LA BIBLIA DE LOS LOCOS Capítulo 6º

MUERTE Y SEPULTURA DE SARA.
Y con estas, y otras ya contadas, acabaron con la dulce Sara. Ciento veintisiete años de alegrías y rabias. Sara, la madre del pueblo elegido, hembra estéril que tuvo un hijo a sus noventa y tantos, ha muerto.
Que se atreva a reírse, en este libro, ya solo nos queda Abrahán.
MATRIMONIO DE ISAAC.
Abrahán, ya viejo, manda a su más fiel criado en busca de una esposa digna para su hijo Isaac, que no sea cananea por supuesto. Ciega había de ser la confianza en tal criado para encomendarle tan delicada misión. Es el caso que, el criado, encomendándose al Señor y siguiendo sus indicaciones, encontró a Rebeca que, casualmente, era prima segunda de Isaac, y la trajo a su amo. A juzgar por la cantidad de regalos y presentes que, según el relato, repartió el criado a diestro y siniestro, también podría decirse que a Isaac le compraron esposa, que tampoco es de extrañar, porque no es empresa fácil convencer a una moza de que abandone vida y familia y se embarque en matrimonio con un fulano que ni siquiera se molesta en buscarla él mismo. Una de dos, o es un vago redomado, o es tan feo…
“Isaac introdujo a Rebeca en la tienda de Sara, la tomó y fue su mujer. La amó, y se consoló de la muerte de su madre.”
Ansioso debía de estar Isaac esperando, que ni media palabra cruzó con su flamante mujercita y allí, en la tienda de su difunta madre, la tomó para sí. Tampoco era cuestión de rechazar sin más la que había sido, a todas luces, escogida por voluntad del mismísimo Señor Dios en tierras lejanas, que las de tierras cercanas, por ser cananeas, estaban vedadas a Isaac. Cosas del Señor Dios.
MUERTE DE ABRAHÁN.
Abrahán ya viejo, pero no tanto, aún tomó tras la muerte de Sara otra mujer llamada Queturá de la que tuvo, sin mediar milagro alguno, otros seis hijos. A esto le llamo yo saber envejecer. A estos, los hijos de sus concubinas según dice el relato, les hizo donaciones y los alejó de Isaac. Parece ser que, una vez viudo, el amigo Abrahán recobró una vitalidad y un gusto por la reproducción desmesurado para su edad. Mala suerte el que su amada esposa, Sara, fuera estéril hasta los noventa años, porque si no ellos solitos se habrían bastado para poblar la tierra prometida. Por otra parte es natural que, siendo tan reproductivo, aleje de Isaac a sus otros herederos, para evitar futuros pleitos que solo conducen a la desintegración de un jugoso capital conseguido con esfuerzo, sufrimiento y la ayuda del Señor Dios.
“Abrahán vivió ciento setenta y cinco años. Murió en buena vejez, anciano, lleno de días y fue a reunirse con sus antepasados.”
No es para tener queja la existencia del bueno de Abrahán y la apacible forma de terminarla. Casi se hace extraño que un hombre como Abrahán, con las peripecias y aventuras que en este libro se relatan, muera de forma natural, si por natural entendemos la vejez y progresiva pérdida de energías. Tampoco habría extrañado a nadie que un camellero errante se hubiera topado de morros con el cadáver de Abrahán, tirado en una cuneta con evidentes signos de violencia. Que hay Faraones muy rencorosos, esclavas despechadas, herederos de segunda. No habría sido tan raro en aquellos tiempos, ni en estos.
DESCENDENCIA DE ISMAEL.
Nombres, más nombres.
ESAÚ Y JACOB.”Abrahán engendró a Isaac el cual, a la edad de cuarenta años, se casó con Rebeca, hija de Betuel, el arameo de Padán Arán, y hermana de Labán. Isaac rezó al Señor por su mujer, que era estéril. El Señor lo escuchó, y Rebeca quedo encinta.”
¡Rebeca estéril! Esto es una maldición. Gracias al Señor Dios que una vez más convirtió en fértil a una hembra estéril, Isaac y Rebeca tuvieron hijos. Parece ser que ya en aquellos tiempos tenían las parejas serios problemas para tener hijos y que no es cosa de hoy como yo pensaba, solo que por aquel entonces los tratamientos de fertilidad los llevaba directa y exclusivamente el Señor Dios. Ventaja para las mujeres, que no tenían que someterse a las barbaridades por las que tienen que pasar hoy, ni meter en el cuerpo los venenos que hoy se meten, aunque siempre bajo estricta supervisión y consejo médicos, con todo bajo control y sin que exista ningún riesgo para ellas, ¡Ja! También estos jugando a ser Dios.
Dos fueron los hijos dice aquí, Esaú y Jacob. Esaú nació primero, rubio, velludo, tontorolo y bravucón, con afición a la caza y esto agradó a su padre, Isaac. Jacob nació agarrado al talón de su hermano Esaú y no sé yo que explicación dar a este detalle, pero pienso buscarla, que no pasó desapercibido al escribiente. Jacob era hombre tranquilo y amante del campo y esto agradó a su madre, Rebeca, y ya empezamos con ligeras discrepancias, con lo peligrosas que en este libro acaban resultando. Pronto dio muestras Jacob de poseer aptitudes más que suficientes para convertirse en el futuro elegido del Señor Dios. Lo primero y más importante era conseguir la primogenitura que correspondía a su hermano Esaú, porque en este libro se da una tremenda importancia a los primogénitos, unas veces para bien y otras para exterminarlos, como tendremos oportunidad de apreciar. Aprovechando el desfallecimiento con que Esaú llegaba a casa tras un día de campo, Jacob le compró la famosa primogenitura por un plato de lentejas que tenía preparadas. Dice el libro: “así menospreció Esaú su primogenitura.” Pues será diferencia de criterio, pero a mí me parece este Jacob algo cabroncete. Nuestro querido Jacob, no cabe duda, ha salido a su abuelo.
ISAAC EN GUERAR.”Hubo hambre en el país (otra distinta de la que hubo en tiempo de Abrahán) e Isaac se fue a Guerar con Abimelec… Isaac se estableció en Guerar. Las gentes del lugar le preguntaban si Rebeca era su mujer, y él respondía que era su hermana, pues tenía miedo de decir que era su mujer; porque como Rebeca era muy bella pensaba que aquellos hombres podían matarle.”
Cuestión de familia parece ser, la misma estrategia que su difunto padre Abrahán. El truco de la hermanita. Pero claro con semejantes bestias, y no de las campestres, ignorantes de la creencia popular que asegura que las guapas son tontas y dispuestos a matar al que tengan por marido, no es de extrañar. Estoy empezando a pensar que el Señor Dios escoge a sus elegidos porque tienen mujeres guapísimas. Tan hermosas y despampanantes que, allí dónde va, se ven obligados a recurrir a tretas y componendas de catadura más que dudosa.
Yo supongo, leyendo estas cosas, que la población femenina, en aquellos tiempos, era un auténtico batallón de adefesios y la masculina una caterva de memos lujuriosos, y por eso una mujer hermosa causaba conmoción y cataclismo entre los varones. Menos mal que aquí Abimelec, según el relato, un día, mirando por la ventana, se percató de la situación y prohibió bajo pena de muerte tocarles un pelo. Un poco repetitivo el guión. ¿No?
Por cierto, no quiero seguir sin antes aclarar el asunto de nacer Jacob agarrado al talón de su hermano. La verdad es que poca explicación he encontrado. Todo se reduce a que el nombre Jacob, según dicen, significa “el que sujeta por el tobillo”, o “el que suplanta”. A mí me parece más acertada esta última. ¿Quién lo dice? Pues expertos, estudiosos, profesores de teología, yo qué sé. Aquí lo digo yo. Explicar no explica nada pero parece ser que en el nombre ya le iba el destino.
“Isaac sembró la tierra donde estaba, y aquel año recolectó cien veces más. ¡Tanto le bendijo el Señor! Se enriqueció y se fue enriqueciendo más y más, hasta llegar a ser riquísimo. Poseía rebaños de ovejas y vacas y numerosa servidumbre. Los filisteos comenzaron a tenerle envidia, por lo que cegaron y llenaron de tierra los pozos…”
Otro extraño mensaje de esos me llega cuando leo este párrafo y, sin quererlo, establezco una sospechosa relación entre la bendición de Dios y la facilidad para hacer fortuna. Dios te bendice, eres agradable a los ojos de Dios y acabas podrido de dinero, tienes generosas cosechas, tus rebaños se multiplican milagrosamente, te enriqueces más y más y tu Señor, en su inmensa bondad, te mima. Y parece ser que el Señor Dios solo mima a algunos, a pesar de ser todo poderoso, no tiene tiempo para todos, o tal vez estos otros no son lo bastante buenos para enriquecerse y tener rebaños y generosas cosechas. Es posible que no se pueda ser patriarca si no se está lo suficientemente enriquecido, o viceversa. Yo el mensaje no acabo de entenderlo, o lo entiendo y no me gustan un pelo estas bendiciones del Señor Dios. En circunstancias tan favorables me parece a mí bien fácil seguir a tu Dios, o ir delante, como prefieras. Mientras, otros pueblos de la tierra nadan en la miseria con la firme creencia de que el Señor vela por ellos.
Yo estoy bautizado. Hice la primera comunión en tiempo y forma adecuados. He llevado vida más que correcta. Nunca me he quedado con nada que no fuese mío. He practicado, de pequeño, la confesión, el arrepentimiento, la penitencia, la limosna y la castidad. No he insultado, agredido o vejado a ninguna otra de las criaturas que conmigo comparten el planeta. Me considero persona justa e íntegra entre tanta carnavalada como veo. Algo ignorante, eso sí. Pues aún así no he tenido suerte. Mis rebaños no crecen enormemente. Cosechas, no hay cosechas. Servidumbre, no tengo. Las riquezas, me rehúyen. Y por más que escucho no te oigo, Señor Dios, nada, que no oigo voces. ¿Qué pasa?
No es de extrañar que ahora, en este tiempo que nos ha tocado vivir, todo individuo persiga ser el patriarca de su propio reino, es decir, enriquecerse y poseer todos aquellos bienes que ansía, cual burro detrás de su zanahoria. Es hoy regla y costumbre que se juzgue al burro por las zanahorias que ha conseguido, que se rinda pleitesía, con admiración de oveja, al que teniendo este libro por almohada, y el dinero por castigo, vive el cielo en esta vida. Otros, teniendo el infierno en esta, se consuelan con el cielo de la otra. Todos sabemos que a los pobres, bienaventurados ellos, el cielo los espera con las puertas abiertas. Un cielo precioso, llenito de agujas para pasar camellos por sus ojos.
Yo, el enriquecimiento desmesurado, desde la más tierna infancia lo había entendido como algo bien cercano a Satanás y cosa poco agradable a los ojos del Señor Dios. Supongo que una vez más, y ya estoy acostumbrado, no entendí las enseñanzas, no capté el mensaje, no presté atención.
Tanta riqueza y bendición de Dios levantó envidias entre los filisteos y la situación degeneró en la guerra de los pozos, Isaac abre un pozo y los filisteos se lo tapan y así una y otra vez hasta que Abimelec, el pobre Abimelec, que no sé cómo llegó a viejo, viendo su patria convertida en un queso y convencido de que el Señor Dios protegía a Isaac, selló un pacto con el bendito del Señor.
También se nos informa de que Esaú a la edad de cuarenta años se casó con Judit y con Basmat, dos mujeres hititas que amargaron la vida a Rebeca y a su marido Isaac. El por qué no se relata en la edición que yo manejo, pero no hace falta, porque son mujeres, y en este libro ya se sabe como las mujeres complican y desbaratan planes y situaciones. Además son mujeres hititas, que ya es una doble y penosa condición. Si no tenían cuernos no andaría la cosa muy lejos.
BENDICIÓN DE ISAAC A JACOB.”Isaac era ya viejo y se había quedado ciego…” Rebeca dice a su hijo preferido, Jacob:”…Acabo de oír a tu padre decir a tu hermano Esaú: Tráeme caza y prepárame un guisado para que coma y te bendiga delante del Señor antes de morir. Hijo mío escúchame y haz lo que te mando. Vete al rebaño y tráeme dos cabritos. Yo prepararé a tu padre un guisado como a él le gusta, y tú se lo llevarás a tu padre para que lo coma y después te bendiga antes de morir. Jacob respondió a su madre Rebeca: Tu sabes que mi hermano Esaú es hombre velludo y yo lampiño; si mi padre me palpa, se dará cuenta de que le estoy engañando, y yo atraería sobre mí una maldición en lugar de la bendición. Su madre le respondió: Tu maldición, hijo mío, caiga sobre mí. Tú obedéceme; ve y tráeme los cabritos. Él fue a buscar los cabritos y se los trajo a su madre, que preparó el guiso como a su padre le gustaba. Tomo después Rebeca vestidos de Esaú, su hijo mayor, los más bonitos que tenía en casa, y se los puso a Jacob, su hijo menor. Con las pieles de los cabritos cubrió sus manos y la parte lisa de su cuello, y puso en las manos de Jacob el guiso que ella había preparado y el pan.”
Francamente, no me esperaba yo esto de Rebeca, maquinando en la sombra el destino de su hijo favorito, Jacob, en perjuicio de su otro hijo, Esaú. El engaño, la mentira vil, la forma y manera de conseguir la bendición que no te corresponde. Y Jacob, todo un personaje bíblico, disfrazado como un vulgar carnavalero para engañar a su padre viejo y ciego. Qué vergüenza tratar así al pobre Isaac cuando ya tiene un pie en el cementerio y el otro por el camino, que ya ni distingue la caza del cabrito, ni a los hijos que tiene.

“Jacob se acercó a su padre y le dijo: ¡Padre! Aquí estoy, respondió él. ¿Quién eres hijo mío? Y Jacob dijo a su padre: Soy Esaú, tu primogénito.”
Parece ser que el pobre Isaac no sabía que Esaú había perdido la primogenitura con el asunto de las lentejas.
“He hecho lo que me mandaste; levántate y come la caza, para que después me bendigas. Isaac dijo a su hijo: ¿Cómo la has encontrado tan pronto, hijo mío? Él respondió: Porque el Señor, tu Dios, me la ha puesto en las manos. Isaac dijo a Jacob: Acércate, hijo mío, para que yo te palpe, a ver si eres mi hijo Esaú o no. Jacob se acercó a su padre Isaac, el cual, después de haberle palpado, dijo: La voz es la voz de Jacob, pero las manos son las manos de Esaú. Y no le reconoció porque las manos eran velludas como las de su hermano Esaú, y se dispuso a bendecirle. Pero todavía insistió: ¿Eres tú de verdad mi hijo Esaú? Y respondió: Si, yo soy. Entonces le dijo: Acércame la caza para que coma y después te bendiga. Jacob se la acercó y comió; también le trajo vino y bebió. Después Isaac, su padre, le dijo: Ahora acércate y bésame, hijo mío. Él se acerco y lo besó. Y cuando Isaac sintió la fragancia de sus vestidos le dijo así: Oh, el olor de mi hijo es como el olor de un campo fértil que el Señor ha bendecido…””… Tan pronto como Isaac acabó de bendecir a Jacob y este salió de su presencia, volvió de la caza su hermano Esaú. Preparó también él un guisado, se lo llevó a su padre y le dijo: Levántese mi padre y coma de la caza de su hijo para que me bendiga. Isaac le dijo: ¿Quién eres tú? Él respondió: Yo soy Esaú, tu hijo primogénito. Isaac sintió un fuerte estremecimiento y dijo: ¿Pues quién ha sido el que me ha traído la caza? Yo he comido de ella antes de que tú vinieras, y lo he bendecido, y ¡Bendito será!
Yo no creo que sea cosa conveniente esperar a estar tan viejo para dar las bendiciones. Te despistas un poco y le largas la bendición al mastín del rebaño y a ver después quien se la quita. Según esto, la cosa está clara. Si engañas a tu padre, te disfrazas como un carnavalero, imitas la voz de tu hermano y sibilinamente robas para ti la bendición que no te corresponde, es fácil que el Señor Dios te colme de lo que sea. Ahora, si ves la desnudez de tu padre recién amanecido y se lo cuentas a alguien, te cae una maldición que perdurará de generación en generación hasta el final de los días. Si de repente oyes un portazo y se te ocurre mirar atrás, a ver qué ha sido eso. ¡ZAS! Convertido en azucarillo para siempre. Efectivamente la cosa está clara.
Cuando Esaú oyó las palabras de su padre gritó con gran fuerza su amargura, y dijo a su padre: Bendíceme también a mí, padre mío. Pero este respondió: Tu hermano ha venido con engaño y se ha llevado tu bendición…””Desde entonces Esaú aborreció a Jacob por la bendición con que su padre le había bendecido, y se dijo: Están próximos los días en que se hará el duelo por mi padre; entonces mataré a mi hermano Jacob.”
Esto se lo hacen a Esaú. A Caín esto no se lo hacen, porque coge una quijada, de lo que sea, y homicidio que te casco.
Y el Señor Dios que ni se inmuta. Bien clarito queda aquí que tiene el Señor Dios raseros distintos para medir bellaquerías y maldades según quien las comete. Por eso yo no sé a qué atenerme con él. Puede condenarte a ti y a toda tu descendencia a la esclavitud por un simple chivatazo, convertirte en estatua de sal por una simple miradita, o puede enriquecerte inmensamente por ser un tramoyista enreda bailes.
No es de extrañar que el infeliz Esaú prometiera liquidar a su “particular” hermano. Eso sí, cuando su padre haya muerto, todo un detalle.
Este libro, ser es muy serio, pero cuenta unas escenas que parece un guión de comediantes.
Leyendo estas encerronas, y otras que aquí se han relatado, casi parece una broma aquel engaño que sufrieron nuestros primeros padres, obra de la serpiente, el más astuto de los animales del campo que el Señor Dios había creado, y que le costó a ella una dieta de polvo a perpetuidad y a nosotros el paraíso. Es de suponer que por ser pecado original y primero, el Señor Dios, a modo de ejemplo, lo castigó tan duramente. Después, como se está comprobando, puso el listón mucho más bajo. Al menos para sus elegidos.
ISAAC DESPIDE A JACOB.
Jacob, con su flamante bendición y su amenaza de muerte, aconsejado por su mamá, lió el petate y puso tierra de por medio. Cuando se despidió de su padre recibió una única orden:”No te cases con una cananea. Anda vete a Padán Arán a casa de Betuel, padre de tu madre, y cásate con una de las hijas de Labán, hermano de tu madre.”
Jacob, búscate una prima. Porque no hay cosa mejor que casarse entre familia, y preparar un batiburrillo, de tíos, primos, consuegros y genes, que garantice la subnormalidad de la descendencia. Como así ha sido.
NUEVO MATRIMONIO DE ESAÚ.
Esaú, que oyó este consejo, se procuró una cananea para casarse por tercera vez. Y menos mal, porque si no, no quiero imaginar a qué grado de degeneración habría llegado la especie. A mí me cae bien este Esaú.
LA ESCALERA.”Jacob salió de Berseba con dirección a Jarán. Llegó a cierto lugar y se dispuso a pasar allí la noche, porque el sol ya se había puesto. Tomó una piedra, la puso por cabecera y se acostó. Tuvo un sueño. Veía una escalera que, apoyándose en la tierra, tocaba con su cima el cielo, y por la que subían y bajaban los ángeles del Señor…”
Jacob sueña con la famosa escalera y no es de extrañar que tuviese sueños tan raros usando una piedra por almohada. Es posible que fuera escalera y puerta de entrada en la casa de Dios. Yo comprendo que el paso del tiempo y la bellaquería, que iba en aumento entre los hombres, convencieran al Señor Dios para retirar la escalera y cerrar la puerta, de manera que ni en sueños se pudiera dar con ella. Aquí, en este mismo lugar, hizo Jacob una promesa. Fue la siguiente:”Si Dios está conmigo, me protege en este viaje que estoy haciendo y me da pan para comer, vestidos para cubrirme y puedo volver sano y salvo a la casa de mi padre, entonces el Señor será mi Dios.”
Bueno, no está mal, yo también saldría de viaje así.
JACOB ENTRA EN CASA DE LABÁN.”…Cuando Labán oyó que había llegado su sobrino Jacob, corrió a su encuentro, lo abrazó, lo besó y lo llevó a su casa. Jacob contó a Labán todo lo sucedido. Labán le dijo: ¡En verdad, tú eres hueso mío y carne mía! Y Jacob se quedó con él. Pasado un mes, Labán le dijo a Jacob: ¿Por ser sobrino mío, me vas a servir de balde? Dime cuál ha de ser tu salario. Labán tenía dos hijas. La mayor se llamaba Lía y la menor Raquel. Lía tenía los ojos tiernos, mientras que Raquel era guapa y de lindo semblante. Jacob amaba a Raquel, y dijo: Te serviré siete años a cambio de Raquel, tu hija menor. Y Jacob sirvió siete años por Raquel, que le parecieron unos días; tan grande era el amor que le tenía. Después dijo a Labán: Dame mi mujer, porque mi tiempo se ha cumplido, para que viva con ella… Labán invitó a todas las gentes del lugar y dio un gran banquete. Por la noche tomó a su hija Lía y se la trajo a Jacob, que se unió a ella. A la mañana siguiente Jacob se dio cuenta de que era Lía, y dijo a Labán: ¿Qué es lo que me has hecho? ¿No te he servido yo por Raquel? ¿Por qué me has engañado? Y Labán respondió: En nuestra tierra no es costumbre dar la menor antes que la mayor.”
Ya podía haberlo dicho, Labán, siete años antes. Menudo cuajo que tiene este hombre. Parece ser que Jacob, a pesar de ser aún joven, ya padecía algo de la ceguera que aquejó a su padre cuando era viejo, y Labán le coloca a su hija mayor, no vaya a quedar para vestir santos, cosa que en este libro tendría mucho futuro por cierto, en lugar de la pequeña Raquel, la que le gustaba al despistado de Jacob. Él, que tan buena maña se daba en esto de los engaños.
En aquellos tiempos antiguos la vida no permitía confianzas ni despistes a la hora de meterte en la cama, lugar por el que los primeros pueblos sentían especial predilección a la hora de dar gato por liebre. Así venimos observándolo a lo largo de nuestra lectura. También se puede apreciar que, tal vez por ser los primeros tiempos, al hombre, cuando se metía en la cama, o le faltaban sentidos, o le fallaban los que hoy tenemos. Yo otra explicación no encuentro.
Y así se ganó Jacob catorce años al servicio de su tío Labán, que yo prefiero a Caín antes que tener un tío como este, a cambio de sus dos hijas. Precio a todas luces desorbitado a juzgar por el valor que en este libro se les da a las hembras, aún siendo vírgenes, y dando por sentado que no son cananeas. Las cananeas, lo hemos podido apreciar con Esaú, se entregan en matrimonio sin tanto cambio, ni trato, ni gaitas.
HIJOS DE JACOB.”El Señor vio que Lía era despreciada y la hizo fecunda, mientras que Raquel era estéril.”
¡Qué fatalidad! Quién lo iba a decir, Raquel estéril y Lía fecunda como una coneja. Algo impensable a estas alturas de relato. Es el caso que Lía, la del cambiazo, le dio a Jacob cuatro hijos. Ante semejante panorama, Raquel, que era estéril, no se le ocurrió otra cosa que meterle a su marido Jacob una batería de esclavas en su cama, y este, como buen marido, se llegó a ellas y las preñó a todas en repetidas ocasiones. Lía, que por razones desconocidas después del cuarto hijo se había quedado estéril, hizo lo mismo que su hermana y aquí tenemos a Jacob llegándose a una esclava detrás de otra. Estos patriarcas de la antigüedad, escoger mujer no fue oficio que dominaran, y así el Señor Dios se veía constantemente enmendando con sus milagros el desatino de sus elegidos. Y lo que no arreglaba él lo arreglaban las mujeres echando mano de sus esclavas, cediéndoles gustosamente su lugar en el lecho y consiguiendo de esta manera dar hijos al matrimonio. El hombre mientras tanto de mujer en mujer, como semental obediente a la frase de “llégate a ella”. Un novelón de primera. Y Jacob, llegándose a esposas y esclavas sin descanso, con once hijos y una hija. No sé yo si no correrán peligro las cabras. Ya lo dice la canción:”No hay que llegar primero, hay que saber llegar.”
Bien claro queda aquí que si la especie humana ha salido adelante ha sido gracias a las esclavas, que todavía no sabemos de ninguna que fuera estéril, no señor.
ENRIQUECIMIENTO DE JACOB.
Ya estaba tardando en enriquecerse este Jacob, si bien es cierto que catorce años le han costado las dos mujeres que tiene. Lo que se cuenta aquí no ha de extrañar a nadie, sabiendo como sabemos quien era el padre y quien el abuelo del bueno de Jacob. Digno sucesor y heredero de tales personajes y, en lo que a tretas y engaños se refiere, muy por encima de ellos en originalidad, innovación y estrategia. Lean, lean.
“Pero ¿Cuándo podré hacer yo también algo por mi casa? Labán respondió: ¿Qué he de darte? Y Jacob le dijo: No tendrás que darme nada. Si haces lo que voy a proponerte, volveré a apacentar tus ovejas. Yo pasaré hoy en medio de tus rebaños y pondré aparte todas las ovejas negras y todas las cabras manchadas. Esas reses serán mi salario. Mi honradez testimoniará por mí después; cuando vengas a verificar mi salario, toda res que no sea manchada entre las cabras y negra entre las ovejas, que sea un robo por mi parte…” “… Jacob siguió apacentando el resto de los rebaños de Labán. Buscó varas verdes de álamo, almendro y plátano, las descortezó e hizo en ellas franjas blancas, dejando así al descubierto lo blanco de las varas. Colocó las varas, así descortezadas, unas frente a otras en las pilas y abrevaderos adonde iban a beber los ganados, los cuales se encelaban al ir a beber. Y así, apareándose delante de las varas, engendraban y parían crías rayadas o manchadas.””… de este modo se enriqueció enormemente y tuvo numerosos rebaños, esclavos y esclavas, camellos y asnos.”
Colocar las mágicas varitas y lo que con ellas consiguió no es idea que se le ocurra a cualquiera. He de reconocer que el amigo Labán, que esclavizó a Jacob catorce años a cambio de sus dos hijas mediante sucia permuta, no se merecía otra cosa. Poco sabía él que se enfrentaba a Jacob, maestro y virtuoso de la genética y el engaño donde los haya. Ovejas y cabras llenitas de rayas y sin mediar el Señor Dios, él solito, por propia iniciativa. Un genio este Jacob. Leyendo lo que aquí se nos cuenta, buen cuidado en adelante con la decoración de la estancia en la que el lecho conyugal tiene aposento, mucha atención y buen tino a la hora de escoger el cuadro, alfombra o tapiz que adorne nuestra cabecera. ¿Qué aspecto podrían tener los hijos de la pareja que ingenuamente copule ante la abstracta presencia de un lienzo postmoderno? De esos que ni postura tienen.
OTRA VEZ SOÑANDO
En los campos que veo en mi sueño brilla un cálido y luminoso sol. Adán el gorrino camina directo hacia la sombra de una enorme encina. Se ha deshecho de la botas, las ha unido con una cuerda y las lleva colgadas en su hombro. Bajo la encina está Esaú descansando en las horas de más calor, dormitando plácidamente. Adán se acomoda a su lado, en la fresca sombra del árbol, y no dice nada. Se pasan así un buen rato, hasta que Adán se queda dormido y los ronquidos del gorrino despiertan a Esaú.
-¿Pero qué coño es esto? Exclama Esaú entre aturdido y asustado al ver aquello que ronca a su vera.
Adán levanta sus gafas lentamente y casi sin abrir los ojos contesta
-Bueno, bueno. No te alteres, Esaú. Yo soy Adán.
Esaú mira al gorrino, las gafas de sol que lleva, las botas de goma que tiene por almohada y solo sale un gruñido de interrogación de su garganta.
Adán le comenta
-Vaya sombra macanuda que te has buscado amigo Esaú. Aquí es donde mejor se está mientras Lorenzo siga atizando.
-¿De dónde sales? ¿Me conoces? Le pregunta Esaú.
-Claro. Contesta Adán. – Eres Esaú. Yo conozco casi todo por estos andurriales. De hecho, en tu última boda, aunque tú no me viste, estuve merodeando por allí y tomándome algún refrigerio. Tenía ganas de conocerte. Esas bodas tuyas, con mujeres que no gustan a tu padre, siempre me han llamado la atención.
-Mi padre ¿qué sabe él? Contestó Esaú. – Si está ya medio ciego y se pasa el día diciendo esas cosas que dice que oye. Dice que oye una voz que cada día le ordena unas cosas. Él y mi hermano andaban todo el día con esas historias. A mí no me interesan. Yo me caso con quien quiero. ¿Qué tal un trago? Tengo un vino aquí bien fresquito a la sombra.
Adán chasqueó la lengua y le pegó un buen trago a la cantimplora de cuero que Esaú le alargó.
-Sí señor, un buen traguito. Dijo Adán.
¿Qué es eso que traes en los ojos? Preguntó Esaú
-Son unas gafas de sol. Las pones y no te molesta ni a estas horas. Me las hizo el tipo ese que le habla a tu padre. Mientras decía esto se las ofrecía a Esaú.
-Ten, pruébalas. Ya verás
Esaú se puso las gafas de sol y se quedó perplejo con ellas.
-¡Coño! Menudo invento. Es como estar a la sombra. Y esas cosas verdes ¿qué son? Preguntó señalando las botas.
-Eso son botas de goma. Dijo Adán.-Me las dio con las gafas. Son estupendas para andar por el campo, entre piedras, maleza y sobre todo cuando hay agua. En los días de calor, como hoy, me las quito porque se te asan los pies. Pruébalas si quieres, verás que cosa más cojonuda de botas.
Esaú se puso las botas y dando grandes zancadas por los alrededores dijo.
-Sí que son cosa interesante, ya lo creo. Tendré que hacerme unas. Aunque no sé de dónde sacaría tu zapatero este cuero tan extraño.
Esaú devolvió a Adán las gafas y las botas y los dos se sentaron con la espalda apoyada en la enorme encina. Hacía calor pero allí, a la sombra del árbol, escuchando el murmullo de la siesta, estaban bien campechanos los dos. Como si fueran viejos conocidos compartiendo el pellejo de vino.
Mientras Esaú echaba otro trago Adán preguntó.
-¿Cómo es eso de que vendiste tu primogenitura a tu hermano Jacob por un plato de lentejas?
-¿Por un plato de lentejas? Dijo Esaú sorprendido. –Yo, a mi hermano Jacob, se la regalé. Se la regalé porque a mí eso me da igual. Se la regalé porque llevaba años dándome la tabarra con ese asunto. Por pesado y cansino. Para que me dejara en paz y se fuera con ese cuento por el mundo adelante. A buscarse una mujer que nos sea Cananea como las mías, una mujer que cumpla eso que mi padre llama los designios del Señor. Allá ellos. A mí me parecen payasadas. Toma un trago, Adán, que eso es lo que llevamos por delante.
-Sí, tomaré otro traguito, que el día lo merece. Contestó Adán. -Además yo sé que lo que la gente dice y cree tiene poco que ver con lo que de verdad pasa. Las habladurías vienen de gente con vida y afanes miserables, así tienen que ocuparse en dar fama a los que la viven a su manera sin preocuparse de otros. Tú, Esaú, eres un tipo peculiar. Yo, que he visto la obra desde el primer día, y hasta lo que ha de ser he visto, podría decir que tienes algo de rock and roll. Sí señor. Tú no lo entiendes, pero es así.
-Tú sí que eres raro. Dijo Esaú. – Nunca vi cosa igual ni oí hablar de nada semejante. Apareces por aquí con esas cosas raras, preguntas por asuntos que nadie conoce y hablas de cosas que nadie entiende. Tú sí que eres raro, Adán.
-Yo solo ando dando vueltas por la obra, echando un vistazo a lo que va pasando y, de vez en cuando, me echo una charlada. No todos me dan conversación, no te creas. Algunos andan demasiado ocupados con sus delirios como para prestarme atención. Dijo Adán mientras cerraba los ojos y se dejaba de nuevo vencer por el sueño.
-Por aquí puedes volver cuando quieras, que un traguito de vino, un tantín de queso y charla, eso lo tienes asegurado. De eso se encarga Esaú.
Allí durmiendo quedaron los dos cuando yo despertaba.