MARUJA. ANIMAL EXTINGUIDO

Desde tiempos remotos es visible y manifiesto el desprecio y villanía con que el hombre ha tratado y sometido a la que le da la vida, la mujer. Hay libros, bien gordos y sagrados, que vienen a demostrarlo. Por entonces era cosa masculina y varonil. Hoy, en este occidente de progreso, libertad y bien estar, el desprecio y la villanía son aún mayores, que ya no solo es el hombre quien los practica. Ahora también lo practican las mujeres. Y cada día es mayor el número de ellas que, con actos y palabras y haciendo suyas la falta de miras y mala baba del hombre, avergonzadas de su condición verdadera y de la de su propia madre, abogan por igualarse en estupidez y soberbia con el hombre que las desprecia, y así, por mimetismo simiesco, luchan por igualarse con el hombre empuñando la espada y se convierten en esclavas del ansia de oro y poder que el hombre alimenta, adoptando para sí conductas y pensamientos que predican el desprecio por la que, por diferente, no les sigue la pantomima. El desprecio por las que no defienden su mezquino concepto de igualdad.
La igualdad solo conviene al rebaño, obedece al miedo, y la sumisión, y es condición que se consigue por defecto, rebajando el nivel de la que, por natural designio, aloja en su ser el incomparable y divino privilegio de engendrar y el incontestable derecho a luchar por ser diferente. A luchar también, si así lo quiere, por ser una maruja.
¿Qué era una maruja?
Nunca llegó a mis oídos definición verdadera que yo pueda repetir aquí, si acaso alguna opinión con más o menos gracejo, y con no poco vilipendio, hacia figura tan principal. Por eso voy yo a escribir aquí lo que otros se callaron, lo que interesa saber a los que, por carecer de claras entendederas, olvidaron que mamando de sus pechos y al calor de sus bondades tuvieron madre y criada y una vida de relajo. Que no les bastarían tres vidas para pagar lo que deben a la que en tan poca estima tienen. Así escribo.
Madre ejemplar, como lo son todas por ser despreciable la excepción si la hubiera, tanto en su cantidad como en su calidad. También como esposas por ejemplares hemos de aceptarlas, pues nada en contra salió nunca de boca de sus maridos.
Mujer convertida en maruja, en el mejor de los sentidos que al término se le pueda dar, de las que despreciando el mundo de ostentación, pompa y lujo que esta sociedad persigue, caminan de manera firme y constante por la vida, aplicando su filosofía de lo diario y cotidiano a todos aquellos problemas, sean del cuerpo o del alma, que la existencia gratuitamente aporta.
Acostumbran las marujas, no sé si por propia voluntad o por entrañable inclinación de quienes las rodean, a eliminar, cambiar y permutar las letras del nombre con que fueron bautizadas, transformándolos así en otros más cómodos y manejables, de más musicalidad, cuya terminación ha de ser, siempre que se pueda, la letra “i” o aquella que fonéticamente más se le parezca y colocándoles el articulo “la” como principio ineludible, añadiendo con ello otra nota musical al asunto. De esta forma, nombres como La Toñi, La Pepi, La Pili o La Juani, abundan y se repiten entre las marujas, quedando fuera de lugar aquellos que por su estructura, o por arrogancia y altanería de quien los disfruta, no han evolucionado. Sirva de ejemplo el siguiente; Doña Bernarda. Nombre a todas luces impropio para identificar con él a quien por maruja se tenga. Ejemplo este poco afortunado, ciertamente, por ser de todos conocidos los chistes y guasas que al coño de esta señora hacen alusión. Nadie relacionaría, sin embargo, tales guasas con la versión marujil del nombre, algo así como La Berni.
De forma vertiginosa avanza esta civilización nuestra, tecnológicamente avanzada, con los ojos puestos en otros mundos, hurgando descaradamente en los entresijos que gobiernan la vida y la muerte. Todo un elenco de celebridades, grandes hombres y mujeres abriendo caminos, ampliando horizontes para toda una especie. Astronautas que pasean alegremente sobre la luna. Científicos que pueden leer el libro cifrado de la genética, como si fuera el cuento de los tres cerditos. Cirujanos que cambian un corazón por otro, como quien cambia la pila de una linterna. Ingenieros que cualquier día conseguirán que la tierra gire en dirección contraria. A diario vemos a estos personajes dando conferencias, concediendo entrevistas, hablando en televisión, llevando a cabo empresas y tareas sin pausa ni descanso, en cuerpo y alma entregados a lo que llaman progreso. Con vida tan frenética y ocupada resulta realmente curioso observar, que sus ropas están siempre limpias e impecablemente planchadas, sus hijos atendidos y felices, su casa limpia y ventilada, y así pueden dedicarse a sus importantísimas tonterías mientras alguien hace el verdadero trabajo.
Jamás se le ocurriría a La Toñi largarse a pisar satélites por el espacio sin antes sacar la ropa de la lavadora, secarla, plancharla y colocarla. ¡Jamás! Meterse en un laboratorio a mezclar potingues con una impersonal y vulgar bata blanca, habiéndolas en el mercado de llamativos y vistosos estampados, a juego con zapatillas y pañuelos, es conducta carente de ingenio en la que se echa en falta el talento y la iniciativa que una maruja aportaría. Operar a un semejante a corazón abierto, sin antes haberle cantado aquello de “sana pupa sana, con unto de rana, si no sanas hoy, sanarás mañana.”Sólo puede ser obra de un atolondrado cirujano, no de una dulce maruja. Tampoco experimentar con máquinas y combustibles que todo lo ensucian sin tomar precauciones, extender periódicos por el perímetro, abrir ventanas y aplicar aquello de vale más prevenir que fregar, sería propio de marujas. Cualquier empresa realizan las marujas, dando gran importancia a las formas y los medios, sin que el fin los justifique, lo que hace que sea su conducta la más provechosa y conveniente para el buen vivir de la especie.
Gordas unas, flacas otras, hace tiempo que dejaron de colaborar con sus dineros al enriquecimiento de avarientas multinacionales, de las que prometen salud y belleza si te tragas los venenos que fabrican, o te embadurnan el cuerpo con repugnantes fluidos que solo Dios sabe de dónde vienen. Hace tiempo que las modas y tendencias que gobiernan a los imbéciles no significan nada para ellas. Hace tiempo que resuelven a diario, con humildad y modestia ejemplares, problemas y cuestiones ante las que economistas, ingenieros y científicos fracasan estrepitosamente.
De todas las ideologías y temperamentos hay marujas sobre la tierra y en todo aquello que hacen ponen el corazón. Se entregan con igual pasión y celo a todo tipo de actividades. Planchar camisas que impecablemente ha de lucir su oficinista marido. Convertir ropas de trabajo en prendas de pasarela para albañiles fashion. Organizar y combinar los vestuarios de padre, hijos y abuelos. Cocinar y alimentar de forma correcta y nutritiva a tres, cinco o siete personas, siempre con un presupuesto tres, cinco o siete puntos por debajo de lo necesario. Atender, cuidar y sanar todo tipo de dolencias y enfermedades sean o no contagiosas. Reciclar, aprovechar y alargar la vida de todo tipo de enseres y materias que otros han de heredar si los hubiere y si no, en solidaria donación han de ayudar a quien menos tiene, porque antes de que la solidaridad para con otros fuese oficial y programada, con todo tipo de redentoras organizaciones y entidades, ya las marujas la practicaban de forma propia y natural, sin pompa ni boato. Es guía, rastreador y adalid cuándo de viajar se trata, resuelve encrucijadas, advierte peligros, organiza, soluciona, coloca, zanja y decide como el mejor de los caudillos. Es soporte imprescindible cuándo la desgracia o el infortunio golpean a los suyos, aportando la dedicación y constancia imprescindibles para mantener viva la esperanza, como solo una maruja puede hacer.
Modista, diseñadora, cocinera, enfermera, economista, gerente, misionera, maestra, consejera, sicóloga. Todas estas y muchas más son las funciones que con esmero y humildad desarrolla cualquiera que por maruja se tenga y, aunque parezca imposible, todavía encuentran hueco en su apretada agenda para asistir a innumerables cursos de manualidades, visitar semanalmente el gimnasio, realizar saludables caminatas, organizar cumpleaños, teñir el pelo a La Juani, ponerse al día en el apasionante mundo del chisme, la habladuría y el cotilleo mientras se toma un café con leche en compañía de las de su igual y, si la maruja en cuestión se desenvuelve en ambiente rural, además de lo ya dicho, planta lechugas, tomates, pimientos, zanahorias y todo tipo de plantas y flores de jardín, cría gallinas, pavos y, en ocasiones, animales de mayor envergadura y peligrosidad. Nada hay que una maruja no pueda llevar a término, nada.
Mientras, la humanidad alaba y glorifica a sus dirigentes, engrandece y elogia a sus estudiosos, adora y pone alfombras a los pies de ídolos soñados. Y todos ellos, ídolos, estudiosos y dirigentes no son otra cosa que ruido y parafernalia, comparsa de inútiles, caterva de codiciosos que nada significan ante el señorío y la sufrida presencia de una humilde “MARUJA”
Haya, para todos, salud y suerte.

EL CONTABLE

EL CONTABLE. CAPÍTULO UNO.
Folio segundo
Yo era bien pequeño cuando Marina tuvo “el asunto”. Así era como le llamaban todos a Urbano cuando todavía no había nacido. Yo no soy familia de Marina, ni tengo con ella otra cosa que haber vivido en el mismo pueblo. Ni siquiera soy nacido en él, que yo era por entonces un nómada obligado. Yo viví en aquel pueblo como viví en otros muchos, porque mi padre se mudaba y nos mudaba a todos con él. Y yo cambiaba de escuela, tardaba mucho en hacer amigos nuevos, por eso me fijaba más en lo que decían los mayores, para impresionar después a otros niños con lo mucho que yo sabía de las cosas de los mayores.
Por eso cuento lo que escuchaba, sin entender muchas veces lo que querían decir, ni por qué se reían de cosas que a mí no me parecían nada graciosas. El caso es que durante una temporada, fuera dónde fuera, siempre salía la misma conversación, “el asunto” de Marina.
La señora Perpetua dijo por aquel entonces que Marina estaba triste y que si no se espabilaba, el niño le saldría mermado. Bueno, ella dijo mermao, pero a mí me había dicho el maestro que eso estaba mal dicho y que había que escribirlo incrustando la de, porque dos vocales juntas siempre traen problemas, siempre. Nunca sabes si hay que poner acento, ni cuál de ellas se lo lleva. Urbano, como decía la señora Perpetua, salió mermado, o sea, menudito y esmirriado, porque Marina estaba triste y “acambonada”. Yo sé que esta palabra no está en el diccionario, pero la señora Perpetua la dijo. Porque la señora Perpetua, igual que muchas personas de la comarca, decía palabras y más palabras que no estaban en el diccionario, pero tenían significado, como las que sí están. Significa acobardada.
La señora Perpetua era un bulto de ropa negra. La señora Perpetua no se vestía, se envolvía. Del cuerpo solo se le podía ver aquella cara arrugada como una manzana reineta, y dos ojos escondidos. Solo le quedaba un diente y siempre estaba fuera de la boca, como si también él quisiera marcharse como habían hecho los demás. Pero la señora Perpetua era la enciclopedia del pueblo. Lo sabía todo. El tiempo, las enfermedades de los hombres y de las bestias, los remedios, las recetas de cocina y todo lo que le preguntaban los vecinos. Todo menos el nombre del que le había preparado “el asunto” a Marina. La señora Perpetua fue la culpable de que Marina le pusiera al niño el nombre de su difunto marido, Urbano.

HABLA EL PRESIDENTE

Queridas ovejas:
No. Ovejas, no
Queridos burros:
Vaya. No, tampoco, no.
Estimados ciudadanos:
Es hora de hablaros con franqueza, de decir la verdad. No puedo negaros que atravesáis tiempos difíciles. Circunstancias económicas desfavorables que complican vuestro normal discurrir por la senda del progreso. Vivís momentos de incertidumbre financiera. Una situación de inestabilidad que amenaza los avances en política social y vuestro afán de lograr una sociedad más justa e igualitaria.
Sin embargo, estas circunstancias adversas no han de causaros el desaliento, si no, muy al contrario, han de serviros como acicate. Han de serviros para, ahora más que nunca, unir vuestras fuerzas y acometer las medidas oportunas que nos ayuden, a todos, a salir con gallardía de la actual situación.
Es evidente que será necesario, por vuestra parte, hacer grandes sacrificios. Quiero deciros que no estaréis solos en esta empresa. Nosotros, el gobierno e instituciones, aportaremos el trabajo ímprobo y la abnegación que nos caracteriza cuando de servirnos del pueblo se trata. (Se me escapa la risa) Lucharemos sin desfallecer para permanecer en el lugar de privilegio que ocupamos, al margen de la situación, y tomaremos las medidas que sean necesarias para conseguirlo.
Expongo a continuación algunas medidas que desde el gobierno, de manera solidaria con el que es nuestro pueblo y razón, se pondrán en funcionamiento para reducir el gasto:
1ª- Se incrementará, de la forma que fuere, por las buenas o por las malas, la recaudación en concepto de pagos, cuotas y multas. No importa del tipo que sean. Se multará y cobrará sin piedad ni miramiento. Por el coche viejo, por la velocidad, por el cinto, por las luces, por la ITV, por el teléfono, por dejar la bici en cualquier sitio, por fumar, por coger setas, por orinar, por cruzar la calle, por hacer barbacoas, por llevar perro, por no multar también se multará y por todo aquello que pueda ser susceptible de ser sancionado. Se prestará especial atención a toda aquella conducta, actitud, o idea que pudiera servirnos de disculpa, por peregrina y retrógrada que esta sea, para tratar al ciudadano normal y corriente como al habitual delincuente y sacarle así hasta la manteca de las entrañas.
2ª- Se reducirán los gastos y costes que este gobierno soporta para con los ciudadanos que menos tienen, de la forma y manera que sea. Se eliminarán las ayudas a desempleados. Se reducirán costes sanitarios, se aplicará menos anestesia, se utilizará una cama para cada dos enfermos y una enfermera por planta, Se bajarán los sueldos. Se reducirán plantillas. Se ampliará la edad de jubilación para que sigan produciendo y cotizando hasta que la funeraria venga a buscarlos. Se suspenderá cualquier obra que responda a las necesidades de los ciudadanos para poder soportar aquellas que apuntan hacia el servicio y la comodidad de altos cargos y vividores varios.
Quedan exentas de estas sanciones y recortes:
1-El número desmedido de diputados, consejeros, presidentes, vicepresidentes, adjuntos, secretarios, asistentes y moscas de la mierda que pululan por nuestras instituciones.
2- Las jubilaciones, sueldos y dietas de altos cargos, banqueros, políticos y adláteres.
3-Los gastos faraónicos de las administraciones e instituciones, medievales, que soportamos.
Desde el gobierno de la nación, con una crisis como la que estáis soportando por culpa de especuladores financieros y avaros, no queremos que el pueblo alimente la esperanza de que sus gobernantes y la clase social más alta e indecente de este país de vividores y filibusteros, vayan a colaborar en el sacrificio ni a perder un ápice de su condición.
Como vuestro presidente que soy, os he hablado con franqueza. El que no esté a gusto, ya sabe dónde está la frontera.
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EL CONTABLE

EL CONTABLE. CAPÍTULO UNO.
Folio primero
Érase una vez un contable. Y me parece que ya está todo dicho.
Otra opción sería remontarse al día en que Urbano nació, de madre singular y padre plural, porque nunca se supo a ciencia cierta quién fue su padre. Unos decían que era hijo de un caminero de Burgos, de talla mediana, que por aquel entonces correteaba arriba y abajo las carreteras de la comarca en una Vespa de pequeña cilindrada. Bueno, las carreteras no, la carretera, porque solo había una. Por eso el caminero tenía tanto tiempo libre para perderse por entre las faldas de…sabe Dios quienes. Otros decían que a Marina, su madre, se lo habían hecho en el accidente del coche de línea, en el tumulto de cuerpos en que se convirtió al volcar. Siempre hay desaprensivos, más de uno, que aprovechan cualquier oportunidad para tomar lo que no deben. Por eso volcó el coche de línea. Porque Matías, el chofer, tomó lo que no debía, y tomó más de la cuenta. Pero Matías es seguro que no fue, porque tuvieron que sacarlo de entre el asiento y el volante haciendo palanca con los desmontables de arreglar pinchazos. Y si fue Matías es porque Marina lo andaba buscando. Digo yo. Alguien dijo en la cantina, con voz seca y gesto seco también, que le dieran por amor de Dios un buen trago de vino y que Urbano era hijo de un tratante de ganado que vivía dos pueblos más arriba, y que si hubiera sido un ternero lo habría reconocido como suyo pero, como solo era un contable, que no quería saber nada. Aunque él no podía entonces saber que Urbano iba a ser contable, pero el que lo dijo, lo dijo así, como yo lo cuento. El cura párroco del pueblo intentó sacárselo a Marina, porque al parecer, sabiéndose el nombre del cómplice necesario, la culpa, Urbano en este caso, se reparte. Cosa matemática por otra parte. Y porque un cura no puede poner la correspondiente penitencia si no tiene todos los datos, pormenores y participantes en el pecado.
– Marina, hija, tienes que hablar. Porque vas a condenarte, por no confesar ante Dios todo misericordioso y sincerarte con Él, y conmigo que soy tu cura párroco, tu pastor, tu consejero. Por ser tan tonta y no decir aquí quién es el ingrato que te hizo esto y ahora te abandona. Por ser tan inocente y dejarte mancillar. Y porque si no lo dices vas a arder en el infierno más infierno que te puedas imaginar por toda la eternidad, y Urbano también, por tu culpa Marina. Por puta.
Pero Marina de matemáticas estaba pez y nunca soltó prenda.

YO TAMBIÉN SOY ESPAÑOL, PERO RARO

Yo nací aquí, en España. Me siento español porque no me parece razonable sentirme de otro lugar. Además creo que me sería bien difícil sentirme congoleño, polaco, o de Oklahoma. Es cierto que soy un español en la clandestinidad, de los que no tienen voz. Nadie hace ruido con mi opinión, no está de moda. Yo no vibro con “la roja”, pero sí quiero que gane. No me enorgullece eso que ahora llaman gestas, solo porque quien las realiza sea paisano, a veces me alegra, que no es lo mismo. Yo veo, cada día a mi alrededor, personas anónimas realizando auténticas gestas para salir adelante, pero sin televisión de por medio, ni honores. No defiendo lo español a ultranza, se llame como se llame. Soy un español raro en estos tiempos de fariseos bien pensantes.
No admiro a todos esos triunfadores que la prensa agasaja con sus elogios. No quiero escuchar esa canción de: Premios al esfuerzo, sacrificio, trabajo duro, trayectoria impecable, concedidos a ídolos de veinticinco años, solo porque se han llenado los bolsillos de plata, rápidamente. No querría que mis hijos los tuvieran por modelo. No querría que mis hijos soñaran con ser como ellos. No querría que mis hijos admirasen su conducta ni su trayectoria.
La persona que, haciendo lo que sea, tras duros entrenamientos, sacrificio, constancia, dedicación, renuncia y disciplina consigue el éxito, es admirable, cierto. Pero no es necesario que se haya forrado en el intento. También lo es, desde mi punto de vista más admirable aún, la persona que tras duros entrenamientos, sacrificio, constancia, dedicación, renuncia y disciplina a duras penas consigue llegar a fin de mes.
Yo no siento orgullo ni admiración por alguien que además de triunfar en su disciplina, en aquello que es su pasión, ganándose su bien merecido y más que generoso salario, recauda sin descanso por conceptos tales como vestirse con los trajes de Fulano, ponerse los relojes de Mengano, conducir los coches de Merengano, calzar las botas de Fuchingano, usar los calzoncillos de Perentano, beber los refrescos de Franquichano, ponerse la colonia de Pestisano, o limpiarse el culo con el papel de Cagasano. Yo no siento ningún orgullo ni admiración. Yo creo que es un avaro. A mí no me representa ni me emociona ningún avaro, haga lo que haga y se llama como se llame. Yo soy español, pero raro, y no quiero embajadores de esta calaña. Avaros, adornados por la prensa con un brillante barniz de humildad, sencillez y cercanía. Adornados con solidarias fundaciones.
“AVARICIA” se llama, aunque la vistan con honores y le concedan premios mediáticos y prostituidos.
Yo no querría que mis hijos admirasen a semejantes fulanos.