LA BIBLIA DE LOS LOCOS Capítulo 8º

ELEVACIÓN DE JOSÉ.
En efecto, el Faraón, al igual que otros habían hecho antes que él, dejó todo en manos de José, que pasó de esclavo presidiario a segundo de Egipto. Y dice el libro que, ante él, había que gritar “ATENCIÓN”. “Yo soy el Faraón, pero sin tu permiso nadie levantará la mano ni el dedo meñique en todo Egipto. El dedo meñique es el que levantan los repipis cuando se llevan la copa a la boca para beber, así que en Egipto se les puso la cosa cuesta arriba. No sé si el bueno de José tuvo en toda su vida alguna petición de alguien que quisiera levantar el dedo meñique. O si puso en marcha un cuerpo de élite para vigilar si tenían el permiso en orden los que lo levantaban. El Faraón impuso a José el nombre de Zafnat Paneaj y le dio por mujer a Asenat, hija de Putifar, sacerdote de On.” Es cosa increíble, cómo cambia José de posición en cuestión de horas y la facilidad que tienen estos elegidos del Señor Dios para seducir y fascinar a los faraones que los enriquecen sin duelo. Yo espero que Putifar, el que es ahora su suegro, no sea el mismo para el que trabajaba hace tres capítulos, porque también serían ganas de buscar problemas darte por suegra a la que te mandó a prisión. ¿No?
LOS HIJOS DE JOSÉ.
Los hijos de José fueron dos, y punto.
LOS HERMANOS DE JOSÉ BAJAN A EGIPTO.
Cuando llegaron las vacas flacas, como José había predicho, Jacob mandó a sus hijos, que estaban mirando unos para otros, a Egipto. Y esto lo dice el libro bien claramente.”Jacob, viendo que en Egipto había grano en venta, dijo a sus hijos: ¿Por qué os estáis mirando unos a otros? Me he enterado de que en Egipto hay grano en venta; bajad allá y comprad para nuestra subsistencia y para que no muramos… Pero Jacob no dejó ir con sus hermanos a Benjamín, el hermano de José: No vaya a sucederle alguna desgracia.”
Todos a por trigo menos el pequeño Benjamín, no vaya a ser que se lo meriende otra fiera, o la misma, que en este libro pasan cosas muy raras y a veces se repiten. Allá se fueron los diez tunantes sin sospechar quién era el dueño y señor en Egipto del grano que habían de comprar. Y así comienza un ir y venir de hermanos y el bendito de José trajinando componendas y fingiendo que no los conoce, mientras, sus diez hermanos parece ser que como fisonomistas eran un cero a la izquierda, cosa muy común en este libro. Los acusó de espías, por tres días los tuvo en prisión y al final los dejó marchar con trigo y la condición de que habían de volver con el pequeño de la casa, Benjamín. Como garantía Simeón se queda en Egipto, en la cárcel, hasta su vuelta. Se torna en este capítulo un poco sensiblero el libro, que nos habla de un José enternecido que se retira para llorar, cosa normal por otra parte cuando se es persona y se tiene corazón, no como las bestias pardas que tiene por hermanos, que lo vendieron por veinte monedas y no lo mataron de milagro. No habría sido tan extraño que los hubiera dejado condenados a trabajos forzados de por vida, que siempre hay alguna pirámide por hacer en Egipto.
REGRESO A CANAÁN.
De vuelta a casa con el grano salvador pero sin Simeón, porque José quiere que vuelvan con Benjamín, quiere conocerlo y si no se lo llevan ni hay más grano, ni vuelve Simeón. A Jacob, naturalmente, esto le suena muy extraño y no quiere saber nada de dejar partir a Benjamín, que es el único hijo natural que le queda. No señor.

NUEVO VIAJE A EGIPTO CON BENJAMÍN.
No hay argumento más efectivo para convencer a alguien que el hambre y por eso a Jacob no le quedó otro remedio que dejar partir a Benjamín. A Egipto, a por más comida que el hambre es mucha.
ENCUENTRO CON JOSÉ.
Esto se nos está ablandando. Yo creo que estos capítulos referentes a José tienen por escribiente a alguien más sentimental y emotivo que los anteriores. Que todo son saludos, abrazos, regalos, buenas palabras y mejores obras. Benjamín agasajado, José que no contiene sus lágrimas. Nada que ver con los que antes que él fueron elegidos del Señor Dios, hombres de más carácter y determinación, menos dados a la pamplina y más amigos de desenvainar el palo, que yo no tengo noticia de que hubieran vertido una lágrima en lo que llevo de Biblia.
LA COPA DE JOSÉ EN EL SACO DE BENJAMÍN. “José ordenó a su mayordomo: Llena de víveres los sacos de estos hombres hasta arriba y pon el dinero de cada uno en la boca del saco. Pon mi copa de plata en la boca del saco del más joven, junto con el dinero de su grano. Y él lo hizo así. Al venir el día, se despidieron y se fueron con sus asnos. Apenas habían salido de la ciudad, de la que no estaban lejos, cuando José dijo a su mayordomo: Levántate, sigue a esos hombres, dales alcance y diles: ¿Por qué habéis devuelto mal por bien? ¿No es ésa la copa que sirve a mi señor para beber y adivinar? Os habéis portado muy mal.”
Si es que esto de las tretas y artimañas José lo lleva en la sangre, que es hijo natural de Jacob, no lo olvidemos.
Otro secreto bien guardado que se nos revela aquí, que José tiene una copa que le sirve para adivinar y nadie había dicho ni palabra.
¡Ala! Todos para Egipto otra vez y Benjamín, acusado de manos largas, se queda de esclavo. Y a Jacob, como no vuelva el pequeño, le dan un disgusto que lo mandan con sus canas a la tumba.
JOSÉ SE DA A CONOCER A SUS HERMANOS.
Aquí se desvela el misterio para los diez hermanos “ciegos” de José, porque algo cortos de vista tenían que ser. Todo son abrazos y lágrimas. Allí lloró hasta el mayordomo, estoy seguro.
INVITACIÓN DEL FARAÓN.
El Faraón que se entera de todo lo acontecido y ya sabemos todos la confianza ciega, precisamente ciega como los hermanos de José, que el Faraón tiene en José. Con eso está todo dicho. Egipto a sus pies.
REGRESO A CANAÁN. “José les proporcionó carros conforme a la orden del Faraón y les proveyó de víveres para el camino. Dio un traje nuevo a cada uno, pero a Benjamín le dio trescientas monedas de plata y cinco trajes nuevos. Envió a su padre diez asnos cargados con lo mejor de la tierra de Egipto y diez asnas cargadas de trigo, pan y comida para el camino. Se despidió de sus hermanos y les dijo: No discutáis por el camino.”
Sí, mejor que no discutan, porque si no a saber a quién se come la fiera famosa esta vez
Allá vuelven todos, a contarle a padre las increíbles y venturosas novedades que en Egipto han descubierto. Jacob, sin embargo, no se cree una palabra y es razonable su postura. Estos hijos suyos, cada vez que salen de casa, vuelven contando batallas y calamidades a cada cual más increíble. Si les hubiera tocado la lotería en Egipto no sonaría más extraño. Ahora resulta que a José no lo despedazó una fiera, que lo de la túnica de mangas largas ensangrentada solo fue una trapisonda. Que es el segundo de Egipto y hace y deshace a su antojo. Pero ante tanto carro egipcio, tanto traje y tanta moneda, Jacob acabó convencido de que había que partir hacia Egipto, a encontrarse con su amado hijo José. La historia es increíble, ciertamente, pero lo dice la Biblia y hay que creérsela. Lo que no sé yo es como Jacob no se lió a palo limpio detrás de la pandilla de filibusteros que tiene por hijos, con el repente que suelen tener los elegidos del Señor Dios.
JACOB VA A EGIPTO.
Con alegría y regocijo se encaminó Jacob a Egipto con toda su prole. Dice el libro que eran sesenta y seis almas de Dios sin contar las nueras. ¿Por qué no se cuentan las nueras? Porque las nueras en ese libro están peor vistas que los campesinos. Es una pena, en esta fraternal historia, toda ella amor y perdón, no incluir las nueras en la cuenta. Para llegarse a ellas sí, pero para contarlas como de la familia, eso no.
ENCUENTRO DE JACOB CON JOSÉ.”José hizo enganchar su carro y salió al encuentro de su padre, Israel, a Gosen. Al verlo, se echó a su cuello y lloró largamente abrazado a él. Israel dijo a José: Ahora puedo morir porque he visto tu rostro y estás todavía vivo.
Al pobre José se le va la vida en lágrimas, así es que yo aquí, en este emotivo momento, voy a guardar silencio y dejar que en la intimidad reconforten sus corazones tras años de vivir una tragedia. Y me extraña que, entre lágrima y lágrima, no se le escape a Jacob algún bastonazo en los lomos de alguno de sus hijos. Hijos de esclavas claro, espurios.
AUDIENCIA CON EL FARAÓN.
Aquí el Faraón, aquí mi papá. A la familia de José lo que pida, sin reparar en el gasto.
A LA REGIÓN DE GOSEN.
Jacob y su familia se acomodan en Egipto. José, aquel tierno y sensible personaje que nos emocionaba con sus profundos sentimientos, ante los años de escasez que había predicho y aprovechando su situación de segundo y administrador de Egipto, se nos revela aquí como un feroz y avariento mercader. A cambio de trigo, esquilma sin piedad a todo egipcio que se presenta y todo le parece poco para su Faraón. Dineros, ganados, tierras. Con todo se quedó el bueno de José hasta llevar a la esclavitud a todo el pueblo egipcio. Lo dice bien claro el libro.”De este modo adquirió José para el Faraón toda la tierra de Egipto, reduciendo a esclavitud a todo el pueblo del uno al otro confín de Egipto.” No sé, quizás si se lo hubiera comido una fiera, como dijeron sus hermanos, algún egipcio lo agradecería. Esto de que el alto funcionariado del estado, los mandamases, esquilmen y empobrezcan al pueblo para el beneficio propio y el de sus amos, es cosa que apenas ha cambiado hasta nuestros días. Hoy podría escribirse la misma historia sin cambiarle ni una coma.
JACOB PIDE SER ENTERRADO EN HEBRÓN.
Y ¿Qué cuesta complacerlo? Pues se le entierra en Hebrón. Cosas de viejos patriarcas.
JACOB ADOPTA A LOS HIJOS DE JOSÉ.

Al pobre de Jacob, tenemos que entenderlo, ya viejo y medio ciego se le ocurren estas cosas y adopta a los hijos de José, sus nietos. Luego, al bendecirlos, el anciano se lía con la mano derecha, la izquierda, el mayor, el menor, y aunque José intenta hacerle ver que la bendición ha de ser para el mayor, Jacob, fiel a su infantil experiencia, bendice al menor como hizo su padre, Isaac, con él, pero sin engaños. Conclusión, un circo de bendición. No se deben postergar las bendiciones hasta edades tan avanzadas, ya se ha dicho aquí. En fin que a Jacob le quedan dos catarros.
BENDICIÓN DE JACOB A SUS HIJOS.”Jacob llamó a sus hijos y les dijo: Reuníos, que os voy a decir lo que será de vosotros en los días venideros. Reuníos y oíd, hijos de Jacob; prestad oídos a Israel, vuestro padre.”
“Rubén, tú eres mi primogénito,
mi fuerza y la primicia
de mi virilidad,
el primero en arrogancia
y el primero en poder.
Impetuoso como las aguas,
No serás el primero
Porque subiste al lecho de tu padre
Y profanaste mi cama.
Simeón y Leví son hermanos;
Armas de violencia son sus armas…”
Jacob, ya completamente senil, se dedica a repartir bendiciones y canturrear versos que él mismo compone. Poesía surrealista. Sin embargo, a pesar de su avanzada edad, no parece haber perdido la memoria ni haber perdonado que su hijo Rubén se llegara a su concubina. Y es que los hijos de Jacob, como hemos comprobado, eran unos hijos muy particulares.
MUERTE DE JACOB.
Jacob, pionero en genética reproductiva, ha muerto.
ENTIERRO DE JACOB EN HEBRÓN.
En Hebrón lo enterraron, como él había pedido. A lo grande, con toda la pompa.
ÚLTIMOS AÑOS DE JOSÉ.”José hizo jurar a los hijos de Israel así: Ya que Dios vendrá ciertamente en vuestra ayuda, llevaréis de aquí mis huesos. José murió a los ciento diez años, lo embalsamaron y lo pusieron en un sarcófago en Egipto.”
Ahora que lo dice José ¿Dónde estará el Señor Dios? Porque nada se ha vuelto a saber de Él. Nunca se le ha presentado a José como solía hacerlo con sus antepasados, ni hemos sabido de su presencia en Egipto. Seguramente los egipcios no lo echarían de menos porque, el Señor Dios, cada vez que aparecía por su tierra era repartiendo amenazas. Tal vez decidiera empezar otro proyecto en algún otro planeta y eso lo tendría muy ocupado
Con la muerte de José acaba también el primero de los libros que componen el Pentateuco, el Génesis.
Si alguien tenía alguna duda sobre el lugar del que venimos, sobre cuál es nuestro origen, este anterior capítulo, el Génesis, lo ha dejado meridianamente claro. Nada de monos, ni orangutanes, ni evolución. Venimos: del polvo de la tierra el hombre, de una costilla la mujer. Demasiado tiempo perdido buscando teorías y pruebas de lo que ya está escrito hace miles de años. Ya todos sabemos quienes fueron nuestros primeros padres y quienes los patriarcas del pueblo elegido por el Señor Dios. El por qué el Señor Dios creó tantos pueblos para, luego, elegir uno solo, eso no se nos dice.
¿Fueron estos patriarcas favorecidos por el Señor Dios para amasar fortuna, tierras y rebaños? ¿O después de amasar fortuna, tierras y rebaños fueron elegidos como patriarcas? ¿O no tiene nada que ver una cosa con la otra ni tenemos que establecer relación alguna entre la fortuna de éstos y el Señor Dios? Porque yo quiero saberlo.
Yo empecé diciendo: “Hace muchos años, aproximadamente tres mil, comenzó a escribirse…”
Seguramente sea verdad. Seguramente empezó a escribirse con la mejor de las intenciones. Explicar un poquito a las gentes cómo es que estamos aquí. No la verdad, que nunca se sabrá, pero sí una versión para el consuelo. La cosa iba bien. Un Dios todo amor y maravilla, el paraíso, el arbolito frutal del bien y del mal, la mujer, el hombre, una culebra. Pero, mucho me temo, que los que se apuntaron a escribir esto empezaron a gustarse, a recrearse con la historia. Y lo que apuntaba como un bonito y empíreo relato acabó en esta relación de disparates propios de la especie. En un concurso para ver quién inventaba la majadería más completa, el castigo más original o el Dios más desconcertante. Y mezclándolo con historias y costumbres terrenas, le dieron este aire amenazador, divino, oscuro y patético que tanto detesto. Y entre unas y otras fueron colando una regla aquí, una ley allá, un derecho por este lado, un privilegio por aquel otro, y a nuestros días hemos llegado con este barro de aquel polvo de la tierra. De esto, el Señor Dios, no tiene culpa ninguna.
El Génesis, interesantísimo relato. Aunque me parece excesivo que un pueblo, cualquiera que sea, se crea elegido haciendo del Génesis dogma y verdad y considere palabra de Dios lo que en él se dice. Que, palabra de Dios, es mucho decir. Habiendo estudiosos y doctores que a tales conclusiones han llegado y todo un pueblo dispuesto a creérselo, nada tengo que preguntar, que todo queda respondido por sí solo.
Seguiré pues con mi lectura superflua y desahogada del segundo de los libros, el Éxodo.
OTRO SUEÑO
En mi sueño estoy viendo un grupo de hombres alrededor de un pozo. Están tan ocupados desnudando al más joven que no se percatan de que Adán el gorrino, con sus andares campechanos y el ruido de sus botas de goma, se ha plantado a dos metros de ellos. El primero en verlo es José, al que sus hermanos están intentando arrebatar la túnica de mangas largas que su padre le regaló, porque Adán, con un cayado más alto que él, está repartiendo palos a diestra y siniestra. En diez segundos no queda nadie del grupo que no haya recibido un bastonazo en las costillas. Todos a una retroceden, intentando ver desde un poco más lejos, y a salvo del cayado, aquella criatura extraña y nunca vista por los alrededores. Adán apunta al grupo con su cayado y dice.
– ¿Qué cabronada es esta?
Nadie contesta otra cosa que murmuraciones y algún que otro gemido de dolor.
– Ponte esa ropa y lárgate de aquí. Márchate bien lejos de esta familia tuya, porque si te quedas ya te garantizo yo que, si no es hoy es mañana, a ti te liquidan estos brutos-. Le dice Adán a José.
Por fin alguien del grupo contesta.
– Esto le pasa por listo, por sabelotodo y soñador -. Dijo uno.
– Míralo, con su túnica de mangas largas, el preferido de papá, como si fuera un profeta -. Contestó otro.
– Siempre con cuentos a nuestro padre y dándoselas de maestro -. Hablaba otro
– Ya puede dar gracias de que hayas aparecido con ese palo.
– Seguro que también tú tienes algo que ver con el Señor Dios, ese que habla con mi padre -. Todos tenían algo que decir.
Adán viendo que aquello empezaba a alborotarse se subió a un pequeño terraplén, al estilo bíblico, levantó de nuevo el callado, y dijo
-Yo no tengo nada que ver con nadie. El Señor Dios del que habláis hizo todo esto que conocéis en seis días, pero si no desaparecéis de aquí ahora mismo, lo desarmo yo a bastonazos en una tarde. Y soltó tal bastonazo contra el suelo que todos dieron un salto hacia atrás y empezaron a caminar. Caminaban y miraban atrás, murmurando, intentando aclarar entre todos quién era aquel personaje que, con el sol a la espalda, las gafas brillantes, las botas de goma, el garrote y subido en aquella piedra, parecía capaz de molerlos a palos a todos.
Cuando por fin desaparecieron, Adán se sentó resoplando, se quitó las gafas y se pasó la pata por la frente. José seguía allí, mirando al gorrino.
– Muchas gracias, seas quién seas- Dijo José
– A mí estas tanganas no me gustan nada, hijo. A mí me gusta andar tan campante, disfrutando de aquí para allá sin meterme con nadie. Dijo Adán mientras revisaba detenidamente sus gafas.
– Pues a mí me ha venido de perlas que anduvieras por aquí. Le contesta José
– Estuviste a un pelo de perder el pellejo eh? Sí que son brutos esos hermanos tuyos, amigo. Dijo Adán mientras, ya incorporado, se encasquetaba de nuevo las gafas. – Yo sigo mi camino, y tú deberías poner tierra de por medio. No sé qué es lo que les has hecho, tan jovencito aún, pero yo no esperaría mucho para irme.
-Yo no sé dónde ir. Hacia dónde vas tú. Déjame ir contigo. Le rogó José.
– ¿Conmigo? Dice Adán. – Yo voy a seguir mi repaso por la obra del tipo este, el Señor Dios. Pienso acercarme hasta Egipto. He oído que hay allí movimiento y unas pirámides y construcciones algo tremendas. Y las han hecho sin contar con él para nada. Cosa de hombres. Pero eso está lejos, muy lejos.
– Mejor. Entre más lejos, mejor para mí. Dijo José
– Bueno, tú verás. Espero que no tengas más hermanitos como estos esperándote en algún recodo.
– No. A mí fuera de aquí no me conoce nadie. ¿Y a ti? ¿Quién te conoce? ¿Quién eres tú?
– Yo soy Adán, el gorrino, y nadie me conoce ni ha oído hablar de mí. Cuando el tipo este hizo todo esto, de mí no dijo ni palabra. Es un buen tipo, pero no le gusta que yo ande por aquí husmeando en sus asuntos. A mí tampoco me gusta meterme en lo suyo, pero algunas veces pasan cosas, como hoy, en las que me veo metido. Además a mí me gusta conocer de primera mano a ciertos personajes, por eso, de vez en cuando, me acerco a charlar un ratito y a ver cómo les va. La obra del tipo este es muy curiosa.
Así, en animada charla, los veo alejarse.
Ahora, en mi sueño, Adán el gorrino está sentado a orillas de un riachuelo con los pies en el agua. Ha dejado sus botas a un lado y lleva un sombrero de paja. Parece un cubano. De repente, a su lado, se forma una violenta tolvanera de polvo y aparece el Señor Dios. Adán se cubre la cabeza pero no puede evitar que su sombrero salga disparado. Cuando el torbellino se calma, Adán mira por encima de las gafas con cara de disgusto y dice
– Pero bueno, ¿es que no puedes aparecer como todo el mundo? Lo tranquilo que estaba yo aquí y el susto que me has dado.
– Vaya, vaya, el amigo Adán-. Le dice el Señor Dios. -Tú siempre tan campechano, chapoteando.
– Estaba refrescándome un poquito. Ahora, con el calor, casi sobran las botas. Y tú qué, ¿no te refrescas? Pregunta Adán
El Señor Dios tomó asiento a su lado, dejó a un lado sus sandalias y metió sus pies en el agua. Así estuvieron un buen rato, no sé cuanto porque en los sueños el tiempo se distorsiona a su antojo, hasta que el Señor Dios dijo.
– Ya sé que siempre te has interesado por mis asuntos y hasta me has alterado en alguno lo que yo tenía previsto. Tú siempre dando consejo con ese particular sentido de la existencia que tienes. No te das cuenta de que estas criaturas no pueden dejarse a su libre albedrío. Tengo que gobernar su camino o acabarán en desastre.
– Pues, sinceramente, no parece que lo estés haciendo del todo bien. Yo ando a mi aire y no suelo intervenir, que sé que no te gusta, pero si en algo he intervenido ha sido porque la cosa apuntaba más a desastre que otra cosa.
– Te llevaste a Eva del paraíso, le mostraste lo que no tenía que haber visto demasiado pronto.
– Ahí sí, puede ser que me precipitara, pero era cosa de tiempo. Tarde o temprano habría conocido la otra cara de tu creación. Al fin y al cabo, reconocerás que tenía derecho a decidir. Yo tampoco sabía que había todo ese ambiente por aquí. Cuando chapoteábamos allá en el abismo nunca dijiste nada. Bien calladito lo tenías-. Dijo Adán dándole un codazo de complicidad al Señor Dios. – Además, ya te encargaste tú de cargártelos con el diluvio. Un poco bruto ¿no?
El Señor Dios, que no podía evitar la sonrisa escuchando aquel gorrino, contestó.
– No te preocupes, Adán, todo está en mis designios. Así tenía que ser.
– Pues vaya. Con todo lo que ya estaba en marcha echado a perder con inundaciones, no sé yo. No parece que vaya mucho mejor ahora-. Habló Adán meneando la cabeza.
– Todo está en mis designios. Todo menos tú, Adán. En fin, ya nos veremos por la obra. Te dejo. Tengo asuntos que atender-. Se despidió el Señor Dios y se disolvió allí mismo, sin más, mientras Adán exclamaba
– ¡Qué tío, qué huevos! Es que no para.
Adán el gorrino sacó sus pies del agua, se puso las botas, recuperó su sombrero y se fue arroyo arriba canturreando.

LA BIBLIA DE LOS LOCOS Capítulo 7º

RETORNO DE JACOB A LA TIERRA DE CANAÁN.
Con las tretas arriba mencionadas el ambiente se enrareció bastante y Jacob, que tenía la virtud heredada de saber cuándo ausentarse, preparó el petate y con sus mujeres e hijos, y sus cabras de rallas, se largó a camello. Se dio a la fuga, sin dar aviso a Labán el arameo, como ya es costumbre. Solo al Señor Dios han de rendir cuentas los elegidos.
“Jacob se levantó, montó a sus hijos y a sus mujeres en camellos y, con todo su ganado y todo lo que había adquirido en Padán Arán, se puso en camino hacia Isaac, su padre, a la tierra de Canaán. Mientras Labán se había ido al esquileo de sus ovejas. Raquel robó los ídolos familiares de su padre…”
“Al tercer día Labán se enteró de que Jacob había huido y, tomando consigo a sus hermanos, le persiguió por espacio de siete días, hasta darle alcance en los montes de Galaad…”
“Labán entró en la tienda de Jacob, en la de Lia y en la de las esclavas, pero no encontró nada. Pasó luego a la de Raquel, pero ésta había tomado los ídolos y los había escondido debajo de la albarda del camello, sentándose encima de ellos. Labán rebuscó por toda la tienda, pero no los encontró. Raquel le dijo: No se enfade mi señor si no puedo levantarme ante él, pues tengo lo que es habitual en las mujeres. Así él buscó y rebuscó, pero no pudo encontrar sus ídolos.”
Raquel, que era algo larga de manos, no pudo evitar llevarse unos recuerditos sin importancia que a punto estuvieron de causar un grave incidente. Y Labán busca que te busca enfurecido. Pero nuestra querida Raquelina, digna esposa de Jacob, haciendo gala de serenidad y temple salvó la situación y, aludiendo a la sangre caliente, demostró su sangre fría.
RETORNO DE JACOB A PALESTINA.”
Vuelve Jacob a Palestina, a su tierra. Un Jacob al que el miedo, a que su hermano Esaú cumpla la palabra que dio de darle muerte, se le ha metido en el cuerpo. Jacob, el amo y señor de inmensos rebaños, el ingeniero genético creador de rebaños a rayas, el elegido por el Señor Dios, muerto de miedo. Manda mensajeros que agasajen a Esaú con regalos, presentes y bonitas palabras. Le reza a su Dios protector. Divide sus pertenencias en campamentos para evitar que su hermano acabe con todo. En fin, que es una pena ver a todo un personaje bíblico en tal estado de nervios. También sorprende un poco la poca fe que le tiene a su Señor Dios, que de otras mucho peores sacó a su padre, y a su abuelo, y malo será que no haya algún terror divino a mano para aplicarle a Esaú si el caso lo requiere.
JACOB LUCHA CON DIOS.”Jacob se quedó solo, y un hombre estuvo luchando con él hasta despuntar el alba. El hombre, viendo que no le podía, le dio un golpe en la articulación del muslo y se la descoyuntó durante la lucha con él…” ”Él le preguntó: ¿Cómo te llamas? Contestó: Jacob. Y el hombre añadió: Tu nombre no será ya Jacob, sino Israel, porque te has peleado con Dios y con los hombres y has vencido. Jacob le preguntó: Por favor ¿Cómo te llamas? El respondió: ¿Por qué quieres saber cómo me llamo? Y allí mismo le bendijo…” “He visto a Dios cara a cara y he quedado con vida.”
Este Jacob me desconcierta. Tan asustado como un cordero por la amenaza de su hermano Esaú y aquí le tenemos luchando, cuerpo a cuerpo, con el mismísimo Dios, como un jabato. Y parece ser que no lo hacía del todo mal, que tuvo el Señor Dios que descoyuntarle una pierna porque amanecía ya y no había forma de reducirlo. Me cuesta imaginar a todo un Dios en semejante refriega de camelleros y más me cuesta creer que, ante la bravura de Jacob, tuviera que dar fin a la lucha con una traidora y ruin patada en una pierna. Yo me inclino a pensar que la patada, aunque aquí dice que fue en una pierna, se la llevó Jacob en los mismísimos, que así es como mejor se zanja una pelea. Esta no es digna actitud del que todo lo puede. Yo no soy capaz de imaginar a todo un Señor Dios dando patadas en las piernas a sus elegidos. Y Jacob ya no se llama Jacob, se llama Israel. Y es desde este día que los israelitas no comen el nervio ciático, porque ahí fue donde Jacob recibió la patada y yo no sé qué razón movió a los israelitas a tomar esta medida.
JACOB SE ENCUENTRA CON ESAÚ”… Él pasó delante de ellos y se postró siete veces en tierra antes de acercarse a su hermano. Esaú corrió a su encuentro, lo abrazó, se echó a su cuello y lo besó, y los dos se echaron a llorar.”
Bueno pues Jacob ya no se llamará Jacob, que bien clarito se lo dijo el Señor Dios en el anterior capítulo, pero aquí en este libro no se han dado por enterados.
Después de tanto miedo y tantas precauciones resultó que el temido Esaú no tenía nada de rencoroso el hombre, y las trampas de las que fue víctima en el pasado se las devolvió a Jacob con abrazos y besos de verdadero hermano. Esaú, el tontorolo bravucón del que nada habíamos vuelto a saber, el que no fue elegido por el Señor Dios, ni bendecido por su padre, el que vendió su primogenitura por un plato de lentejas y se casó con, al menos, cuatro cananeas. Este Esaú nos ha dado, sin tanto rezo ni tanta promesa, sin golpes de pecho ni divinos pactos, una bonita lección de bondad y corazón. Siempre me cayó bien este hombre.
En esta misma situación, otros, no sé si habríamos actuado con tanto cariño y comprensión, sin rencores. Matarlo a palos, como había prometido, no, pero ponerlo a comer lentejas hasta que le salieran por las orejas, a lo mejor sí.
DINA ULTRAJADA.”Dina, la hija que Lía dio a Jacob, salió a ver a las mujeres del país. Siquén, hijo de Jamor, el príncipe de aquella tierra, la vio, la raptó, la violó y durmió con ella. Se quedó prendado de DINA, la hija de Jacob, la amó y le habló tiernamente al corazón.”
Dice aquí: La vio; nada de malo hay en verla. La raptó; pues no está bien, aunque tampoco hay que rasgarse las vestiduras si nos atenemos al trato que en este libro se da a las mujeres. La violó; esto ya es más gordo, cierto es que unos capítulos más atrás, Lot, entregaba a sus hijas vírgenes a los vecinos de Sodoma para que hicieran con ellas lo que quisieran, pero era su padre, había consentimiento paterno y aquí no lo hay. Y durmió con ella; esto sí que no, después de la violación, esto es alevosía y regodeo. La amó y le habló tiernamente al corazón; no creo yo que este chico estuviera bien de la cabeza.
He aquí a la pobre Dina, ultrajada como dice el enunciado, y a dos de sus hermanos, Simeón y Leví, dispuestos a castigar la ofensa como Dios manda y nunca mejor dicho, porque el castigo bien se pareció a los que el mismísimo Señor Dios aplica. Voy yo a relatárselo a grosso modo porque se vea que no exagero.
Hecha la ofensa, acuerdan los unos con los otros, siendo los unos Simeón y Leví y los otros el rufian Siquén y su padre Jamor, que para entregar a Dina en matrimonio al muchacho han de circuncidarse, él y todos los varones de su pueblo, a lo que acceden sin remilgos, ofreciéndo además su tierra para que se quede a vivir entre ellos Jacob y toda su prole. Conseguido esto dice el libro: “Al tercer día de la circuncisión, cuando el dolor era más fuerte, dos de los hijos de Jacob, Simón y Leví, hermanos de Dina, tomaron cada uno su espada, entraron a mansalva en la ciudad y mataron a todos los varones. Pasaron por la espada a Jamor y a su hijo Siquén, recogieron a Dina de la casa de Siquén y se marcharon. Los hijos de Jacob acometieron a todos los heridos y saquearon la ciudad por haber deshonrado a su hermana. Se apoderaron de sus ovejas, vacas y asnos, de todo cuanto había en la ciudad y en el campo y de todos sus bienes; se llevaron prisioneros a todos los niños y a las mujeres y saquearon lo que había en las casas.”
Bueno, pues más ya no se puede castigar. Ni el Señor Dios hubiera castigado tan bien y a lo grande, no señor. Por cierto, en esta refriega no se ha dejado ver el Dios de Israel
Me parece a mí que, ya metidos en castigo, aprovecharon para quedarse con cuatro cosillas. ¿Cómo castigarían estos hombres un homicidio con premeditación si castigan así una violación que acabó en boda? No quiero ni pensarlo. ¡Qué bárbaro! Seguramente estos mismos ofendidísimos hermanos, antes de la violación, la habrían vendido por media docena de camellos y unas sandalias.
Y se llevaron prisioneros a todos los niños y las mujeres. ¿Y qué va a ser de estos pobres rapazuelos? Toda su vida pagando con esclavitud la lujuria de sus gobernantes. Pues no han cambiado tanto las cosas hasta hoy
Anda que no habría mujeres por aquellos campos para ir a violar precisamente a Dina, la hija de Jacob. Con lo perjudicial que resulta tener un problema con un patriarca de estos, que siempre acaban igual, él enriquecido enormemente y los demás en la completa ruina o muertos
¿Y la pobre Dina? Raptada primero, violada a continuación, entregada como esposa después, al final viuda y viviendo con sus hermanos que, por lavar su honor, a mí me parece que la hicieron una desgraciada. Si ya una mujer tiene bien poco valor en este libro estando nuevecita: ¿Qué valor puede tener ultrajada y viuda?
JACOB EN BETEL.”Dios dijo a Jacob: Levántate, vete a vivir a Betel y levanta allí un altar al Dios que se te apareció cuando huías de la presencia de tu hermano Esaú.”
Bendito Jacob, siempre huyendo y abandonando lugares por la puerta trasera. No es extraño que, después de la salvajada de sus hijos, Dios le aconseje darse a la fuga. Dice aquí el libro que por si acaso alguien tenía en mente vengarse o perseguir a Jacob, ya el Señor Dios dejó caer sobre aquella tierra una buena dosis de “terror divino.” Yo no sé lo que es, pero se me pone la carne de gallina. ¿Quién iba a vengarse? Si mataron a todos los hombres, se llevaron las ovejas, vacas, asnos y esclavizaron niños y mujeres. ¿Quién iba a vengarse? ¿Los gatos dando arañazos? Eso es desaprovechar el terror divino.
NACIMIENTO DE BENJAMÍN Y MUERTE DE RAQUEL.
Murió Raquel en el parto y fue sepultada en el camino de Belén. Qué fatalidad, ir a morir precisamente en el parto, con lo mucho que cuesta al Señor Dios en este libro hacer fecundas a las mujeres. También se nos dice aquí de pasada que Rubén, hijo de Jacob, por aquel entonces “se llegó” a Bhilá, una de las famosas concubinas de papá. Yo en esto no veo nada malo, porque he sido educado en la creencia de que lo que hay en casa es de todos, no importa si es una chaqueta, una ración de calamares, o una concubina.
Isaac también expiró, anciano y lleno de días. No es poco, morir anciano y lleno de días cuando, siendo niño, te has librado de una cuchillada en el altar de los holocaustos. Que no es el Señor Dios amigo de rechazar agradables sacrificios de primogénitos. Esaú y Jacob lo sepultaron.
Es curioso que, siendo como es hoy lo más común que las mujeres sobrevivan a sus maridos, en este libro a los patriarcas no los sobrevive ni una. Esto de ser elegido del Señor Dios es una garantía de que al menos, viuda, no vas a dejar.
Por cierto. ¿Alguien más se ha dado cuenta de que en lo que llevamos de Biblia no ha aparecido ni un solo perro, el mejor amigo del hombre? A lo mejor por aquel entonces, los perros, todavía eran bestias campestres, sin domesticar. O andaban algo asustadizos entre tanta venganza y castigo. Como perro, no se podría estar muy tranquilo cerca de según qué personajes sin tener siempre presente que, de cualquier parte, te puede caer un fogonazo, o entran en tu pueblo y se pasan por la espada a todo ser vivo, o se pone a llover y ya dependes de un sorteo para sobrevivir en un arca. Esto, en los perros, causaría un estrés que seguramente los llevaría a vivir en las montañas, lejos de los “hechos a semejanza”.
DESCENDENCIA DE ESAÚ.
Pueden ustedes escoger nombre, el catálogo es extenso.
LOS SUEÑOS DE JOSÉ” José tenía diecisiete años cuando iba a apacentar el rebaño con sus hermanos, los hijos de Bhilá y de Zilpa, mujeres de su padre. Y José contó a su padre la mala fama que tenían sus hermanos. Israel amaba a José más que a todos sus hijos, porque era el hijo de su ancianidad y le hizo una túnica con mangas largas. Sus hermanos vieron que su padre lo amaba más que a todos ellos, y le cobraron tal odio que no podían hablarle con cariño.”
Algo chivato el mozalbete, el preferido de papá con su túnica de mangas largas, y tiene toda la pinta este José de ser el que suceda a su padre, Jacob, como elegido del Señor Dios. No hay manera de que aparezca uno, entre los elegidos del Señor Dios, que se vista por los pies. Unos, mentirosos, otros, tramposillos y ahora este, un chivato que seguramente acabará enormemente enriquecido. Y ya estamos con las preferencias y distingos que tantos problemas acarrearon en anteriores relatos.
“José tuvo un sueño y se lo contó a sus hermanos. Les dijo: Escuchad el sueño que he tenido, estábamos atando gavillas en el campo, y en esto que mi gavilla se levanta y se queda derecha, mientras que las vuestras se ponen alrededor y se inclinan ante la mía. Sus hermanos respondieron: ¿Es que vas a ser tú rey y señor nuestro? Y le odiaban todavía más por sus sueños y por sus palabras. José tuvo otro sueño…”
Todos a los diecisiete años hemos tenido fantásticos sueños, muchos de ellos, al igual que José, sobre gavillas, u otras cosas, que se levantaban y se quedaban derechas. Algunos aún hoy los recuerdo, pero nos hemos cuidado muy mucho de pasarnos el día dando la lata con ellos, o de buscarles fabulosas explicaciones. Esto pinta muy mal.
JOSÉ VENDIDO POR SUS HERMANOS.
Se veía venir y menos mal que no lo mataron, porque intenciones no faltaron, que lo dice el libro, y no hubiera sonado extraño teniendo los hermanos que tiene, que yo todavía recuerdo el castigo que Simeón y Leví se corrieron por lo de Dina ultrajada. Yo creo que tuvo suerte si tenemos en cuenta cómo se las gastan en este libro los ofendidos, excepción hecha de Esaú, que pensaba, perdonaba y se casaba según su propio criterio. Lo vendieron por veinte monedas de plata a una caravana de ismaelitas que iba a Egipto. La famosa túnica de mangas largas, hecha unos zorros y ensangrentada, se la presentaron a Jacob como prueba de que al bueno de José se lo había merendado una fiera. Y tenía que ser una fiera terrible y muy hambrienta, porque no se dejó ni los huesos. Jacob, el pobre, se tragó la historia y quedó destrozado de dolor. Habría sido menos doloroso, y más creíble, contarle que su hijo José se largó a Egipto tras perder la cabeza por una esclava abisinia, locamente enamorado el jovencito. Aunque solo fuera por humanidad hacia Jacob, que eso lo entiende cualquier padre. Y Jacob más que nadie, que su queridísima esposa Raquel le costó catorce años de trabajos.
Hay que tener un poco más de tacto a la hora de relacionarse con los hijos, que estos distingos y preferencias son cosas muy delicadas, aunque uno sea hijo natural y los otros unos hijos de puta, ¡perdón! de esclava. Tampoco los sueños de José ayudaron mucho a mejorar la situación.
JUDÁ Y TAMAR.
Por aquel tiempo, Judá, uno de los doce hijos de Jacob, decidió cambiar de aires y marcharse lejos de sus hermanos. Se fue a otra tierra y tomó por mujer a una cananea, supongo yo que sabiendo la pésima reputación que las cananeas tienen a los ojos del Señor. La cananea en cuestión le dio tres hijos, Er, Onán y Selá. Judá buscó mujer para su primogénito Er, pero éste, por alguna razón no agradó al Señor Dios y lo quitó de en medio dejando una flamante viuda de nombre Tamar. Era entonces deber de cuñado casarse con la viuda y “llegándose a ella” conseguir la descendencia que el difunto no pudo lograr y esto le correspondió a Onán, el segundo en edad. Onán, sin saber que jugaba con fuego, derramaba su semen en tierra cada vez que se llegaba a la viuda para no dar hijos a su difunto hermano.”Desagradó al Señor lo que hacía, y le hizo morir” Así las gasta el Señor Dios. No eran tiempos aquellos de andar desperdiciando semen. Con tal cantidad de mujeres estériles y los castigos de unos y de otros diezmando la población, la supervivencia de la especie no lo permitía. Hoy, por el contrario, con la superpoblación del planeta y la supervivencia garantizada, ya la masturbación no está tan castigada. Hasta hace no muchos años, aquí, donde yo hago vida, la masturbación seguía produciendo ceguera, desecación de la médula, enanismo y gustirrinín. Esto nos lo decían, principalmente, los curas. Que no sé yo que podían saber ellos de algo que, se supone, no practicaban. Pero ahora es incluso recomendada y aconsejable para una vida sexual sana y satisfactoria. Esto lo dicen expertos en el tema. Sicólogos, sexólogos y un sinfín de entendidos que, yo supongo, han pasado mucho tiempo practicando, estudiando y experimentando sobre el asunto.
Judá, viendo que se quedaba sin hijos, devolvió a su nuera Tamar con su padre hasta que Selá, el tercero de los hermanos, estuviera más crecidito para cumplir los deberes de cuñado. No creo yo que Selá, después de ver a sus hermanos perder la vida ante aquella gafada hembra, tuviese ninguna prisa por crecer.
Pasó el tiempo, Judá se quedó viudo y olvidó cumplir lo que era de ley con su nuera Tamar. Cuando el luto por su esposa había pasado ya, con la disculpa del esquileo, Judá se fue de putas con su amigo Jirá y aunque él no la reconociera, víctima de ese extraño fenómeno, que se da a menudo en este libro, de no reconocer a nadie una vez que estas metido en cama, la prostituta era Tamar. Esto lo dice aquí bien claro:”Entonces ella se quitó sus vestidos de viuda, se cubrió con un velo y, disfrazada, se sentó a la entrada de Enáyim, junto al camino de Timan, pues veía que Selá había crecido y no se había casado con ella. Judá la vio y la tomó por una prostituta, pues había cubierto su rostro. Se apartó del camino hacia ella y le dijo: Déjame hacer el amor contigo. No sabía que era su nuera. Ella le respondió ¿Qué me vas a dar por hacer el amor conmigo? Y él le dijo: Te mandaré un cabrito del rebaño. Pero ella repuso: Bien, pero me has de dar una prenda hasta que lo mandes. Él preguntó: ¿Qué prenda quieres? Y ella respondió: Tu sello, el cordón del que cuelga y el bastón que llevas en la mano. El se los dio, hizo el amor con ella y la dejó embarazada. Luego ella se levantó y se fue. Se quitó el velo y volvió a ponerse la ropa de viuda.”
Solo a Judá se le ocurre andar de putas y no llevar dinero.
“Unos tres meses después le contaron a Judá: Tu nuera Tamar se ha prostituido y ha quedado encinta. Judá dijo: Que sea sacada y quemada. Cuando ya la iban a sacar, mandó decir a su suegro: Yo he quedado encinta del hombre a quien pertenece todo esto. Mira, por favor, de quién son este sello, este cordón y este bastón.”
Pronto se le bajaron los humos, y digo humos por parecerme aquí lo apropiado hablando de quemar a un semejante, cuando vio su propio bastón y el sello. Allí recibió Judá una gran lección, aunque yo habría propuesto incrementar el escarmiento con alguna que otra pedrada. No por putero que, siendo viudo, es él muy libre de envilecerse como más le plazca, sino por el doble rasero.
JOSÉ EN EGIPTO “José había sido llevado a Egipto. Putifar, egipcio eunuco del Faraón y capitán de la guardia, se lo compró a los ismaelitas que lo habían llevado allí. El Señor estaba con José y todo le salía bien.”
Dice el libro que el Señor estaba con José y todo le salía bien. Vaya novedad. Así, en poco tiempo, lo encontramos en Egipto como administrador y manda más de todo cuanto su amo, Putifar, posee, excepto de su mujer, claro está. José, además de ser bendito del Señor, era guapo y esbelto, y claro, son demasiadas cosas juntas para pasar desapercibido a los ojos de la mujer de Putifar. Todos sabemos ya cuán lascivos eran los egipcios y parece ser que también sus mujeres. Ella, y solo ella, fue quien propuso la comisión de adúlteras actividades al bueno de José. El hombre propone y Dios dispone, pero cuando la que propone es la mujer de Putifar la cosa se pone fea. José, dice aquí el libro, se negó a semejante felonía y consiguió con esta negativa el despecho de la hembra, y ésta, preparó la encerrona que dio con los huesos de José en presidio.
Los huesos de José en presidio por culpa de una hembra. Y es que en este libro, las mujeres, parece ser que siempre acarrean castigos con su conducta, problemas maritales con su esterilidad, venganzas fraternales con sus preferencias y un sin fin de otras inconveniencias que en adelante conoceremos. No sé si es esto un mensaje intencionado, “de esos que este libro no tiene, “o un sentimiento misógino oculto en el escribiente, o es palabra de Dios.
Me pregunto ¿Qué es palabra de Dios, y qué no, en este libro gordo?
LOS SUEÑOS DE LOS RECLUSOS.
Como el Señor Dios seguía con José y todo le salía bien. No sé yo hasta qué punto es “ir bien” dar con tus huesos en presidio por un lío de faldas. Así lo dice aquí, “halló favor a los ojos del jefe de la prisión. Éste confió a José todos los presos de la cárcel.” Allí fueron a parar, a la cárcel, por causas no referidas dos importantes oficiales del Faraón, el panadero y el copero. Como en la cárcel no se duerme tan cómodo como en palacio sufrían estos dos personajes sudorosas pesadillas a las que no encontraban explicación. Por suerte o por desgracia para ellos allí estaba José, experto en oniromancia como ya sabemos, que les aclaró, palabra por palabra, el significado de tan molestos sueños. Según José, el copero saldría de prisión y volvería a servir al Faraón. El panadero, por el contrario, acabaría colgando de una cuerda. Excusado es decir que José fue infalible en sus interpretaciones.
LOS SUEÑOS DEL FARAÓN.
Otro soñador sin consuelo, el Faraón. En Egipto hace mucho calor y la hora de la siesta no es el mejor momento para quedarse traspuesto a cabeza descubierta bajo el sol. Luego se tienen sueños inexplicables y visiones carnavalescas. El Faraón soñaba con siete vacas gordas y lozanas, siete, y otras tantas flacas que las devoraban. Con espigas grandes y hermosas, siete, y otras tantas marchitas que las devoraban. El copero del Faraón, que había recuperado su puesto, recordó cómo José dominaba el asunto de los sueños y allá que se lo llevaron. Así dijo José:
Siete vacas = siete años.
Vaca gorda = buen año.
Por lo tanto;
Siete vacas gordas = siete años buenos.
Aplicando esta misma ley pero a la inversa tenemos que:
Siete vacas flacas = siete años malos.
Con una sencilla suma obtenemos la cifra resultante;
Catorce años.
Aplíquese el mismo razonamiento para las espigas.
Una vez más, José, se mostró infalible.
NOTA
Yo esta vez no he soñado nada. Ya son tantos los sueños en este capítulo, y tan transcendentales que, los míos, banales y producidos por una mente ignorante y primitiva se han quedado para mejor ocasión. Podría haber soñado con ver esta Biblia de los Locos, como la original, en todas las mesitas de noche. Eso no lo creo posible, sería demasiado soñar. Aunque algo ya tengo conseguido, porque lo que sí hay es un ejemplar en cada papelera de las más de un centenar de editoriales de habla hispana a las que mandé el manuscrito. Por algo se empieza.

LA BIBLIA DE LOS LOCOS Capítulo 6º

MUERTE Y SEPULTURA DE SARA.
Y con estas, y otras ya contadas, acabaron con la dulce Sara. Ciento veintisiete años de alegrías y rabias. Sara, la madre del pueblo elegido, hembra estéril que tuvo un hijo a sus noventa y tantos, ha muerto.
Que se atreva a reírse, en este libro, ya solo nos queda Abrahán.
MATRIMONIO DE ISAAC.
Abrahán, ya viejo, manda a su más fiel criado en busca de una esposa digna para su hijo Isaac, que no sea cananea por supuesto. Ciega había de ser la confianza en tal criado para encomendarle tan delicada misión. Es el caso que, el criado, encomendándose al Señor y siguiendo sus indicaciones, encontró a Rebeca que, casualmente, era prima segunda de Isaac, y la trajo a su amo. A juzgar por la cantidad de regalos y presentes que, según el relato, repartió el criado a diestro y siniestro, también podría decirse que a Isaac le compraron esposa, que tampoco es de extrañar, porque no es empresa fácil convencer a una moza de que abandone vida y familia y se embarque en matrimonio con un fulano que ni siquiera se molesta en buscarla él mismo. Una de dos, o es un vago redomado, o es tan feo…
“Isaac introdujo a Rebeca en la tienda de Sara, la tomó y fue su mujer. La amó, y se consoló de la muerte de su madre.”
Ansioso debía de estar Isaac esperando, que ni media palabra cruzó con su flamante mujercita y allí, en la tienda de su difunta madre, la tomó para sí. Tampoco era cuestión de rechazar sin más la que había sido, a todas luces, escogida por voluntad del mismísimo Señor Dios en tierras lejanas, que las de tierras cercanas, por ser cananeas, estaban vedadas a Isaac. Cosas del Señor Dios.
MUERTE DE ABRAHÁN.
Abrahán ya viejo, pero no tanto, aún tomó tras la muerte de Sara otra mujer llamada Queturá de la que tuvo, sin mediar milagro alguno, otros seis hijos. A esto le llamo yo saber envejecer. A estos, los hijos de sus concubinas según dice el relato, les hizo donaciones y los alejó de Isaac. Parece ser que, una vez viudo, el amigo Abrahán recobró una vitalidad y un gusto por la reproducción desmesurado para su edad. Mala suerte el que su amada esposa, Sara, fuera estéril hasta los noventa años, porque si no ellos solitos se habrían bastado para poblar la tierra prometida. Por otra parte es natural que, siendo tan reproductivo, aleje de Isaac a sus otros herederos, para evitar futuros pleitos que solo conducen a la desintegración de un jugoso capital conseguido con esfuerzo, sufrimiento y la ayuda del Señor Dios.
“Abrahán vivió ciento setenta y cinco años. Murió en buena vejez, anciano, lleno de días y fue a reunirse con sus antepasados.”
No es para tener queja la existencia del bueno de Abrahán y la apacible forma de terminarla. Casi se hace extraño que un hombre como Abrahán, con las peripecias y aventuras que en este libro se relatan, muera de forma natural, si por natural entendemos la vejez y progresiva pérdida de energías. Tampoco habría extrañado a nadie que un camellero errante se hubiera topado de morros con el cadáver de Abrahán, tirado en una cuneta con evidentes signos de violencia. Que hay Faraones muy rencorosos, esclavas despechadas, herederos de segunda. No habría sido tan raro en aquellos tiempos, ni en estos.
DESCENDENCIA DE ISMAEL.
Nombres, más nombres.
ESAÚ Y JACOB.”Abrahán engendró a Isaac el cual, a la edad de cuarenta años, se casó con Rebeca, hija de Betuel, el arameo de Padán Arán, y hermana de Labán. Isaac rezó al Señor por su mujer, que era estéril. El Señor lo escuchó, y Rebeca quedo encinta.”
¡Rebeca estéril! Esto es una maldición. Gracias al Señor Dios que una vez más convirtió en fértil a una hembra estéril, Isaac y Rebeca tuvieron hijos. Parece ser que ya en aquellos tiempos tenían las parejas serios problemas para tener hijos y que no es cosa de hoy como yo pensaba, solo que por aquel entonces los tratamientos de fertilidad los llevaba directa y exclusivamente el Señor Dios. Ventaja para las mujeres, que no tenían que someterse a las barbaridades por las que tienen que pasar hoy, ni meter en el cuerpo los venenos que hoy se meten, aunque siempre bajo estricta supervisión y consejo médicos, con todo bajo control y sin que exista ningún riesgo para ellas, ¡Ja! También estos jugando a ser Dios.
Dos fueron los hijos dice aquí, Esaú y Jacob. Esaú nació primero, rubio, velludo, tontorolo y bravucón, con afición a la caza y esto agradó a su padre, Isaac. Jacob nació agarrado al talón de su hermano Esaú y no sé yo que explicación dar a este detalle, pero pienso buscarla, que no pasó desapercibido al escribiente. Jacob era hombre tranquilo y amante del campo y esto agradó a su madre, Rebeca, y ya empezamos con ligeras discrepancias, con lo peligrosas que en este libro acaban resultando. Pronto dio muestras Jacob de poseer aptitudes más que suficientes para convertirse en el futuro elegido del Señor Dios. Lo primero y más importante era conseguir la primogenitura que correspondía a su hermano Esaú, porque en este libro se da una tremenda importancia a los primogénitos, unas veces para bien y otras para exterminarlos, como tendremos oportunidad de apreciar. Aprovechando el desfallecimiento con que Esaú llegaba a casa tras un día de campo, Jacob le compró la famosa primogenitura por un plato de lentejas que tenía preparadas. Dice el libro: “así menospreció Esaú su primogenitura.” Pues será diferencia de criterio, pero a mí me parece este Jacob algo cabroncete. Nuestro querido Jacob, no cabe duda, ha salido a su abuelo.
ISAAC EN GUERAR.”Hubo hambre en el país (otra distinta de la que hubo en tiempo de Abrahán) e Isaac se fue a Guerar con Abimelec… Isaac se estableció en Guerar. Las gentes del lugar le preguntaban si Rebeca era su mujer, y él respondía que era su hermana, pues tenía miedo de decir que era su mujer; porque como Rebeca era muy bella pensaba que aquellos hombres podían matarle.”
Cuestión de familia parece ser, la misma estrategia que su difunto padre Abrahán. El truco de la hermanita. Pero claro con semejantes bestias, y no de las campestres, ignorantes de la creencia popular que asegura que las guapas son tontas y dispuestos a matar al que tengan por marido, no es de extrañar. Estoy empezando a pensar que el Señor Dios escoge a sus elegidos porque tienen mujeres guapísimas. Tan hermosas y despampanantes que, allí dónde va, se ven obligados a recurrir a tretas y componendas de catadura más que dudosa.
Yo supongo, leyendo estas cosas, que la población femenina, en aquellos tiempos, era un auténtico batallón de adefesios y la masculina una caterva de memos lujuriosos, y por eso una mujer hermosa causaba conmoción y cataclismo entre los varones. Menos mal que aquí Abimelec, según el relato, un día, mirando por la ventana, se percató de la situación y prohibió bajo pena de muerte tocarles un pelo. Un poco repetitivo el guión. ¿No?
Por cierto, no quiero seguir sin antes aclarar el asunto de nacer Jacob agarrado al talón de su hermano. La verdad es que poca explicación he encontrado. Todo se reduce a que el nombre Jacob, según dicen, significa “el que sujeta por el tobillo”, o “el que suplanta”. A mí me parece más acertada esta última. ¿Quién lo dice? Pues expertos, estudiosos, profesores de teología, yo qué sé. Aquí lo digo yo. Explicar no explica nada pero parece ser que en el nombre ya le iba el destino.
“Isaac sembró la tierra donde estaba, y aquel año recolectó cien veces más. ¡Tanto le bendijo el Señor! Se enriqueció y se fue enriqueciendo más y más, hasta llegar a ser riquísimo. Poseía rebaños de ovejas y vacas y numerosa servidumbre. Los filisteos comenzaron a tenerle envidia, por lo que cegaron y llenaron de tierra los pozos…”
Otro extraño mensaje de esos me llega cuando leo este párrafo y, sin quererlo, establezco una sospechosa relación entre la bendición de Dios y la facilidad para hacer fortuna. Dios te bendice, eres agradable a los ojos de Dios y acabas podrido de dinero, tienes generosas cosechas, tus rebaños se multiplican milagrosamente, te enriqueces más y más y tu Señor, en su inmensa bondad, te mima. Y parece ser que el Señor Dios solo mima a algunos, a pesar de ser todo poderoso, no tiene tiempo para todos, o tal vez estos otros no son lo bastante buenos para enriquecerse y tener rebaños y generosas cosechas. Es posible que no se pueda ser patriarca si no se está lo suficientemente enriquecido, o viceversa. Yo el mensaje no acabo de entenderlo, o lo entiendo y no me gustan un pelo estas bendiciones del Señor Dios. En circunstancias tan favorables me parece a mí bien fácil seguir a tu Dios, o ir delante, como prefieras. Mientras, otros pueblos de la tierra nadan en la miseria con la firme creencia de que el Señor vela por ellos.
Yo estoy bautizado. Hice la primera comunión en tiempo y forma adecuados. He llevado vida más que correcta. Nunca me he quedado con nada que no fuese mío. He practicado, de pequeño, la confesión, el arrepentimiento, la penitencia, la limosna y la castidad. No he insultado, agredido o vejado a ninguna otra de las criaturas que conmigo comparten el planeta. Me considero persona justa e íntegra entre tanta carnavalada como veo. Algo ignorante, eso sí. Pues aún así no he tenido suerte. Mis rebaños no crecen enormemente. Cosechas, no hay cosechas. Servidumbre, no tengo. Las riquezas, me rehúyen. Y por más que escucho no te oigo, Señor Dios, nada, que no oigo voces. ¿Qué pasa?
No es de extrañar que ahora, en este tiempo que nos ha tocado vivir, todo individuo persiga ser el patriarca de su propio reino, es decir, enriquecerse y poseer todos aquellos bienes que ansía, cual burro detrás de su zanahoria. Es hoy regla y costumbre que se juzgue al burro por las zanahorias que ha conseguido, que se rinda pleitesía, con admiración de oveja, al que teniendo este libro por almohada, y el dinero por castigo, vive el cielo en esta vida. Otros, teniendo el infierno en esta, se consuelan con el cielo de la otra. Todos sabemos que a los pobres, bienaventurados ellos, el cielo los espera con las puertas abiertas. Un cielo precioso, llenito de agujas para pasar camellos por sus ojos.
Yo, el enriquecimiento desmesurado, desde la más tierna infancia lo había entendido como algo bien cercano a Satanás y cosa poco agradable a los ojos del Señor Dios. Supongo que una vez más, y ya estoy acostumbrado, no entendí las enseñanzas, no capté el mensaje, no presté atención.
Tanta riqueza y bendición de Dios levantó envidias entre los filisteos y la situación degeneró en la guerra de los pozos, Isaac abre un pozo y los filisteos se lo tapan y así una y otra vez hasta que Abimelec, el pobre Abimelec, que no sé cómo llegó a viejo, viendo su patria convertida en un queso y convencido de que el Señor Dios protegía a Isaac, selló un pacto con el bendito del Señor.
También se nos informa de que Esaú a la edad de cuarenta años se casó con Judit y con Basmat, dos mujeres hititas que amargaron la vida a Rebeca y a su marido Isaac. El por qué no se relata en la edición que yo manejo, pero no hace falta, porque son mujeres, y en este libro ya se sabe como las mujeres complican y desbaratan planes y situaciones. Además son mujeres hititas, que ya es una doble y penosa condición. Si no tenían cuernos no andaría la cosa muy lejos.
BENDICIÓN DE ISAAC A JACOB.”Isaac era ya viejo y se había quedado ciego…” Rebeca dice a su hijo preferido, Jacob:”…Acabo de oír a tu padre decir a tu hermano Esaú: Tráeme caza y prepárame un guisado para que coma y te bendiga delante del Señor antes de morir. Hijo mío escúchame y haz lo que te mando. Vete al rebaño y tráeme dos cabritos. Yo prepararé a tu padre un guisado como a él le gusta, y tú se lo llevarás a tu padre para que lo coma y después te bendiga antes de morir. Jacob respondió a su madre Rebeca: Tu sabes que mi hermano Esaú es hombre velludo y yo lampiño; si mi padre me palpa, se dará cuenta de que le estoy engañando, y yo atraería sobre mí una maldición en lugar de la bendición. Su madre le respondió: Tu maldición, hijo mío, caiga sobre mí. Tú obedéceme; ve y tráeme los cabritos. Él fue a buscar los cabritos y se los trajo a su madre, que preparó el guiso como a su padre le gustaba. Tomo después Rebeca vestidos de Esaú, su hijo mayor, los más bonitos que tenía en casa, y se los puso a Jacob, su hijo menor. Con las pieles de los cabritos cubrió sus manos y la parte lisa de su cuello, y puso en las manos de Jacob el guiso que ella había preparado y el pan.”
Francamente, no me esperaba yo esto de Rebeca, maquinando en la sombra el destino de su hijo favorito, Jacob, en perjuicio de su otro hijo, Esaú. El engaño, la mentira vil, la forma y manera de conseguir la bendición que no te corresponde. Y Jacob, todo un personaje bíblico, disfrazado como un vulgar carnavalero para engañar a su padre viejo y ciego. Qué vergüenza tratar así al pobre Isaac cuando ya tiene un pie en el cementerio y el otro por el camino, que ya ni distingue la caza del cabrito, ni a los hijos que tiene.

“Jacob se acercó a su padre y le dijo: ¡Padre! Aquí estoy, respondió él. ¿Quién eres hijo mío? Y Jacob dijo a su padre: Soy Esaú, tu primogénito.”
Parece ser que el pobre Isaac no sabía que Esaú había perdido la primogenitura con el asunto de las lentejas.
“He hecho lo que me mandaste; levántate y come la caza, para que después me bendigas. Isaac dijo a su hijo: ¿Cómo la has encontrado tan pronto, hijo mío? Él respondió: Porque el Señor, tu Dios, me la ha puesto en las manos. Isaac dijo a Jacob: Acércate, hijo mío, para que yo te palpe, a ver si eres mi hijo Esaú o no. Jacob se acercó a su padre Isaac, el cual, después de haberle palpado, dijo: La voz es la voz de Jacob, pero las manos son las manos de Esaú. Y no le reconoció porque las manos eran velludas como las de su hermano Esaú, y se dispuso a bendecirle. Pero todavía insistió: ¿Eres tú de verdad mi hijo Esaú? Y respondió: Si, yo soy. Entonces le dijo: Acércame la caza para que coma y después te bendiga. Jacob se la acercó y comió; también le trajo vino y bebió. Después Isaac, su padre, le dijo: Ahora acércate y bésame, hijo mío. Él se acerco y lo besó. Y cuando Isaac sintió la fragancia de sus vestidos le dijo así: Oh, el olor de mi hijo es como el olor de un campo fértil que el Señor ha bendecido…””… Tan pronto como Isaac acabó de bendecir a Jacob y este salió de su presencia, volvió de la caza su hermano Esaú. Preparó también él un guisado, se lo llevó a su padre y le dijo: Levántese mi padre y coma de la caza de su hijo para que me bendiga. Isaac le dijo: ¿Quién eres tú? Él respondió: Yo soy Esaú, tu hijo primogénito. Isaac sintió un fuerte estremecimiento y dijo: ¿Pues quién ha sido el que me ha traído la caza? Yo he comido de ella antes de que tú vinieras, y lo he bendecido, y ¡Bendito será!
Yo no creo que sea cosa conveniente esperar a estar tan viejo para dar las bendiciones. Te despistas un poco y le largas la bendición al mastín del rebaño y a ver después quien se la quita. Según esto, la cosa está clara. Si engañas a tu padre, te disfrazas como un carnavalero, imitas la voz de tu hermano y sibilinamente robas para ti la bendición que no te corresponde, es fácil que el Señor Dios te colme de lo que sea. Ahora, si ves la desnudez de tu padre recién amanecido y se lo cuentas a alguien, te cae una maldición que perdurará de generación en generación hasta el final de los días. Si de repente oyes un portazo y se te ocurre mirar atrás, a ver qué ha sido eso. ¡ZAS! Convertido en azucarillo para siempre. Efectivamente la cosa está clara.
Cuando Esaú oyó las palabras de su padre gritó con gran fuerza su amargura, y dijo a su padre: Bendíceme también a mí, padre mío. Pero este respondió: Tu hermano ha venido con engaño y se ha llevado tu bendición…””Desde entonces Esaú aborreció a Jacob por la bendición con que su padre le había bendecido, y se dijo: Están próximos los días en que se hará el duelo por mi padre; entonces mataré a mi hermano Jacob.”
Esto se lo hacen a Esaú. A Caín esto no se lo hacen, porque coge una quijada, de lo que sea, y homicidio que te casco.
Y el Señor Dios que ni se inmuta. Bien clarito queda aquí que tiene el Señor Dios raseros distintos para medir bellaquerías y maldades según quien las comete. Por eso yo no sé a qué atenerme con él. Puede condenarte a ti y a toda tu descendencia a la esclavitud por un simple chivatazo, convertirte en estatua de sal por una simple miradita, o puede enriquecerte inmensamente por ser un tramoyista enreda bailes.
No es de extrañar que el infeliz Esaú prometiera liquidar a su “particular” hermano. Eso sí, cuando su padre haya muerto, todo un detalle.
Este libro, ser es muy serio, pero cuenta unas escenas que parece un guión de comediantes.
Leyendo estas encerronas, y otras que aquí se han relatado, casi parece una broma aquel engaño que sufrieron nuestros primeros padres, obra de la serpiente, el más astuto de los animales del campo que el Señor Dios había creado, y que le costó a ella una dieta de polvo a perpetuidad y a nosotros el paraíso. Es de suponer que por ser pecado original y primero, el Señor Dios, a modo de ejemplo, lo castigó tan duramente. Después, como se está comprobando, puso el listón mucho más bajo. Al menos para sus elegidos.
ISAAC DESPIDE A JACOB.
Jacob, con su flamante bendición y su amenaza de muerte, aconsejado por su mamá, lió el petate y puso tierra de por medio. Cuando se despidió de su padre recibió una única orden:”No te cases con una cananea. Anda vete a Padán Arán a casa de Betuel, padre de tu madre, y cásate con una de las hijas de Labán, hermano de tu madre.”
Jacob, búscate una prima. Porque no hay cosa mejor que casarse entre familia, y preparar un batiburrillo, de tíos, primos, consuegros y genes, que garantice la subnormalidad de la descendencia. Como así ha sido.
NUEVO MATRIMONIO DE ESAÚ.
Esaú, que oyó este consejo, se procuró una cananea para casarse por tercera vez. Y menos mal, porque si no, no quiero imaginar a qué grado de degeneración habría llegado la especie. A mí me cae bien este Esaú.
LA ESCALERA.”Jacob salió de Berseba con dirección a Jarán. Llegó a cierto lugar y se dispuso a pasar allí la noche, porque el sol ya se había puesto. Tomó una piedra, la puso por cabecera y se acostó. Tuvo un sueño. Veía una escalera que, apoyándose en la tierra, tocaba con su cima el cielo, y por la que subían y bajaban los ángeles del Señor…”
Jacob sueña con la famosa escalera y no es de extrañar que tuviese sueños tan raros usando una piedra por almohada. Es posible que fuera escalera y puerta de entrada en la casa de Dios. Yo comprendo que el paso del tiempo y la bellaquería, que iba en aumento entre los hombres, convencieran al Señor Dios para retirar la escalera y cerrar la puerta, de manera que ni en sueños se pudiera dar con ella. Aquí, en este mismo lugar, hizo Jacob una promesa. Fue la siguiente:”Si Dios está conmigo, me protege en este viaje que estoy haciendo y me da pan para comer, vestidos para cubrirme y puedo volver sano y salvo a la casa de mi padre, entonces el Señor será mi Dios.”
Bueno, no está mal, yo también saldría de viaje así.
JACOB ENTRA EN CASA DE LABÁN.”…Cuando Labán oyó que había llegado su sobrino Jacob, corrió a su encuentro, lo abrazó, lo besó y lo llevó a su casa. Jacob contó a Labán todo lo sucedido. Labán le dijo: ¡En verdad, tú eres hueso mío y carne mía! Y Jacob se quedó con él. Pasado un mes, Labán le dijo a Jacob: ¿Por ser sobrino mío, me vas a servir de balde? Dime cuál ha de ser tu salario. Labán tenía dos hijas. La mayor se llamaba Lía y la menor Raquel. Lía tenía los ojos tiernos, mientras que Raquel era guapa y de lindo semblante. Jacob amaba a Raquel, y dijo: Te serviré siete años a cambio de Raquel, tu hija menor. Y Jacob sirvió siete años por Raquel, que le parecieron unos días; tan grande era el amor que le tenía. Después dijo a Labán: Dame mi mujer, porque mi tiempo se ha cumplido, para que viva con ella… Labán invitó a todas las gentes del lugar y dio un gran banquete. Por la noche tomó a su hija Lía y se la trajo a Jacob, que se unió a ella. A la mañana siguiente Jacob se dio cuenta de que era Lía, y dijo a Labán: ¿Qué es lo que me has hecho? ¿No te he servido yo por Raquel? ¿Por qué me has engañado? Y Labán respondió: En nuestra tierra no es costumbre dar la menor antes que la mayor.”
Ya podía haberlo dicho, Labán, siete años antes. Menudo cuajo que tiene este hombre. Parece ser que Jacob, a pesar de ser aún joven, ya padecía algo de la ceguera que aquejó a su padre cuando era viejo, y Labán le coloca a su hija mayor, no vaya a quedar para vestir santos, cosa que en este libro tendría mucho futuro por cierto, en lugar de la pequeña Raquel, la que le gustaba al despistado de Jacob. Él, que tan buena maña se daba en esto de los engaños.
En aquellos tiempos antiguos la vida no permitía confianzas ni despistes a la hora de meterte en la cama, lugar por el que los primeros pueblos sentían especial predilección a la hora de dar gato por liebre. Así venimos observándolo a lo largo de nuestra lectura. También se puede apreciar que, tal vez por ser los primeros tiempos, al hombre, cuando se metía en la cama, o le faltaban sentidos, o le fallaban los que hoy tenemos. Yo otra explicación no encuentro.
Y así se ganó Jacob catorce años al servicio de su tío Labán, que yo prefiero a Caín antes que tener un tío como este, a cambio de sus dos hijas. Precio a todas luces desorbitado a juzgar por el valor que en este libro se les da a las hembras, aún siendo vírgenes, y dando por sentado que no son cananeas. Las cananeas, lo hemos podido apreciar con Esaú, se entregan en matrimonio sin tanto cambio, ni trato, ni gaitas.
HIJOS DE JACOB.”El Señor vio que Lía era despreciada y la hizo fecunda, mientras que Raquel era estéril.”
¡Qué fatalidad! Quién lo iba a decir, Raquel estéril y Lía fecunda como una coneja. Algo impensable a estas alturas de relato. Es el caso que Lía, la del cambiazo, le dio a Jacob cuatro hijos. Ante semejante panorama, Raquel, que era estéril, no se le ocurrió otra cosa que meterle a su marido Jacob una batería de esclavas en su cama, y este, como buen marido, se llegó a ellas y las preñó a todas en repetidas ocasiones. Lía, que por razones desconocidas después del cuarto hijo se había quedado estéril, hizo lo mismo que su hermana y aquí tenemos a Jacob llegándose a una esclava detrás de otra. Estos patriarcas de la antigüedad, escoger mujer no fue oficio que dominaran, y así el Señor Dios se veía constantemente enmendando con sus milagros el desatino de sus elegidos. Y lo que no arreglaba él lo arreglaban las mujeres echando mano de sus esclavas, cediéndoles gustosamente su lugar en el lecho y consiguiendo de esta manera dar hijos al matrimonio. El hombre mientras tanto de mujer en mujer, como semental obediente a la frase de “llégate a ella”. Un novelón de primera. Y Jacob, llegándose a esposas y esclavas sin descanso, con once hijos y una hija. No sé yo si no correrán peligro las cabras. Ya lo dice la canción:”No hay que llegar primero, hay que saber llegar.”
Bien claro queda aquí que si la especie humana ha salido adelante ha sido gracias a las esclavas, que todavía no sabemos de ninguna que fuera estéril, no señor.
ENRIQUECIMIENTO DE JACOB.
Ya estaba tardando en enriquecerse este Jacob, si bien es cierto que catorce años le han costado las dos mujeres que tiene. Lo que se cuenta aquí no ha de extrañar a nadie, sabiendo como sabemos quien era el padre y quien el abuelo del bueno de Jacob. Digno sucesor y heredero de tales personajes y, en lo que a tretas y engaños se refiere, muy por encima de ellos en originalidad, innovación y estrategia. Lean, lean.
“Pero ¿Cuándo podré hacer yo también algo por mi casa? Labán respondió: ¿Qué he de darte? Y Jacob le dijo: No tendrás que darme nada. Si haces lo que voy a proponerte, volveré a apacentar tus ovejas. Yo pasaré hoy en medio de tus rebaños y pondré aparte todas las ovejas negras y todas las cabras manchadas. Esas reses serán mi salario. Mi honradez testimoniará por mí después; cuando vengas a verificar mi salario, toda res que no sea manchada entre las cabras y negra entre las ovejas, que sea un robo por mi parte…” “… Jacob siguió apacentando el resto de los rebaños de Labán. Buscó varas verdes de álamo, almendro y plátano, las descortezó e hizo en ellas franjas blancas, dejando así al descubierto lo blanco de las varas. Colocó las varas, así descortezadas, unas frente a otras en las pilas y abrevaderos adonde iban a beber los ganados, los cuales se encelaban al ir a beber. Y así, apareándose delante de las varas, engendraban y parían crías rayadas o manchadas.””… de este modo se enriqueció enormemente y tuvo numerosos rebaños, esclavos y esclavas, camellos y asnos.”
Colocar las mágicas varitas y lo que con ellas consiguió no es idea que se le ocurra a cualquiera. He de reconocer que el amigo Labán, que esclavizó a Jacob catorce años a cambio de sus dos hijas mediante sucia permuta, no se merecía otra cosa. Poco sabía él que se enfrentaba a Jacob, maestro y virtuoso de la genética y el engaño donde los haya. Ovejas y cabras llenitas de rayas y sin mediar el Señor Dios, él solito, por propia iniciativa. Un genio este Jacob. Leyendo lo que aquí se nos cuenta, buen cuidado en adelante con la decoración de la estancia en la que el lecho conyugal tiene aposento, mucha atención y buen tino a la hora de escoger el cuadro, alfombra o tapiz que adorne nuestra cabecera. ¿Qué aspecto podrían tener los hijos de la pareja que ingenuamente copule ante la abstracta presencia de un lienzo postmoderno? De esos que ni postura tienen.
OTRA VEZ SOÑANDO
En los campos que veo en mi sueño brilla un cálido y luminoso sol. Adán el gorrino camina directo hacia la sombra de una enorme encina. Se ha deshecho de la botas, las ha unido con una cuerda y las lleva colgadas en su hombro. Bajo la encina está Esaú descansando en las horas de más calor, dormitando plácidamente. Adán se acomoda a su lado, en la fresca sombra del árbol, y no dice nada. Se pasan así un buen rato, hasta que Adán se queda dormido y los ronquidos del gorrino despiertan a Esaú.
-¿Pero qué coño es esto? Exclama Esaú entre aturdido y asustado al ver aquello que ronca a su vera.
Adán levanta sus gafas lentamente y casi sin abrir los ojos contesta
-Bueno, bueno. No te alteres, Esaú. Yo soy Adán.
Esaú mira al gorrino, las gafas de sol que lleva, las botas de goma que tiene por almohada y solo sale un gruñido de interrogación de su garganta.
Adán le comenta
-Vaya sombra macanuda que te has buscado amigo Esaú. Aquí es donde mejor se está mientras Lorenzo siga atizando.
-¿De dónde sales? ¿Me conoces? Le pregunta Esaú.
-Claro. Contesta Adán. – Eres Esaú. Yo conozco casi todo por estos andurriales. De hecho, en tu última boda, aunque tú no me viste, estuve merodeando por allí y tomándome algún refrigerio. Tenía ganas de conocerte. Esas bodas tuyas, con mujeres que no gustan a tu padre, siempre me han llamado la atención.
-Mi padre ¿qué sabe él? Contestó Esaú. – Si está ya medio ciego y se pasa el día diciendo esas cosas que dice que oye. Dice que oye una voz que cada día le ordena unas cosas. Él y mi hermano andaban todo el día con esas historias. A mí no me interesan. Yo me caso con quien quiero. ¿Qué tal un trago? Tengo un vino aquí bien fresquito a la sombra.
Adán chasqueó la lengua y le pegó un buen trago a la cantimplora de cuero que Esaú le alargó.
-Sí señor, un buen traguito. Dijo Adán.
¿Qué es eso que traes en los ojos? Preguntó Esaú
-Son unas gafas de sol. Las pones y no te molesta ni a estas horas. Me las hizo el tipo ese que le habla a tu padre. Mientras decía esto se las ofrecía a Esaú.
-Ten, pruébalas. Ya verás
Esaú se puso las gafas de sol y se quedó perplejo con ellas.
-¡Coño! Menudo invento. Es como estar a la sombra. Y esas cosas verdes ¿qué son? Preguntó señalando las botas.
-Eso son botas de goma. Dijo Adán.-Me las dio con las gafas. Son estupendas para andar por el campo, entre piedras, maleza y sobre todo cuando hay agua. En los días de calor, como hoy, me las quito porque se te asan los pies. Pruébalas si quieres, verás que cosa más cojonuda de botas.
Esaú se puso las botas y dando grandes zancadas por los alrededores dijo.
-Sí que son cosa interesante, ya lo creo. Tendré que hacerme unas. Aunque no sé de dónde sacaría tu zapatero este cuero tan extraño.
Esaú devolvió a Adán las gafas y las botas y los dos se sentaron con la espalda apoyada en la enorme encina. Hacía calor pero allí, a la sombra del árbol, escuchando el murmullo de la siesta, estaban bien campechanos los dos. Como si fueran viejos conocidos compartiendo el pellejo de vino.
Mientras Esaú echaba otro trago Adán preguntó.
-¿Cómo es eso de que vendiste tu primogenitura a tu hermano Jacob por un plato de lentejas?
-¿Por un plato de lentejas? Dijo Esaú sorprendido. –Yo, a mi hermano Jacob, se la regalé. Se la regalé porque a mí eso me da igual. Se la regalé porque llevaba años dándome la tabarra con ese asunto. Por pesado y cansino. Para que me dejara en paz y se fuera con ese cuento por el mundo adelante. A buscarse una mujer que nos sea Cananea como las mías, una mujer que cumpla eso que mi padre llama los designios del Señor. Allá ellos. A mí me parecen payasadas. Toma un trago, Adán, que eso es lo que llevamos por delante.
-Sí, tomaré otro traguito, que el día lo merece. Contestó Adán. -Además yo sé que lo que la gente dice y cree tiene poco que ver con lo que de verdad pasa. Las habladurías vienen de gente con vida y afanes miserables, así tienen que ocuparse en dar fama a los que la viven a su manera sin preocuparse de otros. Tú, Esaú, eres un tipo peculiar. Yo, que he visto la obra desde el primer día, y hasta lo que ha de ser he visto, podría decir que tienes algo de rock and roll. Sí señor. Tú no lo entiendes, pero es así.
-Tú sí que eres raro. Dijo Esaú. – Nunca vi cosa igual ni oí hablar de nada semejante. Apareces por aquí con esas cosas raras, preguntas por asuntos que nadie conoce y hablas de cosas que nadie entiende. Tú sí que eres raro, Adán.
-Yo solo ando dando vueltas por la obra, echando un vistazo a lo que va pasando y, de vez en cuando, me echo una charlada. No todos me dan conversación, no te creas. Algunos andan demasiado ocupados con sus delirios como para prestarme atención. Dijo Adán mientras cerraba los ojos y se dejaba de nuevo vencer por el sueño.
-Por aquí puedes volver cuando quieras, que un traguito de vino, un tantín de queso y charla, eso lo tienes asegurado. De eso se encarga Esaú.
Allí durmiendo quedaron los dos cuando yo despertaba.

Y DALE CON LA NAVIDAD

Una vez más, como cada año, me pregunto si he de felicitar la Navidad a aquellos que, a falta de algo mejor, echan el tiempo leyendo en esta libreta eléctrica. Me lo pregunto porque no me gusta nada el bien-queda. Yo no soy un bien-queda. No me pinto una sonrisa bien gorda en los morros por la mañana para ir luciendo los dientes todo el día, venga o no a cuento. La sonrisa es cosa bien bonita que no todos merecen así porque sí. Yo no soy el corte inglés para andar deseando a todo zurriburri feliz año, amor y paz. Yo, como ya se dijo en esta libreta, soy más bien un orco. Ya apuntaba maneras cuando era pequeño y, yo supongo, será por eso que nunca me convencieron del todo estas fiestecitas tan cristianas y pasteleras. Cuando aún era un niño, y creía esa patraña de los reyes magos, siempre los tuve por tres auténticos hijos de puta. A los niños pobres nos traían regalos pobres, a los niños ricos regalos y más regalos de primera categoría. Qué reyes magos eran esos que discriminaban de esa forma a las tiernas criaturas que soñábamos con ellos y dejábamos golosinas hasta para los camellos. No. A mí nunca me cayeron bien sus majestades de Oriente. Me habría gustado esperarlos despierto y decirles cuatro cosas. -A ver, ¿qué pasa con mi carta? ¿Que no sabéis leer o qué?- Pero siempre llegaban cuando dormía. Para no tener que dar la cara. Para entregar los regalos de los pobres y largarse por la falsa como si fueran ladrones. Seguro que a los niños ricos los despertaban y les contaban bonitas historias del Oriente ese del que venían. Seguro. Hasta les dejarían darse una vuelta, por los inmensos pasillos de su mansión,  en sus camellos gordos, tripudos y desdentados de tanta golosina y azúcar como habrían zampado en las casas de los pobres mientras dormían. Además venían el último día, cuando ya no queda Navidad para jugar con los regalos. Menudo trío de bellacos. Anda y que les…
Pues me ha quedado una felicitación bien chula. Sí señor.
Haya salud y suerte

LA BIBLIA DE LOS LOCOS Capítulo 5º

Ojo con el relato que a continuación nos regala el sagrado libro.
DESTRUCCIÓN DE SODOMA. “Cuando los dos ángeles llegaron a Sodoma, al atardecer, Lot estaba sentado a la puerta de la ciudad. Al verlos se levantó, fue a su encuentro, se postró rostro en tierra y les dijo: Por favor, señores, venid a casa de vuestro siervo y pasad allí la noche; lavaos los pies, y mañana por la mañana seguiréis vuestro camino. Ellos le respondieron: No, pasaremos la noche en la plaza. Pero él insistió tanto que se fueron con él y se hospedaron en su casa. Les preparó comida, coció panes sin levadura y comieron. No se habían acostado todavía, cuando los hombres de la ciudad, los sodomitas, jóvenes y ancianos, todo el pueblo sin excepción, cercaron la casa. Llamaron a Lot y le dijeron: ¿Dónde están esos hombres que han venido a tu casa esta noche? Sácanoslos para que abusemos de ellos. Lot salió, cerró la puerta y les dijo: Hermanos míos, os suplico que no cometáis tal maldad. Escuchad: Yo tengo dos hijas vírgenes; os las voy a sacar fuera, y haced con ellas lo que queráis; pero no hagáis nada a estos hombres, puesto que han entrado a la sombra de mi tejado. Ellos le respondieron: Quítate de ahí. Y se decían: Este vino como emigrante y quiere constituirse en juez; haremos contigo peor que con ellos. Le empujaron violentamente y trataron de romper la puerta. Pero los dos hombres sacaron su brazo, metieron a Lot con ellos en casa y cerraron la puerta; y dejaron ciegos a los hombres que estaban ante la puerta, desde el más joven hasta el más anciano, de tal modo que no pudieron encontrar la puerta… Yernos, hijos e hijas y todos los tuyos que estén en la ciudad, sácalos de este lugar, pues hemos venido aquí para destruir este lugar porque las quejas contra él ante el Señor son muy grandes, y el Señor nos ha enviado para destruirlo.”
Los sodomitas, que pueblo tan particular. Francamente original el modo y manera de conseguir que dos forasteros se sientan como en casa. Nada mejor que el coito anal para romper el hielo y limar asperezas, dicho esto sin doble sentido, claro. La verdad es que la degeneración era generalizada según se dice aquí, que era todo el pueblo sin excepción. Y Lot, tan acostumbrado a estos desmanes en su pueblo, dispuesto a entregar a sus dos hijas vírgenes a cambio de sus dos invitados. No sé si esto es más decente y menos degenerado que aquello. Esto es un buen vecino y lo demás son gaitas. Desde luego mucha estima no es que les tuvieran a las mujeres en este pueblo.
“Y destruyó estas ciudades y toda la vega, todos los habitantes de las ciudades y toda la vegetación del suelo… La mujer de Lot miró hacia atrás y se convirtió en una estatua de sal.”
Ya está aquí el Señor Dios con aquello que mejor sabe hacer. Castigar a mansalva. Aniquilando hombres, bestias y vegetación del suelo, esta vez a base de azufre y fuego, nada de agua.
Este libro habla de creación, de futuro y de procreación. Ciertamente.
Pondremos a salvo a Lot y su familia y el Señor Dios hará llover sobre Sodoma y Gomorra azufre y fuego del Señor desde el cielo. Aniquilación del vicio y la maldad, y la mujer de Lot, por mirar atrás, convertida en estatua de sal por curiosona. No me parece equitativo, por una simple miradita semejante castigo. Otros han cometido autenticas canalladas y no recibieron castigo alguno, y no miro a nadie. ¿Cuál es aquí el mensaje? El Señor Dios aniquilando pecadores degenerados, de conducta aberrante. Entregado a la loable empresa de borrar el mal de la faz de la tierra, intentando que el hombre recobre una existencia digna en la que el bien gobierne sus actos y así, como de soslayo, convierte en estatua de sal a una mujer cuyo mayor pecado fue mirar atrás. Pregunto yo al Señor Dios: ¿Para qué la dejas marchar? ¿Para qué le das falsas esperanzas de salvación? Haberla calcinado en Sodoma con todos los demás. ¿Tan grave es, entre tanto degenerado, que un ama de casa eche una miradita a ver como los fríes? ¿No te parece a ti más grave entregar dos hijas vírgenes a una turba de depravados? Creo recordar que Caín mató a su hermano y lo dejaste morir de viejo. Yo habría hecho lo mismito que la mujer de Lot. A ver cuántos mortales, de carne y hueso, serían capaces de salir de Sodoma sabiendo que dejan atrás un episodio bíblico, un castigo divino ejemplar, con azufre y fuego del Señor lloviendo del cielo y tus vecinos friéndose por las dos caras, “over easi” que dicen los yanquis, y no echar una miradita. Además, alguien más tuvo que echar la miradita y contarlo, si no, ¿cómo nos hemos enterado nosotros?
ORIGEN DE LOS MOABITAS Y DE LOS AMONITAS.”Lot subió de Soar y se estableció en la montaña, y con él también sus dos hijas. La mayor dijo a la menor: Nuestro padre es viejo y no queda varón en la región que pueda juntarse con nosotras como hace todo el mundo. Emborrachemos a nuestro padre y acostémonos con él, y así tendremos descendencia de nuestro padre. Aquella misma noche emborracharon a su padre, y fue la mayor y se acostó con él sin que este se diera cuenta de que ella se acostaba y se levantaba. Al día siguiente, la mayor dijo a la menor: La noche pasada dormí yo con mi padre; emborrachémosle también esta noche y te acuestas tú con él, y así tendremos descendencia de nuestro padre, y la menor se acostó con él; y tampoco se dio cuenta de que ella se acostaba y se levantaba. De este modo las dos hijas de Lot quedaron encinta de su padre. La mayor tuvo un hijo, y le llamó Ben Ammí; es el padre de los actuales amonitas.”
Bueno, de tal palo, tal astilla. Estas son aquellas famosas dos que su papá ofrecía a sus vecinos. Y claro, a ver ahora quién les para los pies. De Sodoma tenían que ser. Y esto pasa porque el Señor Dios, por una miradita de nada, nos dejó al pobre Lot viudo, sin hembra a la que llegarse. Además, las órdenes primeras del Señor Dios fueron bien claras, multiplicaos. Pues otro remedio no había.
Queda aquí demostrado que el sueño de los ancianos, en aquellos primeros tiempos, era muy, muy profundo. Y las mujeres muy, muy perversas. Después, con el paso del tiempo y el lógico desgaste de la especie, el sueño de los ancianos se ha vuelto escaso y ligero. Las mujeres no sé si han cambiado para mejor o no, yo supongo que sí, a juzgar por lo que de ellas se cuenta y el trato que reciben en este libro, solo a mejor podían ir. Sin embargo no dice aquí nada de que fueran estas dos amantísimas hijas castigadas por semejante felonía, que a lo mejor por aquel entonces no era ninguna felonía. Por mucho menos, por echar una miradita a su padre desnudo, el Señor Dios, condenó a Cám a la esclavitud. En este libro, para un ignorante como yo, no hay un criterio claro por el que guiarse, no hay criterio.
ABRAHÁN EN GUERAR.”Abrahán se instaló en Guerar. Abrahán decía que Sara, su mujer, era su hermana. Abimelec, rey de guerar, mandó que le trajeran a Sara. Pero Dios visitó Abimelec en sueños, de noche, y le dijo: Vas a morir a causa de la mujer que has tomado, porque es una mujer casada. Abimelec, que todavía no la había tocado, dijo: Señor, ¿matarás también a un inocente? ¿No me dijo él que era su hermana y ella que él era su hermano? Yo hice esto con buena conciencia; por eso te he impedido pecar contra mí y no te he dejado tocarla. Ahora devuélvesela a ese hombre. Él es profeta, e intercederá por ti para que vivas… Abimelec tomó ovejas y vacas, siervos y siervas y se los dio a Abrahán… Tienes delante de ti mi territorio; habita donde quieras.
¿No es este el famoso timo de la hermanita que tan buenos resultados le dio a Abrahán en Egipto? Creo recordar que el Señor Dios no tuvo tantas contemplaciones con el Faraón en aquella ocasión. Me pregunto qué pudo ver el pobre Abimelec en una anciana, de más de noventa años, para perder el sentido como un colegial. Yo estoy convencido de que Sara tuvo que ser una mujer de belleza sublime para seguir causando estragos entre los hombres con sus noventa añitos. Y sigo sin adivinar qué motivos tiene el Señor Dios para proteger a Abrahán como si de un hombre recto y justo se tratara, cuando a todas luces carece de escrúpulos a la hora de enriquecerse. Por otra parte resulta, cuanto menos curioso, como estando los hombres en un principio hechos a imagen y semejanza del Señor Dios, han podido degenerar de tal manera, que así que ponen los ojos en una bella mujer, enseguida piensan en liquidar al marido y hacerse con la hembra. Muy curioso, sí.
NACIMIENTO DE ISAAC.”El Señor visitó a Sara como había dicho, y cumplió en ella cuanto había anunciado.
Dicho así, yo prefiero no enredarme con interpretaciones picantes del asunto, que no sería la primera vez, según antiguas y paganas leyendas, que un Dios se acopla con una mortal. Si no que se lo pregunten a sus hijos, los del Señor Dios, aquellos que en un capítulo anterior recorrían la tierra quedándose con las mujeres que más les gustaban. Prefiero no enredarme.
Isaac, así se va a llamar el muchacho deseado, que significa “aquel que hará reír”, “aquel con el que Dios reirá”. Porque antes había hecho reír a Sara y Abrahán. Que también en esto hay mensaje. Aunque aquí, en este libro, de la risa del Señor Dios, hasta ahora, no se ha dicho nada, ni de ninguna criatura, hecho, situación o circunstancia que pudiera provocarla. Nada, de risas divinas, nada.
“Sara concibió y dio un hijo a Abrahán ya en su vejez, en el tiempo predicho por Dios.”
El milagro prometido se ha consumado. Abrahán y Sara, un par de viejecitos, son padres de un hermoso bebe, Isaac. Tuvo que ser bien difícil la crianza. Estos dos viejecitos tenían que estar sanos como robles porque aguantar los berrinches y pataletas típicas del bebe, las madrugadas de insomnio, cambiar los pañales y darle su papillita con los temblores de manos normales a esa edad, es casi tanto milagro como haberlo tenido. En Isaac continuará el Señor Dios su proyecto, y a Ismael, el hijo que Abrahán tuvo con la esclava Agar, lo destina a vivir en el desierto, para que no moleste a su hermano Isaac a la hora de repartir la herencia y se convierta en un gran tirador de arco, que lo dice el libro.
Ser un gran tirador de arco es actividad más acorde con su condición de hijo de esclava. Esto lo digo yo.
PACTO DE ABRAHÁN CON ABIMELEC.
Abrahán, como siempre, trajinando pactos y negocios con el amedrentado Abimelec que, después de lo visto, ya sabe que hay que llevarse bien con el protegido del Señor Dios, y no con su mujer, no vaya a ser que por un asuntillo de nada extermine a todo un pueblo con bichos y todo.
SACRIFICIO DE ISAAC.”Después de esto, Dios quiso probar a Abrahán, y le llamó: ¡Abrahán! ¡Abrahán! Este respondió: Aquí estoy. Y Dios le dijo: Toma ahora a tu hijo, al que tanto amas, Isaac, vete al país de Moria, y ofrécemelo allí en holocausto en un monte que yo te indicaré.”
De verdad digo que a mí estos episodios me cuesta imaginarlos, visualizarlos. Lo intento y visualizo a Abrahán, que todavía no se ha acostumbrado a la hache esa que le colocó el Señor Dios en el nombre, con más de cien años, cara de asombro y tratando de recordar qué fue lo que comió, o bebió, que le produce alucinaciones tan demenciales y rocambolescas
-Qué raíz, hierba o mierda seca comí yo para escuchar esta voz que escucho diciendo semejante “estulticia”.
Y aquí fue, estoy seguro, la primera vez que se utilizó esta palabra en la historia de la lengua y de la humanidad, porque hacía falta. Por eso visualizo también al Señor Dios repitiéndole a Abrahán la mamarrachada esta tres o cuatro veces. Y Abrahán, asombrado, golpeándose la cabeza y deseando no haber sido elegido, ni haber firmado pacto alguno con semejante botarate de creador. – ¿Pero tú, Señor Dios, estás bien? ¿En tus cabales? Pero después de darme un hijo a mis cien años, después de hacer pasar a Sara,” estéril”, por un embarazo a sus noventa, con el peligro que tiene un parto a estas edades, ¿ahora me vienes con esto? No será mejor que te acuestes, que tú más de siete días no estás acostumbrado a trabajar.
Ya estamos, de viaje otra vez. Seguramente yo soy incapaz de entender qué divinas causas mueven a un Dios creador, todo él perfección y justicia, a experimentar con ideas tan pérfidas y dolorosas para los que, se supone, son sus elegidos. Si esto hace con ellos, ¿Qué no podrá hacer con los que no lo son? Tal vez los pueblos que sufren miseria, muerte y calamidades solo están pasando alguna de estas originales pruebas divinas a las que son sometidos los elegidos o, por el contrario, no habiendo sido elegidos, pueblan el planeta a modo de relleno, como las bestias campestres, y sus vidas y peripecias no le importan ni a Dios.
“Luego tomó el cuchillo para sacrificar a su hijo. Entonces el ángel del Señor le llamó desde el cielo y le dijo ¡Abrahán! ¡Abrahán! Éste respondió: Aquí estoy. Y el ángel le dijo: No lleves tu mano sobre el muchacho, ni le hagas mal alguno. Ya veo que temes a Dios, porque no me has negado a tu hijo, tu hijo único.”
Perdóneseme si en algo ofendo pero yo creo que aquí el libro no dice verdad. Hijo único lo sería, en todo caso, de Sara, que Abrahán, lo dice en este libro bien claro, ya tenía alguno más. Tampoco tengo yo muy claro que fuese un ángel del Señor el que detuvo a Abrahán. Yo creo que, conociendo a Abrahán y sus andanzas, Sara estaría sobre ojo, que para ella sí que era el hijo único, y viendo los preparativos y componendas que se traía su marido, siguiéndolo a prudencial distancia, le salió al camino con un garrote y le quitó las ganas de ofrendas y tonterías de patriarca.
-Si le tocas un pelo a mi Isi, te deslomo a palos, desgraciado. Tú siempre con tus bobadas y tierras prometidas y zarandajas. Siempre hablando, oyendo voces que te llaman y recibiendo encargos de ese Señor tuyo. ¿No es un Dios? Pues que lo haga Él y se deje de meterte a ti en tanto fregao. Idiota, que eres un idiota. Andar peregrinando por ahí, igual que un lelo, buscando dónde acuchillar a tu hijo… Te doy un palo en la cabeza y verás como ya no vuelves a escuchar voces. Majadero.
Al final solo era una broma pesada, acorde con la mente suprema que la concibió. Y todo este riesgo después de haber obrado milagros para que Sara quedara encinta. Menos mal que Abrahán no estaba algo sordo, que no sería tan raro a su edad, porque si no, para cuando el ángel del Señor quisiera pararlo, ya Isaac tenía una cuchillada y nos habríamos quedado sin la numerosa descendencia que necesita este proyecto. Ya me veo al Señor Dios escogiendo otro viajante casado con una hembra estéril. A mí estas ocurrencias, que en el libro se le atribuyen al Señor Dios, me suenan muy mucho a ocurrencias de cerebro humano. Humano y enfermo.

SOÑANDO OTRA VEZ.
En mi sueño veo a Abrahán afanoso de acá para allá, acarreando piedras y leña con las que construir un bonito altar en el que sacrificar a su hijo predilecto, Isaac, que está a pocos metros de allí, atado de pies y manos, mirando boquiabierto el trajín que se trae su padre. Abrahán no se ha dado cuenta de que un gorrino, con gafas de sol y botas de goma, se acerca con andares campechanos. Cuando lo ve Adán el gorrino está parado junto a Isaac. Abrahán, después de sobresaltarse, lo mira entrecerrando los ojos, intentando adivinar qué nueva aparición o fenómeno inexplicable es aquel. De dónde puede haber salido un personaje semejante, irreconocible hasta para él, un elegido acostumbrado a ver y hablar con ángeles y enviados del mismísimo Señor Dios. Aquello era un gorrino, eso es seguro. Pero erguido, con gafas de sol y botas de goma, él no lo había visto jamás.
Adán el gorrino baja un poco las gafas con su pezuña y, mirando a Abrahán por encima de ellas, le dice.
– ¿Qué andas haciendo?
– Estoy preparando todo esto. – Contesta Abrahán – tengo un encargo, algo que hacer. El Señor Dios me ha hablado, es algo importante. Tú no lo entenderías.
Adán señaló a Isaac, allí atado, y dijo.
– Sí, tiene que ser algo importante. Y muy raro. Tener a tu hijo aquí, atado de pies y manos, no parece un encargo de andar por casa. Parece que fueras a sacrificarlo como si fuera un carnero.
– Es su deseo. – Contesta Abrahán. – Él me lo ha ordenado. Me colmará de bendiciones si hago esto. Multiplicará mi descendencia.
– Pues en este caso más bien parece que está dividiendo esa descendencia tuya. – Le responde Adán con una irónica sonrisa. – Y para multiplicaciones yo creo que estás algo mayorcito ya. Ese afán que tienes por multiplicarte no cuadra muy bien con esta facilidad para liquidar a tu único hijo.
– El Señor obra milagros. Contesta Abrahán.
Adán, sentado en una piedra junto a Isaac, le contesta.
– Sí que obra milagros. ¿Te parece poco milagro conseguir que un padre sacrifique a su hijo como si fuera carnero? Si sacrificas a este no sé qué pensará su madre. Eso sí que va a ser un milagro, convencer a tu esposa para que multiplique tu descendencia, después de esta chaladura.
Abrahán ya tiene el altar terminado, un montón de piedras y leña, y empieza a pasear nervioso con un cuchillo en la mano mientras murmura.
– Tengo que cumplir la voluntad de mi Señor. Yo solo soy su humilde servidor.
Adán el gorrino se levanta para inspeccionar el altar, da un par de vueltas a su alrededor y asiente con la cabeza diciendo.
– Sí señor, ya está listo. Solo tienes que, como humilde siervo de tu Dios, coger a tu hijo amado y acuchillarlo. Si eres capaz de hacerlo, yo, desde luego, no te arriendo las ganancias. No creo que entonces te sirva de mucho esa humildad de la que hablas. Sería más humilde reconocerte incapaz de semejante disparate, cortar las ataduras a tu hijo y aceptar el castigo del tipo este que tú y yo sabemos. O, ya puestos a ofrecer vidas, deja a tu hijo y ofrece la tuya, que ya estás para criar malvas.
Abrahán, fastidiado, le contesta.
– Y tú ¿quién eres que hablas así? ¿Qué sabes de todo esto?
-Yo soy Adán, y doy gracias por no haber tenido padre, un padre como tú. Ando dando vueltas por la obra. He visto todo lo que el tipo este ha hecho y deshecho. Hasta que él empezó con todo esto, aquí no había mucho qué ver. Después ya no sabe uno dónde mirar, que en todas partes tiene materia y asuntos que resolver. Y no siempre le salen bien las cosas, que no todos son humildes siervos como tú, ni tienen sus bendiciones. Quién te dice que no cambia mañana de opinión y os vais tú y toda esa descendencia prometida a comer azufre, para colmar de bendiciones a otro, igual que hoy sacrificas a tu hijo. No sería la primera vez, ¿sabes? A él no le gusta mucho que yo ande husmeando por aquí hablando con vosotros. Él habría preferido que no me conocierais, pero a mí me gusta ver cómo van las cosas y, francamente, esto de tener atado a tu hijo de pies y manos y el cuchillo listo para dañar, no me parece síntoma de que aquí vayan bien las cosas. Yo, que tú, soltaría al chico y me lo pensaría un rato antes de darle gusto al Señor Dios y disgusto a tu señora esposa. ¿Cuándo acabes con esto qué harás? ¿Cuál va a ser tu vida? ¿Te consolará la multiplicación de tu descendencia de haber sacrificado a tu hijo favorito? Será la descendencia de un tarado. Mientras decía esto, como quien no quiere la cosa, Adán el gorrino iba soltando las ataduras de Isaac.
Abrahán contestó
¿Y qué puedo hacer? El Señor me ha colmado de bienes. He de obedecer y seguir sus designios. He de ofrecer a Isaac, mi hijo amado.
Adán concluyó   

-Pues qué vas a hacer, lo que hace la gente a tu edad. Dar paseos, contar historias, vigilar las obras y no andar por aquí sacrificando hijos, idiota. Y acompañó lo dicho dándole una colleja a Abrahán en el cogote.
– Ahí te quedas, yo me voy a seguir con mi garbeo, no quiero tener nada que ver con estas chifladuras que os traéis tú y el tipo este.
Adán se va valle abajo sin volver la vista y yo me despierto sin saber quién salvó a Isaac del cuchillo, si un ángel del Señor, o un gorrino con gafas de sol y botas de goma.