¡QUÉ BÁRBARO!

¡QUÉ BÁRBARO¡
Son marines americanos. ¡Jo! Qué bárbaro. Están en Haití, lo vi en la tele. Estaban allí, haciendo amigos entre la población de la isla. Dándoles una manta de palos porque querían coger comida, de la que se les pudre en el aeropuerto. Actos de pillaje dicen en la tele. Vándalos les llama la presentadora. Mi abuela los ve cobrar y les llama pobrecicos.
El de la porra es un marine. Un muchachote grande, americano e ignorante. Los marines no distinguen bien, solo obedecen. No distinguen una guerra de un cumpleaños, ni un enemigo de un pobre desgraciado Para ellos solidaridad es dar y dar, pero no les importa el qué. Ellos escuchan a su superior que dice: -A dar palos, que nos quitan la comida. Y ya puedes ponerte como quieras, que los palos te los dan. Pero, ¿no habían venido a ayudar? ¿Por qué unos muchachotes jóvenes y sanos, dan palos a diestro y siniestro a esos pobrecicos que llevan cinco días sin comer?
1-Porque las órdenes no se cuestionan.
2-Porque tienen el cerebro del tamaño de un garbanzo.
3-Porque han sido sometidos a un especial entrenamiento para poder estar especialmente entrenados.
Ya sé, esto es demasiado simple para nosotros, falta argumento en la frase, pero metida en un garbanzo es, prácticamente, una biblia. Y además a un marine no se le rechista, porque si tiene que repetir dos veces la frase esa de, especial entrenamiento para estar especialmente entrenado después de un especial entrenamiento, el garbanzo le entra en un bucle y, para salir de él, siempre acaba dándote de palos. -Pa pensar ya están los superiores.
Yo lo he visto en los telefilms americanos. Se arrastran por entre el lodo, lloviendo a mares, trepan, saltan, reptan, suben muros infranqueables, brincan como demonios entre neumáticos viejos(digo yo que serán viejos), son capaces de hacer un arma letal con un silbato y un chicle, no cogen catarro ni se les enfrían los pies, resisten más de tres minutos debajo del agua, si es con bombona mucho más, bueno, si es de butano no, pueden aguantar sin comer y bebiendo su propia orina, o la tuya, no sé cuantos días, muchos más que estos de Haití, si entra un marine con una escopeta de plástico y tapón de corcho en una habitación, da igual que dentro estés con otros quince armados hasta los dientes con metralletas y misiles tierra aire, os liquida a todos. Es un marine. Amiguito. Yo lo he visto, que después del durísimo entrenamiento, vuelven corriendo de una marcha de treinta quilómetros con las mochilas cargadas de piedras, y cantando.
¿Por qué en lugar de dar palos en Haití, no cargan sus mochilas de comida y se largan cantando a repartirla por esas calles impracticables para los camiones?

VIVIDORES

VIVIDORES
Quiero, antes que nada, pedir perdón por el vocabulario que en adelante, en este escrito, me veo obligado a utilizar. Puede ser malsonante, soez para algunos, de mal gusto para otros. A mí eso me da igual en este caso, pero quiero advertirlo, por si alguien quiere ahorrárselo. Tampoco el buen humor que tanto nos gusta tendrá cabida.
Haití se muere de hambre. Un terremoto, inevitable, los ha dejado sin lo poco que tenían. El hambre y la miseria son ahora palpables para el resto del mundo, ese mundo globalizado que tanto suena en boca de los incompetentes pesebreros que tenemos por gobernantes, aquí, en occidente. Televisión, radio, prensa, todos mostrando la increíble ola de solidaridad que invade el mundo. Toda una campaña de prensa para que, todos a una, echemos una mano a esos pobres desheredados de la tierra. Y todos acudimos, como no podía ser de otra manera. De todas partes del mundo acuden, además de equipos de búsqueda y equipos médicos, organizaciones gubernamentales y no gubernamentales, fuerzas de los ejércitos, personal cualificado y experto en catástrofes, asesores, consejeros, técnicos en logística, diplomáticos. A excepción de médicos y buscadores, todos los demás tienen un único objetivo, hacer llegar la comida y lo necesario a los desgraciados. El mundo se ha volcado en esta empresa. El mundo, la gente sencilla, las fábricas de comida, la farmacia, el voluntariado, ¡TODOS! Han respondido. Todos menos los expertos en catástrofes, los asesores, los consejeros, los técnicos en logística, los diplomáticos. Pues parece ser que no son capaces de organizar este caos. Parece ser que toda su preparación, todos sus estudios, toda su experiencia, toda esa voluntad de la que hacen gala, no sirve de nada. La comida no llega donde tenía que llegar. Las personas, hambrientas, empiezan a desbandarse. Cosa natural para cualquiera que haya pasado hambre de la de verdad, no para los que la han estudiado en la facultad. Cosa lógica para aquellos que, antes de la catástrofe, ya no tenían nada que perder, no para los que papá hizo de mecenas. Después de años de estudio, simulacros televisados y conferencias duerme burras, no son capaces de organizar la puta realidad. Solo son capaces de rechazar a palo limpio a una gente hambrienta, que quiere coger la comida que otros hemos dado para ellos, no para que se pudra por la incompetencia de estos hijos de puta.
Sí organizan, requetebién, las conexiones para las televisiones, justo en punto, cuando la señorita desde Madrid les da paso, desde el punto de la ciudad que se desee. También para Miami, Washington, Los Ángeles, Nueva york, Bruselas, Berlín, Roma, Ámsterdam, Paris, Londres, Pekín, Tokio, etc, etc, etc, etc, etc ¿Algún etcétera más? Una legión de reporteros y reporteras bien limpitos, sin cara de pasar hambre en todos estos días. ¿Por dónde se mueven estos intrépidos periodistas? ¿Por las mismas calles por las que no se puede llevar la comida? QUE SE LA DEN A ELLOS, ¡COJONES! QUE LA REPARTAN La comida no llega. Las televisiones sí. Es un derecho que tenemos, estar informados, no podemos renunciar a él.
Sí, puede llegar en unas horas el avión que transporta a cualquier cabrón en campaña de prestigio y liderazgo mundial.-Se hará lo indecible para ayudar al pueblo haitiano, lo dice serio/a, trascendental, riguroso/a, muy afectado. No se percibe en su rostro, ni en sus palabras, el más leve indicio de la insultante incompetencia que es toda su miserable persona y vida.
Colocamos un robot en Marte sin que se rompa. ¡Qué vergüenza!
-No hay infraestructuras. Esto es el caos. El aeropuerto está colapsado. Los cadáveres se amontonan. La comida se pudre en los almacenes mientras la gente se muere. ¿Y no hay ningún mal nacido de estos que reaccione como lo hacen los hombres de verdad?
Yo no soy diplomático de carrera ni tengo conocimientos en logística. Nunca estudié en una escuela que estuviera a más de diez quilómetros de mi casa. No me considero experto, ni autoridad en ninguna materia. Me paso la vida en una obra con sus mejores y peores momentos. Escribo tonterías en mi tiempo libre. Canto, a veces, en la ducha. Intento vivir y dejar vivir a los demás, me gusta ser correcto y educado. Sin embargo, con toda humildad, aseguro desde aquí que; si me hubiera tocado a mí, o a otro paisano que se vista por los pies, gestionar esta catástrofe, ignorante y torpe como soy:
Desde Miami (por ejemplo), con unos cuantos aviones militares de carga, con mucho menos gasto que bombardear de cabo a rabo una ciudad como Bagdad, sin colapsar ningún aeropuerto, con mucho menos dinero del que ha costado mover a tanto patán, sin tanta tele, ni campaña de prensa;
EN VEINTICUATRO HORAS, SEPULTO PUERTO PRÍNCIPE BAJO UN MANTO DE POLLOS ASADOS, PAN, AGUA, SALCHICHAS, MANZANAS, JAMÓN DE PAVO, DONUTS, PLÁTANOS, CHOCOLATE, BOTIQUINES DE CAMPAÑA, LINTERNAS, PICOS, PALAS, CUERDAS, SACOS, CLAVOS, MANTAS, CAMISETAS, CALZONCILLOS, FOLLETOS DE PRIMEROS AUXILIOS, PASTILLAS PARA EL ARDOR Y POSTALES DEL NIÑO JESUS.
¡SIN UN PUTO MEA PILAS ORGANIZADOR DE ESTOS ALLÁ ABAJO!
No soy experto, no tengo ningún máster en organización y gestión de situaciones críticas. Yo solo soy un paisano que sabe muy bien qué es lo que necesita esa pobre gente y que estoy dispuesto a ayudarles sin salir en ninguna foto. No necesita televisión, no necesita que yo vea desde mi casa cuán puta es su situación. No necesita que yo corra hoy a ingresar un euro en una cuenta. No necesita que la diplomacia mundial se lave la cara convirtiendo su aeropuerto en un pudridero. Necesita que alguien, con más cerebro y menos protocolo, le lance comida. Que alguien, con más vergüenza y menos arrogancia, haga su puto trabajo, cumpla con su obligación y se gane la vida de privilegio que lleva.
Por eso yo, desde aquí, pregunto lo mismo que ese paisano de Haití, que se viste por los pies, a aquellos que transportan comida desde todas las partes del mundo para que se pudra donde yo me muero de hambre.
¿Para qué ha servido todo eso que decís saber? ¿Para qué tanto donativo y campaña? ¿Para qué tanta reunión y acuerdo? ¿Qué habéis hecho vosotros, los de los trajes caros, las dietas astronómicas, los sueldos vitalicios, los coches blindados, los despachos calentitos, los sillones de cuero, los viajes relámpago, los baluartes de la solidaridad, las buenas palabras, las promesas facilonas? ¿Para qué servís? Si cuando nos hacen falta esos conocimientos que decís tener, se muestra vuestra ignorancia. Si cuando necesitamos de vuestro poder, se muestra vuestra mediocridad. Si solo sabéis organizar bien dos cosas, el dinero, y las guerras.
¿QUÉ COJONES ESTÁIS HACIENDO, VIVIDORES HIJOS DE PUTA?

FLAN DE HUEVO

FLAN DE HUEVO
Esto no va bien, y no me refiero a la obra. De la obra no se puede esperar otra cosa que imprevistos y chollos. Es la libreta eléctrica la que no va bien. Parece ser que, algunos, no consiguen entender el concepto.
Si digo: Estoy pensando en dejar la obra y dedicarme en cuerpo y alma a la libreta eléctrica, tener más tiempo para escribir, más tiempo para deleitaros con mis agudísimas observaciones. Más tiempo para alegraros la vida con mi fantástico sentido del humor. Más tiempo para indagar en el alma humana y mostrároslo de forma divertida, didáctica y sencilla. Más tiempo para difundir a los cuatro vientos esa filosofía de obra, humana y asequible para todos. Más tiempo para descubrir, en el día a día, lo ruin y lo admirable del ser humano.
Pues no. -¡Por favor! Sigue escribiendo, sigue indagando, sigue difundiendo, sigue alegrando, sigue deleitando, sigue descubriendo, pero, ¡no dejes la obra! Es muy divertido.
Si digo: Voy a dejar de ver la tele porque ya me aturdí bastante en tres días y no quiero seguir embotando el cerebro con tanto barro como sale por ella.
Pues no. -¡Por favor! No dejes de ver la tele. Nos encanta la tele desde ese punto de vista tuyo.
Si digo: Quiero que reine en la libreta eléctrica un ambiente cultural y educativo, una búsqueda de los humanos valores, una lucha por la victoria del criterio propio y el paisanaje, una independencia que no se someta a lo políticamente correcto y a la estupidez del rebaño.
Pues no. ¡Por favor! Haz todo eso. Sí. Pero, podrías explicarnos, antes, qué es un relé. ¿Y la tapa del delco?
A ver. ¿Dónde hablé yo de, dar desde aquí, un cursillo de mecánica?
¿No quedó claro desde el principio que la obra era un IM-PE-DI-MEN-TO para la noble función de escribidor que tanto nos gusta?
¿No dije bien claro que nunca veo la tele?
¿Cómo puedo yo, para complaceros, trabajar en la obra que tanto os gusta, seguir viendo la tele cuatro horas diarias para pasarlo al papel, impartir cursillos de mecánica, bajo pedido, y además escribir divertidas historias?
Bien, parto de la base de que soy torpe, muy torpe. No he sabido hacerme entender. No he sabido darle a la libreta ese espíritu que yo deseaba Acepto mi responsabilidad, pero no como nuestros gobernantes, que aceptan su responsabilidad pero no les cuesta un duro. No, yo la acepto de verdad. Entonces, aquí seguiré, escribiendo de la tapa del delco, del relé, de la obra, de la tele y de un montón de cosas que no me gustan. Aquí seguiré pagando, con sacrificios, mi torpeza a la hora de enfocar esta libreta. Me gustaría escribir, algún día, sobre alguna de las muchas cosas que sí me gustan. Por ejemplo: El flan de huevo. Gracias, a todos, por leerme.

EL CERO ABSOLUTO

EL CERO ABSOLUTO
Así es como me siento yo a veces, en la obra y fuera de ella, como un cero. Cada día me acerco más a la definición del cero absoluto. Últimamente, con demasiada frecuencia para mi gusto, me siento cero. ¿No lo habéis sentido vosotros alguna vez? Que hablas y no se te escucha. Que tu opinión y preferencias pasan desapercibidas a los otros, a los que te rodean, no se tienen en cuenta. Que siempre estás haciendo lo que apetece a otro, lo que se espera de ti.
La vida es cuestión de prioridades. Prioridades por todos los sitios pero ¿Cuándo las marco yo? ¿A mí, cuándo me toca?
Creo que si esto sigue así, en cualquier momento, desaparezco. Involuciono hacia mis propios adentros y me sumo a la nada que gobierna en la total falta de materia del cero. En este caso más bien me resto.
Pondré un ejemplo: Un día cualquiera, fin de semana, ya puestos a imaginar, que no sea laboral. A pesar de esto, el día se te va en conversaciones en las que nadie te escucha, en labores y faenas “obligatorias”, en prioridades. Si vas al mercado, las señoras, mucho más curtidas que tú en estos lances, te saltan el turno. En la pescadería más de lo mismo, te ignoran, no te ven, eres un mueble y apenas se te escucha hasta que alzas la voz, y entonces ya eres algo desagradable. Un cafetito, tomaremos un cafetito.-La leche muy, muy caliente por favor. Nada, ni caso, la leche fría. Si lo pides -solo templado por favor. ¡Hirviendo! Te lo dan hirviendo. ¿Es que no se me oye? Y tú empiezas a sentir esa extraña sensación de perder entidad, masa, o lo que sea que te diferencia del cero. El cero empieza a engullírsete. Pero llega por fin el anochecer, la puesta de sol maravillosa que no puedes ver, porque estás ocupado en ese momento con una prioridad en el sótano que se llama colada. Puesta de sol hay todos los días. Colada, solo los sábados. No pasa nada porque hoy tengo previsto, después de cenar, sentarme bien repanchigado en mi sofá y tragarme una película enterita, o un libro, o escuchar un disco. Es igual, lo que sea. Es una prioridad de las mías. Ya la cosa no empieza bien, porque no se cena lo que yo quiero. Hay otros gustos, otras opiniones, otras personas que tienen más poder de persuasión que yo, o son pequeñitos a los que nada cuesta complacer, o son grandes con mejor criterio que el mío, o mandan más que yo, o tienen mucho peor carácter que yo, o no se parecen tanto al cero absoluto como yo. Al final, el cero, también cena. Ahora sí, ahora toca esa pequeña prioridad, esa película que quieres ver desde hace dos meses. Bueno, todavía no. Hay que fregar. Y barrer la cocina. Mientras y tanto se charla un poquito. ¿De qué? De cualquier cosa, no importa, te sacan una conversación y cuando te has involucrado en ella, se van y te dejan hablando con los platos. Se te traga el cero hijo, se te está tragando. Por cierto, querido cero ¿tú te has duchado hoy? De acuerdo. La película puede esperar un poquito, hay que ducharse. ¿Y ese pitido que oigo??? El cero se ducha. El cero se seca. El cero se pone cremita. ¿Oigo un pitido? Me largo a ver la película. ¿Dónde crees que vas, cerito? Cierto, hay que limpiar el baño, la mampara, todo, no seamos guarros. Ahora ya sí, toca sofá. ¿Otra vez ese pitido? Sí, oigo un pitido, es la lavadora que ya ha terminado. Prioridad a la vista, la ropa no se puede quedar en el bombo mientras tú ves la película repanchigado en el sofá. Nos vamos a tender la ropa, cero. Por cierto, cero cenó pescado. Los deshechos están en la basura. Sería “prioritario” bajarla ahora mismo porque mañana ya será tarde. De paso, puedo aprovechar para sacar al perro. Cero no tiene perro.
El cero se me ha tragado, soy cero absoluto, No me veo en los espejos. En el cero absoluto no hay nada, nada.
Me voy a la cama, a dormir, a involucionarme hacia mis adentros.
¿No lo habéis sentido vosotros alguna vez?

RESPUESTAS

RESPUESTAS
Parece ser que en esta comarca no va a dejar de nevar. Ya estamos otra vez, no sé cuantas van, con la maldita pala abriendo sendas. En el resto del país se despiden del temporal, pero nosotros lo tenemos viviendo aquí. Esto tiene su parte positiva, que no hay obra. Otra vez quietos, calentitos, sin un duro y a la espera. Así puedo dedicar tiempo a la libreta eléctrica.
Alguien pidió una segunda parte de la historieta del dentista. Alguien quiere saber ¿qué coño es un relé? La verdad es que yo esperaba, algún día, convertir esta libreta eléctrica en una especie de atractivo consultorio en el que, bajo una perspectiva humilde y básica de albañil, aplicando esta filosofía de obra que aquí nos gastamos, responder, aconsejar y aportar ideas frescas y novedosas para resolver las preguntas y problemas, trascendentales o no, de los lectores. Accesible para todos. Sí señor, un gran proyecto. Con el tiempo, recopilando este trabajo, podríamos publicarlo como “FILOSOFÍA DE OBRA” por ejemplo. O lanzarlo al mercado en fascículos: “Cuadernos de obra”. Cada mes en tú quiosco.
Empezar este gran proyecto explicando lo que es un relé, o dónde ha ido a parar mi muela, no se me parece demasiado, la verdad. Ya la cosa empieza a sonar a taller, a manos sucias. Nada de filosofía e intelecto. Como toda mi vida. Sin embargo, los principios de toda nueva empresa son duros, hijos. Vamos pues con la muela y seguidamente con el relé.
LA MUELA: No la echo de menos. No quería irse, se aferró a mi mandíbula superior con todas sus fuerzas. La anestesia no hacía el efecto esperado y yo, sumido en el pánico, tuve que darle palique a la dentista. Es muy duro dar conversación, y que suene interesante, a una dentista con esa jeringa en las manos. Intentar que olvide que estás allí, con la boca abierta y sus dedos hurgándote dentro. Se me inyectó otra dosis, aunque yo hubiera preferido largarme
-Tal vez pasado mañana la anestesia me haga efecto. ¿No cree?
No, no lo cree. De aquí no salgo con la muela. Yo hubiera podido darle conversación durante dos o tres horas, pero la doctora tenía otras cosas que hacer y se puso a la faena mientras mascullaba entre dientes:
-Espero que no se rompa.
-Y yo también. Dije. Aunque a mí no se me oyó, porque tenía mucho miedo y era muy pequeñín.
Ni me enteré, majos. Todo mi pánico se volvió agradecimiento, y mis nervios, relajo. Un trabajo perfecto, he de reconocerlo. Ahora tengo una estupenda relación con la dentista, sin rencores. Nada de miedo ni tonterías. Ojalá no vuelva a verla nunca más.
EL RELÉ: Casi nada.
Parece una palabra de uso corriente, una palabra de lo más común, pero no lo es. De momento, para definirla, sinónimos, no tiene. Cuando para comunicar el significado de una palabra, para explicar el concepto, hay que empezar diciendo: “Es una especie de…” ¡Mal asunto hijos!
Vamos con la primera definición: Dispositivo que, intercalado en un circuito, produce determinadas modificaciones en el mismo o en otro conectado a él.
Creo que está clarísimo. Esta definición solo es válida para los que ya sabían lo que era un relé antes de leerla. El que la escribió podía haberse tumbado a dormir la siesta y habría hecho el mismo trabajo. ¿Dispositivo? ¿Intercalado? ¿Modificaciones? O sea, una cuchara sopera atada a dos cables podría servir.
Vamos con la definición de la Real Academia Española: Aparato destinado a producir en un circuito una modificación dada, cuando se cumplen determinadas condiciones en el mismo circuito o en otro distinto.
¡Ala! Ahora ya sí. Ahora ya podemos estar seguros de que, lo que es un relé, no hay Dios que lo explique. ¿Aparato? ¿Modificación dada? ¿Circuito? Una cosa parece ser cierta, el relé, produce modificaciones, se intercala en un circuito y es muy, muy ambiguo, todo lo que a él se refiere. No me extraña que el mecánico de la clandestina estuviera tan perdido.
Explicar lo que es un relé es empresa sumamente complicada. Otros, como hemos visto, han fracasado en el intento, pero aquí, en la obra, no nos rendimos fácilmente. Así es que desde aquí, desde chambombo, aplicando nuestra triple filosofía, filosofía de obra y de andar por casa, vamos a explicar meridianamente CLA-RI-TO lo que es un relé.
El relé es a la mecánica, lo que el duende es al bosque. Listo
Está bien, profundizaremos en el tema. Vamos a sustituir las palabras artilugio, dispositivo y aparato, por otra que los engloba a todos; Chisme. El relé es un chisme. Es un chisme del que todo el mundo ha oído hablar, que aparece en nuestras vidas solo cuando se estropea. Nadie ha oído hablar de un relé hasta que falla. También es cierto que el relé se lleva la culpa, junto con las famosas escobillas, de sus fallos y de los ajenos, antes era la tapa del delco. Así, el resto de chismes pueden estar tranquilos, siempre habrá un relé o unas escobillas a las que lanzar al cubo de la basura. Además, como es tan difícil de detectar cuando está defectuoso, siempre se puede arrancar uno nuevo y echarle las culpas. Sin embargo todo esto en nada nos aclara lo qué es un relé. Para entender lo qué es un relé, es bueno partir de este caos, porque él, el relé, es quien pone el orden y cuando falla, llega el caos y esto se pudo comprobar en la historia de la Clandestina, y a mí ya empieza a fallarme uno, porque me estoy liando y no sé a quién echarle la culpa. Pero de aquí hoy no se va nadie sin saber lo que es un relé.
RELÉ- Aunque parezca mentira, esto es un relé: Cuando nos acercamos a una base militar, a un cuartel, en la puerta suele haber un soldadito encargado de subir y bajar una barrera para permitir o denegar el paso. Este soldadito y su barrera, son el relé famoso. El permiso para entrar no depende del soldadito, depende de 1- quién lo solicita, 2-para qué quiere entrar y 3-de la orden de paso del oficial de guardia. El soldadito, al igual que el relé, abre o cierra, pero mandar no manda nada. Cuando, por la razón que sea, alguien que no debería de entrar, entra, o a alguien que puede entrar no se le abre la barrera, se produce un fallo. ¿De quién ha sido el fallo? Ya todos lo sabemos, siempre, siempre, del relé.
Meridianamente cla-ri-to, majos.