NIEVE.
Aquí, donde yo hago vida, tenemos nieve para aburrir. La limpiamos por la mañana, para poder salir de casa. Por la noche, ya el cielo nos reparte, para el día siguiente, otra generosa ración. Llevamos así ocho días y ya empezamos a sentirnos ridículos con la pala cada mañana. Por la obra ni nos acercamos, suponemos que seguirá allí, donde la dejamos, debajo de la nieve.
Fery anda ocupado con las cosas de su casa y disfrutando del tiempo libre, y frio, que nos toca. De vez en cuando, se acerca a buscarme para ir a tomar un cafetito. Nos vamos hasta el bar del camping, como acostumbramos cuando la obra está en marcha. Es el bar del camping, con todas sus instalaciones para la acampada y el disfrute, pero no hay camping que valga. Es un camping muy especial. Alguna mente lúcida, salida de las urnas, lo colocó al pie de la presa de un pantano, donde la licencia de acampada es inviable, pero a nadie se le ocurrió hasta que ya estaba terminado y funcionando. Solo faltaba, que además de pavonearse, también tuvieran los alcaldes que pensar. Parece una cosa de “telefilm, de memo, americano”, pero es una “realidad, de regidor, española”. Eso sí, aquí, como buenos españoles, se protesta en la cantina airadamente hasta que entra el alcalde y después de que se ha ido, con el vino pagado. Es y será, para siempre, el bar del camping. Por suerte para Fery y para mí, allí está Paqui, con el bar abierto y haciendo cafés. Nosotros vamos y venimos en el coche de Fery, la quita nieves le llama, abriendo camino, porque a Fery le encanta eso de verme a mí paleando nieve y empujando para sacar, “la quita nieves”, de las cunetas donde él la mete. Espero que no dure demasiado este tiempecito.
Doc está a sus anchas por entre la nieve. Va y viene todos los días andando desde su casa a la mía, cinco quilómetros, y se queda tan ancho. Cuando cae la noche se calza sus botas y el chambergo, y lo veo perderse pisando la nieve camino de su casa. Nada de corta vientos, ni pantalones térmicos, nada de calcetines sintéticos de secado rápido, Doc no usa calcetines, nada de botas de trekking, nada de todas esas mercancías que se gastan los entendidos. Yo lo he visto llegar, pisando nieve, con sus playeras tipo John Smith, lo juro. Si le pusiéramos a Doc todo ese material encima, contra su voluntad claro, podría mandarme fotos desde el casquete polar jugando con su cachorro de mastín. A mí se me encoge el corazón mientras él se ríe. Porque a él le gusta andar por la nieve, de noche, nevando, con cinco bajo cero y sin teléfono móvil. Yo siempre lo dije, este tío es indio. Aquí no hay osos polares y de los otros nunca se han visto pero, aunque los hubiera y estuvieran hambrientos, no creo que se comieran a Doc, no podrían entender semejante visión, su presencia en medio de la noche blanca y helada. Menudo susto para el oso. Doc, seguramente, se lo llevaría a su casa, donde van a parar todos los gatos, perros y cualquier animal que no encuentre quien lo quiera en otro sitio. Cosas de Doc.
Yo voy a seguir aquí, calentito, escribiendo tonterías.
¿Dónde se te ha ocurrido ir a vivir? En los telediarios ya se ha acabado la ola de frio y nieve-nieve sólo queda en Pirineos, Navacerrada y Sierra Nevada (haciendo honor a su nombre)
Vas a tener razón, lo explicabas perfectamente, si la tele no habla de nieve es como si esta se hubiera fundido en los cuatro puntos cardinales, luego a ver dónde vas a ir a pedir que te limpien la calle que va a tu casa para que seas capaz de entrar o salir, si es que no te creen.
Hace falta ser un poco Doc para perderle el respeto y disfrutar de ella a las 10 de la noche, con unas John Smith y durante 5 Km, por mucho cachorro de mastín que uno lleve al lado.
Hasta pronto