LA TELE 3
EL FIN DEL MUNDO
Ha llegado la hora, el fin del mundo ha llegado, o tiene que estar cerca.
Si no ves la tele es posible que vivas ajeno a todos los acontecimientos que lo anuncian, pero si le echas un vistazo, entiendes perfectamente que no puede faltar mucho tiempo para que esto se desmadre. Bueno, desmadrarse ya se nos ha desmadrado. A lo mejor no es el fin del mundo definitivo lo que se avecina, pero a mí me parece que, por lo menos, otro diluvio está al caer. Yo no la había visto antes, pero ahora que la he visto unos días, tres, estoy al tanto.
Yo lo he visto en la tele, que mientras nosotros nos afanamos aquí en nuestra obra, en gobernar cada uno como puede su vida y costumbres, hay otros en el mundo que rodean su cuerpo de explosivos y van a reventar allí donde su hazaña cause más dolor. Un dolor que nadie sabe ya cómo empezó, un dolor parecido al que siente él mientras se adorna con dinamita. Que mientras aquí, en la obra, el frio nos vuelve algo respondones, hay otros que lloran porque su chabola se la ha llevado un rio de lodo montaña abajo y su familia iba dentro. Una señora dice que quiere que su marido deje de jugar a las cartas con los amigotes a todas horas y llora desconsolada porque no la ayuda en las tareas del hogar, no quiere separarse ni cambiar de marido, quiere el mismo marido pero con otras costumbres, otra educación y una actitud menos machista. Otros se van con su garrafa y su hambre catorce quilómetros erial adentro, hasta algún pozo, en busca de agua sucia para beber en casa. Alguno está preocupado porque, si sigue nevando, no podrá acercarse a las rebajas antes de que se lo lleven todo. Una niña de dieciséis años reclama su derecho a operarse los pechos y ponérselos bien grandes para su cumpleaños. En alguna parte, en tierra de nadie, una muchedumbre se refugia de una guerra que ellos no querían, ni empezaron, ni entienden, una guerra que los dejó sin casa, sin familia, sin presente y con un futuro que no quieren ni nombrar. Sale también una señora que sabe todo lo que pasaba y se decía en casa de no sé quién, que ella hacía allí la limpieza y se enteraba de todo, cosas importantísimas que todo el mundo debería conocer. Un muchacho de quince años roció a su padre y a su madre con gasolina y les prendió fuego, mientras dormían, porque eran poco menos que hermanos de Satanás, querían que colocara su cuarto y dejara las zapatillas en la ventana porque olían a rayos. Un hombre llora ante las cámaras, suplica ayuda a una hermosa presentadora, antes, en su juventud, era una mujer, tuvo un hijo, pero dentro de ella sentía que quería ser un hombre, así que se olvidó de ser madre y se cambió de sexo, ahora, que ya es un hombre, se siente de nuevo mujer, quiere ser madre, volver a operarse y volver con su hijito que ya tiene quince años y el sentido común que su madre no ha tenido nunca, por eso no aparece por el plató, ni quiere saber nada y por eso está llorando su madre-padre. Algún chiflado, en el otro lado del charco, coge un fusil ametrallador y se carga a todo el que sale de un restaurante, hasta que dejan de salir, entonces entra él y acaba el trabajo. Salen hablando de los logros y progresos de la humanidad en los últimos diez años y allí donde más progresa, más horas trabaja el personal. Quieren que la gente se muera trabajando, que se jubile con cien años. En un desfile de modelos salen unas jovencitas bien delgadas, llevan vestidos, confeccionados con desechos industriales, que sientan igual de bien aunque pongas lo de atrás para adelante y que nadie sabe quién puede querer comprárselos. También se puede, si no das para más y sin moverse del sillón, ver lo que hacen y dicen, las veinticuatro horas del día, diez o doce memos metidos en una especie de jaula-casa, sin otra cosa que ofrecer que la mucha estupidez que los condujo hasta allí. Miles de niños mueren por falta de comida y otros miles van a empezar a morir por estar gordos como ballenas. Hay programas donde puedes ir y pasar pruebas, o hacer el imbécil hasta que te canses y te dan puntuación, no importa que sea ridículo, irrespetuoso, de mal gusto o sin interés artístico ni cultural, se trata de convertir en espectáculo el absurdo y la enfermedad mental, porque los mediocres no pueden ofrecer, ni exigir, otra cosa. Ahora en los aeropuertos, para tomar un avión, van a poder mirarte hasta en el ojo del culo sin pedir permiso, es por la seguridad mundial, por la lucha contra el terrorismo, yo creo que es porque los que tendrían que hacer este trabajo son unos anormales incompetentes y para no quedar ellos con el culo al aire nos miran en el nuestro (podríamos viajar todos en cueros y no harían falta todos estos gastos y expertos en seguridad, al paro todos los inútiles) Una joven pareja no podía tener hijos de forma natural y acudió a un tratamiento de fertilidad, ahora ella ha dado a luz cinco preciosas criaturas y no sabemos si el doctor que llevó el tratamiento va a ayudar a criarlos. Los japoneses han sacado al mercado sandías cuadradas. Las mujeres soldado ya pueden guerrear a gusto y gana, el sujetador de combate es hoy una realidad. El Nobel de la paz ha ido a caer en manos de aquel que gobierna y maneja la más poderosa maquinaria bélica de todos los tiempos. Salen también estadísticas de los pollos, vacas, corderos, pavos, cerdos, atunes y todo tipo de animales con los que nos alimentamos. A todas horas hay cadáveres y gente que muere violentamente, cadáveres descuartizados, reventados como erizos en la carretera. Yo supongo que vista desde el espacio, la tierra en la que vivimos, parecerá un maravilloso planeta azul pero, en realidad, es una inmensa y espeluznante picadora de carne.
Todo esto sale en la tele y mucho más, pero todo en su orden y sin aspavientos. Todo se ve y se olvida, y de nada sirve. Todo es para consumir, concursos y cadáveres, gente guapa y gente ridícula, ídolos y putas.
Podría seguir escribiendo sobre la tele pero yo, de tele, he quedado harto y saciado para el resto de mis días. No me gusta la tele, no me gusta lo que veo en ella, no me gustan los que en ella hacen vida. Creo, además, que luchar contra ella es una batalla perdida. Nunca he tenido demasiada fe en el ser humano como especie así es que, con lo escrito hoy, doy por terminado el asunto. Seguiremos en la obra, que me parece menos fría y sucia que la tele, majos.
Efectivamente, y salga o no en la tele, eso es el día a día.
Podemos no verla, pero eso no evita que muchas de las cosas que cuentas no sigan sucediendo. A veces esa tele informa, otras manipula, incluso critica, en muchas aburre y en las menos entretiene, pero la mayoría de los mortales en uno u otro momento acabamos asomándonos a ella, aunque sólo sea por un rato y para despacharnos a gusto con lo que vemos, o simplemente para cambiar de cadena en cadena y terminar apagándola diciendo que no había nada que mereciera la pena , pero resulta que todos la habíamos encendido, en vez de coger el libro y adelantar diez páginas en él.
Efectivamente, ha llegado el fin del mundo. Hemos tocado fondo, pero no hay cambios globales, sino individuales.
El mundo es más fuerte de lo que parece, pero terminaremos con él “estamos trabajando en ello” (con acento chicano).
La tele será una mierda, pero me ha permitido disfrutar de uno de tus mejores escritos, la televisión descrita por ti es algo maravilloso, lleno de injusticias, de absurdos, de voces, de personajes que vistos, dan vergüenza ajena, pero que al describirlos los conviertes en estupendos personajes de comedia. No sé si eres consciente del poder de transformación que poseen tus escritos, por favor no dejes de ver la tele!!!!
La tele…ya sabes Chambombo, lo buenísima que es para dormir la siesta…¡ese sopor! y dices que has quedado saciado para los restos… prueba alguna de esos días con insomnio y dejarás de reirte de mi cuando me ves tumbada en el sofá con el mando en la mano y una baba soporífera cayendo por la comisura de mi boca.Tienes razón en que todo lo que ponen es una mierda, ¿o lo he soñado? ¿puede que sólo sueñe con mierdas? ¿está la tele afectando a mis sueños? ¡¡¡¡SOCORRO!!!!!