LENTEJAS CON PIMIENTOS DEL PADRÓN
Hoy la obra ha sido un infierno, lo reconozco, pero es que esta obra, y lo que en ella vivimos y aprendemos, nunca deja de sorprendernos. Uno de nosotros, no voy a decir quién porque siempre hay personas que sacan conclusiones y juzgan como trascendental lo que solo es anecdótico, ha tenido el día francamente duro y nos lo ha hecho duro a los demás. Lentejas con pimientos del padrón. Cuestión culinaria, tema delicado, escatológico y de narices. Los pedos han convertido la obra en un infierno. La convivencia se ha visto seriamente dañada, la amistad se ha puesto a prueba y habría sido mejor dejar la nariz en casa. Uno de nosotros ha sido el culpable, bueno, sería más justo decir que, la novia de uno de nosotros ha sido la culpable y nosotros tres las víctimas de su afán por innovar en el apasionante mundo de la alta cocina.
Toda ciencia necesita de aquellos que aportan nuevas ideas, revolucionarios conceptos que ayudan al progreso, enfoques que aportan una visión más amplia y abren nuevos y desconocidos horizontes en la materia, “investigación” en definitiva. Toda investigación conlleva un riesgo. De los riesgos estoy hablando aquí.
El domingo, día del señor, es el más propicio para romper esa monotonía culinaria en que se mueve la plebe. Eso debió de pensar ella, “la culpable”, cuando añadió, a las inofensivas lentejas, un puñado de pimientos del padrón, que unos pican, y otros no. Viendo y oliendo los efectos, yo creo que picaban todos.
Según cuenta el que se alimentó con ellas, las lentejas con gasolina se tragan mejor, pican menos y no hacen falta dos litros de agua para comerlas. Dice además que, tras la calamitosa ingesta, ni se te ocurra encender ese cigarrillo, que el riesgo va en aumento y la siesta se torna peligrosa. Puedes verte envuelto en llamas, mientras duermes, por causa de una fina, silenciosa y suave ventosidad que combustiona sin necesidad de chispa alguna. Si por el contrario la ventosidad es importante y ruidosa, más te vale abrir las piernas y salvar así la cara interna de los muslos, has de abrirlas con decisión, sin titubeos, y separar bien los pies, porque si no podrías calcinar los tobillos. Obvio es decir que las ventanas han de permanecer abiertas, independientemente de los grados bajo cero que pueda haber en la calle, que los catarros y enfriamientos tienen mejor cura que las quemaduras de tercer grado o las inhalaciones de gas letal. Por supuesto, queda terminantemente prohibido compartir cama con nadie, al menos, en los tres días posteriores, acercarse a zonas habitadas y manipular líquidos inflamables.
Aquí, en la obra, después de sufrir los efectos a medio plazo, veinticuatro horas después de la ingesta, hemos llegado a la conclusión de que, en el código penal, debería estar tipificado como delito el andar por ahí como una bombona de butano sin advertir a otros ciudadanos. Una advertencia, con un bonito y llamativo cartel, como en los paquetes de tabaco:
”Manténgase alejado del radio de acción de esta máquina. No lo parece, pero MATO”.
”MATO”, en rojo, bien visible.
También hay acuerdo entre nosotros en considerar como necesario y bien de utilidad pública, que puede ayudar a salvar vidas, el dar a conocer este triste y desagradable capítulo, para que a nadie se le vuelva a ocurrir aderezar las lentejas con pimientos del padrón poniendo en peligro su propia vida y la de otros.
El que se las comió, queda disculpado porque los albañiles, por amor, somos capaces de acometer las gestas más extraordinarias y de hacer las estupideces más insospechadas.
Hoy ha sido un infierno, hijos.
Una receta culinaria tan exquisita y graciosa como la que cuentas tenía que estar buena sí o sí, claro que hay estómagos y paladares que no están preparados para bocados tan apetitosos como este, luego se ponen de disculpa esos daños colaterales llamados, en el mejor de los casos, “gases” (pero ¿no eran las alubias las que los provocaban, y no las lentejas?)
Hoy nos has hecho reir un rato con el plato de marras