta complacer, o son grandes con mejor criterio que el mío, o mandan más que yo, o tienen mucho peor carácter que yo, o no se parecen tanto al cero absoluto como yo. Al final, el cero, también cena. Ahora sí, ahora toca esa pequeña prioridad, esa película que quieres ver desde hace dos meses. Bueno, todavía no. Hay que fregar. Y barrer la cocina. Mientras y tanto se charla un poquito. ¿De qué? De cualquier cosa, no importa, te sacan una conversación y cuando te has involucrado en ella, se van y te dejan hablando con los platos. Se te traga el cero hijo, se te está tragando. Por cierto, querido cero ¿tú te has duchado hoy? De acuerdo. La película puede esperar un poquito, hay que ducharse. ¿Y ese pitido que oigo??? El cero se ducha. El cero se seca. El cero se pone cremita. ¿Oigo un pitido? Me largo a ver la película. ¿Dónde crees que vas, cerito? Cierto, hay que limpiar el baño, la mampara, todo, no seamos guarros. Ahora ya sí, toca sofá. ¿Otra vez ese pitido? Sí, oigo un pitido, es la lavadora que ya ha terminado. Prioridad a la vista, la ropa no se puede quedar en el bombo mientras tú ves la película repanchigado en el sofá. Nos vamos a tender la ropa, cero. Por cierto, cero cenó pescado. Los deshechos están en la basura. Sería “prioritario” bajarla ahora mismo porque mañana ya será tarde. De paso, puedo aprovechar para sacar al perro. Cero no tiene perro.
El cero se me ha tragado, soy cero absoluto, No me veo en los espejos. En el cero absoluto no hay nada, nada.
Me voy a la cama, a dormir, a involucionarme hacia mis adentros.
¿No lo habéis sentido vosotros alguna vez?

RESPUESTAS

RESPUESTAS
Parece ser que en esta comarca no va a dejar de nevar. Ya estamos otra vez, no sé cuantas van, con la maldita pala abriendo sendas. En el resto del país se despiden del temporal, pero nosotros lo tenemos viviendo aquí. Esto tiene su parte positiva, que no hay obra. Otra vez quietos, calentitos, sin un duro y a la espera. Así puedo dedicar tiempo a la libreta eléctrica.
Alguien pidió una segunda parte de la historieta del dentista. Alguien quiere saber ¿qué coño es un relé? La verdad es que yo esperaba, algún día, convertir esta libreta eléctrica en una especie de atractivo consultorio en el que, bajo una perspectiva humilde y básica de albañil, aplicando esta filosofía de obra que aquí nos gastamos, responder, aconsejar y aportar ideas frescas y novedosas para resolver las preguntas y problemas, trascendentales o no, de los lectores. Accesible para todos. Sí señor, un gran proyecto. Con el tiempo, recopilando este trabajo, podríamos publicarlo como “FILOSOFÍA DE OBRA” por ejemplo. O lanzarlo al mercado en fascículos: “Cuadernos de obra”. Cada mes en tú quiosco.
Empezar este gran proyecto explicando lo que es un relé, o dónde ha ido a parar mi muela, no se me parece demasiado, la verdad. Ya la cosa empieza a sonar a taller, a manos sucias. Nada de filosofía e intelecto. Como toda mi vida. Sin embargo, los principios de toda nueva empresa son duros, hijos. Vamos pues con la muela y seguidamente con el relé.
LA MUELA: No la echo de menos. No quería irse, se aferró a mi mandíbula superior con todas sus fuerzas. La anestesia no hacía el efecto esperado y yo, sumido en el pánico, tuve que darle palique a la dentista. Es muy duro dar conversación, y que suene interesante, a una dentista con esa jeringa en las manos. Intentar que olvide que estás allí, con la boca abierta y sus dedos hurgándote dentro. Se me inyectó otra dosis, aunque yo hubiera preferido largarme
-Tal vez pasado mañana la anestesia me haga efecto. ¿No cree?
No, no lo cree. De aquí no salgo con la muela. Yo hubiera podido darle conversación durante dos o tres horas, pero la doctora tenía otras cosas que hacer y se puso a la faena mientras mascullaba entre dientes:
-Espero que no se rompa.
-Y yo también. Dije. Aunque a mí no se me oyó, porque tenía mucho miedo y era muy pequeñín.
Ni me enteré, majos. Todo mi pánico se volvió agradecimiento, y mis nervios, relajo. Un trabajo perfecto, he de reconocerlo. Ahora tengo una estupenda relación con la dentista, sin rencores. Nada de miedo ni tonterías. Ojalá no vuelva a verla nunca más.
EL RELÉ: Casi nada.
Parece una palabra de uso corriente, una palabra de lo más común, pero no lo es. De momento, para definirla, sinónimos, no tiene. Cuando para comunicar el significado de una palabra, para explicar el concepto, hay que empezar diciendo: “Es una especie de…” ¡Mal asunto hijos!
Vamos con la primera definición: Dispositivo que, intercalado en un circuito, produce determinadas modificaciones en el mismo o en otro conectado a él.
Creo que está clarísimo. Esta definición solo es válida para los que ya sabían lo que era un relé antes de leerla. El que la escribió podía haberse tumbado a dormir la siesta y habría hecho el mismo trabajo. ¿Dispositivo? ¿Intercalado? ¿Modificaciones? O sea, una cuchara sopera atada a dos cables podría servir.
Vamos con la definición de la Real Academia Española: Aparato destinado a producir en un circuito una modificación dada, cuando se cumplen determinadas condiciones en el mismo circuito o en otro distinto.
¡Ala! Ahora ya sí. Ahora ya podemos estar seguros de que, lo que es un relé, no hay Dios que lo explique. ¿Aparato? ¿Modificación dada? ¿Circuito? Una cosa parece ser cierta, el relé, produce modificaciones, se intercala en un circuito y es muy, muy ambiguo, todo lo que a él se refiere. No me extraña que el mecánico de la clandestina estuviera tan perdido.
Explicar lo que es un relé es empresa sumamente complicada. Otros, como hemos visto, han fracasado en el intento, pero aquí, en la obra, no nos rendimos fácilmente. Así es que desde aquí, desde chambombo, aplicando nuestra triple filosofía, filosofía de obra y de andar por casa, vamos a explicar meridianamente CLA-RI-TO lo que es un relé.
El relé es a la mecánica, lo que el duende es al bosque. Listo
Está bien, profundizaremos en el tema. Vamos a sustituir las palabras artilugio, dispositivo y aparato, por otra que los engloba a todos; Chisme. El relé es un chisme. Es un chisme del que todo el mundo ha oído hablar, que aparece en nuestras vidas solo cuando se estropea. Nadie ha oído hablar de un relé hasta que falla. También es cierto que el relé se lleva la culpa, junto con las famosas escobillas, de sus fallos y de los ajenos, antes era la tapa del delco. Así, el resto de chismes pueden estar tranquilos, siempre habrá un relé o unas escobillas a las que lanzar al cubo de la basura. Además, como es tan difícil de detectar cuando está defectuoso, siempre se puede arrancar uno nuevo y echarle las culpas. Sin embargo todo esto en nada nos aclara lo qué es un relé. Para entender lo qué es un relé, es bueno partir de este caos, porque él, el relé, es quien pone el orden y cuando falla, llega el caos y esto se pudo comprobar en la historia de la Clandestina, y a mí ya empieza a fallarme uno, porque me estoy liando y no sé a quién echarle la culpa. Pero de aquí hoy no se va nadie sin saber lo que es un relé.
RELÉ- Aunque parezca mentira, esto es un relé: Cuando nos acercamos a una base militar, a un cuartel, en la puerta suele haber un soldadito encargado de subir y bajar una barrera para permitir o denegar el paso. Este soldadito y su barrera, son el relé famoso. El permiso para entrar no depende del soldadito, depende de 1- quién lo solicita, 2-para qué quiere entrar y 3-de la orden de paso del oficial de guardia. El soldadito, al igual que el relé, abre o cierra, pero mandar no manda nada. Cuando, por la razón que sea, alguien que no debería de entrar, entra, o a alguien que puede entrar no se le abre la barrera, se produce un fallo. ¿De quién ha sido el fallo? Ya todos lo sabemos, siempre, siempre, del relé.
Meridianamente cla-ri-to, majos.

EL FIN DEL MUNDO

LA TELE 3
EL FIN DEL MUNDO
Ha llegado la hora, el fin del mundo ha llegado, o tiene que estar cerca.
Si no ves la tele es posible que vivas ajeno a todos los acontecimientos que lo anuncian, pero si le echas un vistazo, entiendes perfectamente que no puede faltar mucho tiempo para que esto se desmadre. Bueno, desmadrarse ya se nos ha desmadrado. A lo mejor no es el fin del mundo definitivo lo que se avecina, pero a mí me parece que, por lo menos, otro diluvio está al caer. Yo no la había visto antes, pero ahora que la he visto unos días, tres, estoy al tanto.
Yo lo he visto en la tele, que mientras nosotros nos afanamos aquí en nuestra obra, en gobernar cada uno como puede su vida y costumbres, hay otros en el mundo que rodean su cuerpo de explosivos y van a reventar allí donde su hazaña cause más dolor. Un dolor que nadie sabe ya cómo empezó, un dolor parecido al que siente él mientras se adorna con dinamita. Que mientras aquí, en la obra, el frio nos vuelve algo respondones, hay otros que lloran porque su chabola se la ha llevado un rio de lodo montaña abajo y su familia iba dentro. Una señora dice que quiere que su marido deje de jugar a las cartas con los amigotes a todas horas y llora desconsolada porque no la ayuda en las tareas del hogar, no quiere separarse ni cambiar de marido, quiere el mismo marido pero con otras costumbres, otra educación y una actitud menos machista. Otros se van con su garrafa y su hambre catorce quilómetros erial adentro, hasta algún pozo, en busca de agua sucia para beber en casa. Alguno está preocupado porque, si sigue nevando, no podrá acercarse a las rebajas antes de que se lo lleven todo. Una niña de dieciséis años reclama su derecho a operarse los pechos y ponérselos bien grandes para su cumpleaños. En alguna parte, en tierra de nadie, una muchedumbre se refugia de una guerra que ellos no querían, ni empezaron, ni entienden, una guerra que los dejó sin casa, sin familia, sin presente y con un futuro que no quieren ni nombrar. Sale también una señora que sabe todo lo que pasaba y se decía en casa de no sé quién, que ella hacía allí la limpieza y se enteraba de todo, cosas importantísimas que todo el mundo debería conocer. Un muchacho de quince años roció a su padre y a su madre con gasolina y les prendió fuego, mientras dormían, porque eran poco menos que hermanos de Satanás, querían que colocara su cuarto y dejara las zapatillas en la ventana porque olían a rayos. Un hombre llora ante las cámaras, suplica ayuda a una hermosa presentadora, antes, en su juventud, era una mujer, tuvo un hijo, pero dentro de ella sentía que quería ser un hombre, así que se olvidó de ser madre y se cambió de sexo, ahora, que ya es un hombre, se siente de nuevo mujer, quiere ser madre, volver a operarse y volver con su hijito que ya tiene quince años y el sentido común que su madre no ha tenido nunca, por eso no aparece por el plató, ni quiere saber nada y por eso está llorando su madre-padre. Algún chiflado, en el otro lado del charco, coge un fusil ametrallador y se carga a todo el que sale de un restaurante, hasta que dejan de salir, entonces entra él y acaba el trabajo. Salen hablando de los logros y progresos de la humanidad en los últimos diez años y allí donde más progresa, más horas trabaja el personal. Quieren que la gente se muera trabajando, que se jubile con cien años. En un desfile de modelos salen unas jovencitas bien delgadas, llevan vestidos, confeccionados con desechos industriales, que sientan igual de bien aunque pongas lo de atrás para adelante y que nadie sabe quién puede querer comprárselos. También se puede, si no das para más y sin moverse del sillón, ver lo que hacen y dicen, las veinticuatro horas del día, diez o doce memos metidos en una especie de jaula-casa, sin otra cosa que ofrecer que la mucha estupidez que los condujo hasta allí. Miles de niños mueren por falta de comida y otros miles van a empezar a morir por estar gordos como ballenas. Hay programas donde puedes ir y pasar pruebas, o hacer el imbécil hasta que te canses y te dan puntuación, no importa que sea ridículo, irrespetuoso, de mal gusto o sin interés artístico ni cultural, se trata de convertir en espectáculo el absurdo y la enfermedad mental, porque los mediocres no pueden ofrecer, ni exigir, otra cosa. Ahora en los aeropuertos, para tomar un avión, van a poder mirarte hasta en el ojo del culo sin pedir permiso, es por la seguridad mundial, por la lucha contra el terrorismo, yo creo que es porque los que tendrían que hacer este trabajo son unos anormales incompetentes y para no quedar ellos con el culo al aire nos miran en el nuestro (podríamos viajar todos en cueros y no harían falta todos estos gastos y expertos en seguridad, al paro todos los inútiles) Una joven pareja no podía tener hijos de forma natural y acudió a un tratamiento de fertilidad, ahora ella ha dado a luz cinco preciosas criaturas y no sabemos si el doctor que llevó el tratamiento va a ayudar a criarlos. Los japoneses han sacado al mercado sandías cuadradas. Las mujeres soldado ya pueden guerrear a gusto y gana, el sujetador de combate es hoy una realidad. El Nobel de la paz ha ido a caer en manos de aquel que gobierna y maneja la más poderosa maquinaria bélica de todos los tiempos. Salen también estadísticas de los pollos, vacas, corderos, pavos, cerdos, atunes y todo tipo de animales con los que nos alimentamos. A todas horas hay cadáveres y gente que muere violentamente, cadáveres descuartizados, reventados como erizos en la carretera. Yo supongo que vista desde el espacio, la tierra en la que vivimos, parecerá un maravilloso planeta azul pero, en realidad, es una inmensa y espeluznante picadora de carne.
Todo esto sale en la tele y mucho más, pero todo en su orden y sin aspavientos. Todo se ve y se olvida, y de nada sirve. Todo es para consumir, concursos y cadáveres, gente guapa y gente ridícula, ídolos y putas.
Podría seguir escribiendo sobre la tele pero yo, de tele, he quedado harto y saciado para el resto de mis días. No me gusta la tele, no me gusta lo que veo en ella, no me gustan los que en ella hacen vida. Creo, además, que luchar contra ella es una batalla perdida. Nunca he tenido demasiada fe en el ser humano como especie así es que, con lo escrito hoy, doy por terminado el asunto. Seguiremos en la obra, que me parece menos fría y sucia que la tele, majos.

EL TIMADOR

EL TIMADOR
Hoy en la obra hemos tenido una buena charla. La cosa fue subiendo de tono y alguna palabra se oyó que no se corresponde con ese carácter correcto y educativo que tanto nos gusta. Hay temas espinosos que, a veces, se resuelven mejor y más deprisa si sueltas algún improperio. De comerciales, hablamos. Ahora se les llama así, porque cada vez quedamos menos personas de las de antes, cada vez se nos oye menos, y lo que decimos y pensamos está peor visto por todo este rebaño de bien pensantes y obedientes ovejas, por esta sociedad del bien estar, del pensamiento único y políticamente correcto. Cada vez está peor visto pensar por cuenta propia y llamarle a las cosas por su nombre.
Ahora le llaman comercial, o sea, un vendedor. Seguramente sus padres son personas normales y corrientes que se afanaron para dar a su hijo una educación y principios, aunque él los haya olvidado todos. Seguramente, él, haya trabajado duro para hacerse un sitio en este mundo lleno de ciudadanía, de convivencia, de respeto y de burros. Seguramente la empresa a la que sirve le dio esa impecable formación comercial que reparte, esa agresividad constructiva, esa mentalidad ganadora, ese afán de superación y ese corazón de Orco.
Nosotros, aquí en la obra, le llamamos timador, mal nacido, embustero, bellaco, miserable, engaña viejas, fullero, bribón, estafador y cabrón. Porque ya estamos un poco artos de que aparezcan por aquí con su bonito traje, llamando a la puerta de otras madres como la suya, que se aprovechen, de la buena educación y bondad de las gentes, y entren en sus casas regalando esa sonrisa de ángel tras la que ocultan sus intenciones de alimaña. Ya estamos un poco artos, porque entran en las casas y dicen mentiras. Porque, siguiendo las directrices de alguna empresa ruin y avara, engañan a los ancianos, a las viudas y a todo aquel que los acoge, en su casa, con sencillez y paisanaje. Algo desconocido en el mundo de mamelucos en que ellos se mueven.
Dicen—Tranquila señora, que no vengo a venderle nada. Solo vengo a regalar. Un maravilloso producto. Para usted. Regalado. Le ha tocado, y sin comprar nada. Usted déjeme entrar y yo le explico. Una firmita de nada y listo. Suyo para siempre. ¿Qué le parece? ¿A que es maravilloso?
Entran en casa, le dan cuerda a la buena señora, le hablan de lo dura que está la vida. Lo mucho que todo ha cambiado desde que ella hizo la primera comunión. De que él también tiene dos niñas preciosas (que no saben que su padre es un desgraciado timador). De que un hermano de su padre también se fue para la Argentina. La gente, que ya no es como la de antes (él, es prueba de ello). Los inviernos, que ni son inviernos ni son nada. Hablan y escuchan anécdotas, aventuras, y dan la razón a todo lo que la señora tenga a bien decir. Crean un vínculo, lo más afectivo posible, con la buena señora. Se toman el rico café con pastas que ella prepara. Porque la señora también tiene hijos buscándose la vida por esos mundos de Dios, y le gustaría que, también a ellos, alguien les preparara un rico café allá donde se encuentren, que les haga la vida más llevadera, que no cuesta nada ser amable. Entre unas y otras, le muestran el enorme catálogo de regalos, “todos gratis”, en el que han de escoger aquellos, porque son más de uno, que más le gusten.
-¿Pero todo esto sin comprar nada? Pregunta perpleja, por octava vez, la buena señora.
-¡Pues claro! Responde el timador. -Esto se lo regala a usted la casa, por guapa.
La señora sabe que no es guapa, pero el muchacho es tan agradable, se parece tanto a Tinín, el nieto. Más café. Más charla. Más catálogo.
Tres horas más tarde, cuando ya son prácticamente de la familia, cuando ya la señora le ha dicho que tiene que volver a merendar un sábado, ya sin trabajo, con la mujer y las dos niñitas preciosas, es cuando el timador suelta la verdad. Es solo una comprita simbólica. Cuatro perras. Por guardar las apariencias. Ni a los gastos del porte llega. Aunque, claro, si usted quiere, y solo por ser usted, porque me recuerda a mi madre, tengo aquí una oferta, solo para familiares, que se la puedo adjudicar a usted. Solo como algo especial. Porque me recuerda a mi madre. Porque esto no se puede hacer. Que es solo para clientes de categoría VIP que se hayan gastado más de tres mil euros en el último trimestre. Sin embargo yo voy a hacer aquí una trampita, porque me recuerda a mi madre, para que usted pueda aprovecharse de este CHOLLAZO señora. Cuando dice esta palabra, CHOLLAZO, por entre los dientes se le escapa una baba verde y los ojos se le ponen del tamaño de los de una vaca. Porque empieza a darse cuenta de que la señora es incapaz de defraudarlo. Que se cree cada palabra que él le dice y no puede concebir que la esté engañando siendo casi de la familia, recordándole tanto a su madre. Que se siente obligada con ese muchacho agradable, padre de dos niñas preciosas, charlatán, dicharachero y que tanto le recuerda a Tinín. Que se siente incapaz de echarlo de su casa a patadas por hacerle perder la tarde, por beberse su café y comerse sus pastas, por decir que no vendía nada. Por mentiroso.
Cuando el desgraciado se va, deja atrás una buena señora abrumada con más de diez regalos, extraordinarios, valorados en más de dos mil quinientos euros, que mañana le serán entregados a domicilio y sin coste alguno por su parte. Y todo como obsequio por haberse comprado la más maravillosa, completa, exhaustiva, didáctica, actualizada y de edición limitada, solo para coleccionistas, de la ENCICLOPEDIA INGLESA DE LAS MIGRACIONES Y APAREAMIENTO DEL PEZ MARTILLO EN AGUAS INTERNACIONALES. Además, sin coste alguno, LA BIOGRAFÍA ILUSTRADA DE MARTÍN EL HOJALATERO. Abrumada por no haber sabido decir que no al fullero. Abrumada por añadir dos mil euros más, en cómodas letras mensuales de cuarenta y cinco euros, de gastos a su ya miserable pensión. Abrumada, porque mañana tendrá el salón de su casa atiborrado. Con una sartén antiadherente fabricada con las mismas aleaciones que el trasbordador de la Nasa. Una cafetera exprés italiana con quince funciones y mando a distancia diseñado todo por Piero Gandula. Una plancha antiadherente también con programador y termostato de lectura analógica. Un juego de ollas, unas a presión y otras sin ella. Una vajilla de porcelana fina troquelada y decorada con motivos florales. Una cubertería de acero bañado en agua con sal con incrustaciones de huevo frito. Una batidora de batería recargable con adaptador para el mechero del coche. Un juego de rodamientos para carretilla cargadora. Un reloj de caballero con cronómetro, segundero y medidor de profundidad marina hasta quinientos metros. Un reloj de señora con calendario y avisador luminoso de “algo se está quemando. Una aspiradora modelo escobón con filtro anti polen y colgador para galochas. Un sillón de masaje lumbar con butaca apoya pies y mando a distancia con botonera no apta para dedos artríticos. Todo en el salón de su casa y gratis. Todo como regalo. Y todo regalo es poco si tenemos en cuenta la enciclopedia de la que estamos hablando. Abrumada, por todas esas cosas que tiene y que nunca había pensado comprar.
Él se va contento, calculando porcentajes, márgenes, comisiones. Planeando tal vez ese fin de semana en el que vendrá a merendar, con su mujer y sus dos preciosas hijas. Porque estos especímenes son así de impresentables.
Ahora lo llaman comercial. Nosotros no. Aquí, en el pueblo, queremos pensar que hay más gente como nosotros, que es mejor abrir la puerta, dejar que pasen y ofrecerles un café. Aunque a veces se nos cuele algún cabrón. Es mejor que dejar de ser paisanos y no abrirle la puerta a nadie. Al final, dejaremos morirse en el felpudo al hijo de la vecina.
Hoy ha sido una suerte que ninguno de esos, “comerciales”, anduviera por el pueblo. Una suerte para él, porque no estaba el horno para bollos.