LA TELE-1
GENTE GUAPA
Tal y como dije aquí, en la libreta eléctrica, he pasado tres días enteritos sin aparecer por la obra, mirando la tele. Me escuecen los ojos de la cantidad de tele que he visto, porque yo para esto no estaba entrenado. También me duelen los oídos de la cantidad de bobadas que he escuchado, porque te las sueltan sin avisar ni nada. No es esto lo peor, con algo de tiempo se pasará. Lo que no se pasará es el daño cerebral, esto ya queda de por vida. Me ha dicho Doc que el daño es irreversible y que ya se me nota al hablar. No sé si se me notará también al escribir. Fery dice que estas cosas tan raras, los albañiles no las hacen, solo las hago yo. – Tú no estás bien del tanque.- Dice él.
No sé si antes estaba bien del tanque pero, si lo estoy ahora, después de esta experiencia con la tele, es para creer en Dios.
Alguno, o alguna, puede creerse que, cada día, después de acudir al trabajo, chupar atascos, cumplir sus obligaciones, buscar aparcamiento, tomarse un cafetito, hablar con compañeros y amigos, recoger los análisis del bulto ese, aguantar al jefe, pasar por el banco, pagar una multa, charlar con su esposa, recoger a los niños, cambiar el aceite al coche, hacer unas compritas, preparar la cena, evitar tiranteces con la suegra, acostar a los pequeños, sacar al perro y tirar la basura, al llegar a la cama casi extenuado, después de tomarse las pastillas para no roncar, puede creer que sabe algo de la vida. Puede pensar que gracias a su esfuerzo y el de su santa esposa, están consiguiendo sacar adelante un proyecto de vida y familia, que casi están triunfando en este mundo cabrón.
Alguno, o alguna, puede creerse que cada día, después de dejar los niños en la escuela, fregar portales y escaleras, pasar por el despacho del abogado a ver qué pasa con la manutención de las crianzas que no llega, pagar la renta al casero, buscar un piso de renta más baja, comprar un bono bus, recoger el pan, comer a la que te jodió, teñirse el pelo, salir pitando a limpiar oficinas, pasar por el zapatero, recoger a los niños, hablar con la maestra, pagar el comedor, hacer croquetas, bañar a la pequeña, hacer que se coman las croquetas, acostar a los peques, darse una ducha, llorar un rato y tirar la basura, al llegar a la cama casi extenuada, después de lavarse la cara, aplicarse un tónico facial y una crema hidratante, puede creer que sabe algo de la vida. Puede pensar que gracias a su esfuerzo y sacrificio está consiguiendo sacar adelante esos maravillosos niños que le ha regalado esta puta vida.
Pues no. No tienen ni idea. Hay otra vida. Y mucho mejor que esta. Lo que pasa es que no ven la tele.
En la tele pueden verse, a todas horas, señores y señoras, todos impecables, “gente guapa”, diciendo lo que es la vida y lo que no es, y cómo enfrentarse con ella y con sus circunstancias, y cómo vencer las adversidades, y cómo ser más listo, y más guapo, y más alto, y más joven, y más rico.
Yo creo que éstos, la “gente guapa” de la tele, viven en otra realidad paralela. Lo mismo da que presenten un telediario, o un concurso de pedos. Se les llena la boca con consejos y sentencias gratuitas que demuestran lo muy burros que somos la “gente fea”. Hablan de todo, saben de todo, juzgan de todo. No importa si son cantantes, banqueros, o patanes que se pasan la vida dándole patadas a una pelota. Son modelos a seguir, porque han triunfado, no importa de qué modo, y se han llenado los bolsillos de plata.
Así puedes ver cómo, unos cuantos millonarios podridos, te aconsejan seas solidario y compartas ese miserable sueldo tuyo con los más desafortunados. Lo dicen y se quedan tan frescos, y allí, en la tele, no hay nadie que piense y viva como yo. Todos son gente maravillosa, sonriente y educadísima. Porque ahora, según esta “gente guapa”, las buenas maneras y la educación es quedarse tranquilo y manso, sonriendo, sin que se te mueva un pelo, guapo y correcto aunque estés oyendo degollar niños en el cuarto de al lado. Por eso nadie les dice que se dejen de sacar pecho como los pavos y se metan los consejos donde se meten la plata, y que cuando vivan en un piso como el mío y hayan donado todo eso que yo no tengo, entonces que vengan y hablamos de solidaridad.
Que a mí no me llega para comprar zapatos, cada dos meses, al pequeñín, para llenar la calefacción de gasoil con este invierno tan crudo, para pagar a plazos al dentista por la dentadura que rompí comiendo turrón barato, para el peaje europeo que me cobran por circular por autopistas africanas “en obras”, para el seguro del coche viejo y destartalado con que voy a trabajar, para los libros de la escuela, la ITV del mismo coche viejo y destartalado, los abrigos de estos niños que crecen como Gúlliver y además pagar la renta, los gastos de comunidad, la recogida de basuras, la factura de la luz, los reyes magos, el bono bus, la seguridad social, los imprevistos y esta puta cuesta de Enero de la que nunca he visto el final. Nadie les dice que a mí no me impresionan porque sepan dar patadas a la pelota, o rascar las cuerdas de una guitarra, tengan la cartera llena y todas las quinceañeras/os quieran follárselos/as.
También te cuentan en la tele, de forma muy seria y trascendental, que la mujer ha de ser valorada por sus capacidades, que ya está bien de machismo, de publicidad sexista, que se ha de desterrar de una vez, y para siempre, esa idea de objeto sexual con que se ha mirado a las féminas. Y yo no sé por qué te dicen esto rodeados de azafatas que pululan en bragas por el plató, sonriendo picaronas al presentador de turno. Es la imagen que más he visto, en estos tres días, sonriéndome desde la pantalla, alguna guapa mocetona recomendándome, lo que sea, en bragas, ligerita de ropa, mostrando intencionadamente cuán generosa ha sido la naturaleza, o algún cirujano, con sus glándulas mamarias. Dicen también que las mujeres, hoy día, son magníficas profesionales, inteligentes, serias, responsables y eficientes pero, en la tele, no parecen tener mucho éxito si no tienen tetas como melones, cuerpo escultural y esa sonrisa de mema permanente. Si la mujer es cantante, vende más y canta mucho mejor si sale en bragas y su danza se asemeja lo más posible a los movimientos y gestos propios de la cópula. Todo en la tele parece ser más didáctico y provechoso si anda alguien en bragas y sujetador por allí cerca. Aquí en la obra nunca nos hemos tenido por puritanos, ni mucho menos, pero yo, desde pequeño he tenido por cosa de marranas andar enseñando las bragas sin venir a cuento. Cuando la cosa viene a cuento, pues si es sin bragas, mejor. Cada cosa en su sitio, majos.
Además, en esa otra realidad paralela en la que retoza esta “gente guapa”, he llegado a la conclusión de que no existen enanas, ni feas, ni bizcas, ni gordas, ni mancas. Éstas parece ser que no llegan al nivel de profesionalidad, inteligencia, seriedad, responsabilidad, eficacia y todas esas cosas con las que se le llena la boca a tanto profesional de la comunicación. Eso sí, unos tiernos consejos publicitarios que dicen y aconsejan todo lo contrario. Apoyo y comprensión para los disminuidos, campaña por la igualdad y la no discriminación de estas personas. Pero en la tele, malformación física, ni rastro. Malformaciones mentales, a paladas que diríamos en la obra.
El empacho de televisión ha sido tan gordo, que estoy pensando en contratar alguna azafata de esas súper preparada, inteligentísima y muy profesional, con dos enormes tetas para que, en bragas, nos eche el cemento en la hormigonera mientras nos sonríe picarona. Luego, a la hora del bocadillo, podríamos jugar un rato a las prendas. Tendríamos que sufrir acusaciones y denuncias por verracos y lascivos, porque estamos en una obra, no en la tele. No somos “gente guapa”.
Si mañana tengo tiempo, y se me quita este dolor de cabeza que tengo desde lo del maratón televisivo, seguiré contando, majos. Ahora me voy a ver a Doc, a ver si él puede darme alguna hierba o pócima india que me recomponga algo el cerebro.