Como submarinista de la armada francesa realizo mi primera inmersión a las quince horas, cuarenta y siete minutos. Vuelvo a la superficie treinta y ocho segundos más tarde. Efectivamente el agua huele a caquitas, hay gasoil flotando y caquitas en suspensión y algo, no sé el qué, está enredado en la hélice. Soy buzo de la armada francesa pero no me han dado el uniforme, no tengo gafas. Mi único equipo es el bañador que me compré allá en mi España querida y que, después de sumergirlo en estas aguas, pienso tirar a la basura.
Segunda inmersión. No sé cuánto tiempo estuve sumergido, a mí me pareció mucho. Aquí abajo el bucle es mucho más patente. ¿Qué demonios hago yo sumergido debajo de este cascarón, entre caquitas, a dos mil quilómetros de mi casa? ¿Cómo he llegado aquí? ¿Qué es eso que está enredado en la hélice? Seguramente una serpiente venenosa, todavía viva, con la que este ridículo destino se divierte enfrentándome. Sea lo que sea tendré que hacerlo, porque si no mi reina se va a quedar sin vacaciones. Si fuera por mí, ahora mismo rociaba este maldito cascarón con gasolina y le pegaba fuego. Estoy pensando que no haría falta la gasolina, con el Tres en uno que echó Popeye hay bastante. Debe de ser la falta de oxígeno lo que me hace ver el bucle tan claramente. Vuelvo a la superficie con algo que he desenredado de la hélice, no sé lo que es ni quiero saberlo. Arriba, en el muelle, todos están esperándome. Parece ser que he tardado mucho en salir. Blanca lo está grabando con su cámara, Txugui, como mi segundo y fiel contramaestre, se ofrece para relevarme y Elvira no se cree nada de lo que está viendo. Son hierbas, lo que traigo en la mano son hierbas, una especie de zarza, junco, alga. Popeye dice que sí, que puede ser la causa de la avería. Mi tripulación y yo pensamos que es ridículo que la hélice de un barco se inmovilice por culpa de un puñado de tiernas algas de río.
Tercera inmersión. Me vuelvo al bucle, porque hay más zarza que desenredar. Esta vez he tragado algo de agua al sumergirme, así que, cuando acabe mi misión, tal vez me tengan que llevar al hospital más cercano para hacerme un lavado de estómago, porque este agua tiene que ser venenosa, tiene que provocar horribles mutaciones en el metabolismo. Ya entiendo por qué mi contramaestre no ha pescado ni un pez, aquí no creo que haya peces. La hélice queda por fin liberada, limpia, ligera, dispuesta para la navegación, y yo vuelvo a la superficie con otra ración de hierbajos. Popeye repite que sí, que estas simples hierbas pueden inmovilizar el potente motor Volvo del barco. A Txugui, esto que dice Popeye, le da risa, Blanca está pensando en atizarle a Popeye con el bichero, Elvira está pensando en sujetar a Popeye para que Blanca pueda darle a placer, y yo solo quiero ducharme, por el amor de Dios.
Popeye arranca y prueba. Nada, que no funciona. Yo sigo insistiendo en que la causa de la avería está en la transmisión. Mi contramaestre está de acuerdo, Elvira y Blanca, que siempre han sido propensas al amotinamiento, también apoyan mi opinión. Popeye, que no ha estado sumergido en este caldo con tropezones, sigue pensando que es la hélice. Dice Popeye que se va en busca de un técnico de la casa Volvo. Que volverá con él en no más de una hora.
Como la situación ha sido desagradable y estrambótica para todos, mi contramaestre decide preparar unos gin-tonic a modo de compensación. Blanca y Elvira se abren una botellita de Caney. Mientras Txugui y Blanca preparan las bebidas, yo me ducho y Elvira recorre el barco arriba y abajo, a grandes zancadas, intentando asimilar la situación y cómo salir de ella sin recurrir al homicidio. A estas alturas del episodio, entre gin-tonic y Caney, hago saber a la tripulación mi opinión y sospechas sobre lo que nos está pasando. Les hablo del bucle y les aconsejo que preparen su equipaje, porque la aventura como navegantes creo que se ha ido al traste. Ellos me miran y no me lo dicen, pero yo sé que están pensando que el gin-tonic, y la reciente inmersión me han ablandado el cerebro.
A las dieciséis horas y treinta minutos nos comemos los macarrones con pollo. Terminada la comida reflexionamos en cubierta sobre la situación. La tripulación mantiene la esperanza, así es que mi contramaestre prepara otro par de gin-tonic y saca las cañas. Blanca se va al camarote de proa, el Caney le ha dado unas ganas terribles de dormir la siesta. Elvira está en la cubierta de proa, el Caney le ha dado ganas de pensar. Yo sigo pensando que es la transmisión, que se acabó el billete y que el bucle es insalvable. Mi contramaestre me da un mini cursillo de pesca. Me muestra la forma y manera de pasear río arriba y río abajo una cucharilla, mosca o lombriz sin pescar un solo pez. Yo practico el lanzamiento, enredo la tanza bien enredada, y nos pasamos media hora desenredando tanzas con una cervecita.
A las dieciocho horas Popeye regresa. Baja por la rampa que conduce al muelle. Le acompaña una especie de no se sabe muy bien qué. Lo que sea que lo acompaña viene metido en un traje de neopreno y por sus formas redondeadas y prominentes parece cualquier cosa menos un buzo. Tal vez sea una morsa amaestrada. Popeye trae cara de haber resuelto los problemas. Toda la tripulación, y yo incluido, nos apostamos en la barandilla de popa. Esto no podemos perdérnoslo. El buzo, la morsa, o lo que sea, se mete en el agua. Blanca dice que no es una morsa porque habla francés. Intenta acomodarse las gafas de buceo y casi rompe las suyas, las de leer, porque no se las había quitado. Hasta Popeye se ríe.
Primera inmersión. Inmersión fallida. El buzo se lanza con decisión, pero el culo no se sumerge y así resulta imposible acercarse a la hélice. Risas contenidas en popa. De nuevo el buzo aspira con potencia para llenar sus pulmones de aire. Con el aire entra alguna gotita del agua que resbala por su cara. El buzo se añusga. Se nos ahoga el buzo entre horribles toses. Este va a ser el primer buzo que se ahoga con el agua por la cintura, aunque yo creo que a eso no se le puede llamar cintura. A ver cómo se lo explican a su madre.
Tercer intento. El culo sigue flotando, la hélice queda lejos. Sale el buzo a la superficie y se da un buen cabezazo contra la escalerilla del barco. Mi contramaestre susurra: -Esto, si no se ve, no se cree.
El buzo y Popeye hablan un buen rato en su francés natal. Conclusión, no es de la hélice. Habrá que mirar en el motor, que por suerte no está sumergido.
Popeye arranca el motor mientras el técnico-buzo hurga en sus tripas, las del motor. Adelante, atrás, atrás, adelante, embraga, desembraga, otra vez, ahora más despacio, prueba otra vez, adelante, atrás, para la máquina. Popeye se reúne con el técnico-buzo, conversan un buen rato. Ahora sí. Ahora por fin han encontrado la avería, está bien clara. Un par de pruebas más y ya es certeza. Otra prueba para que nosotros todos podamos ver y comprobar que efectivamente han dado con la avería. Sí señor. Ahora por fin estamos todos de acuerdo. Lo que se ha averiado es LA PUTA TRANSMISIÓN. Mi reina se me acerca con ademanes cariñosos, quiere distraerme un poquito para poder atarme con una cuerda que trae oculta, para que yo no mate a Popeye y a su morsa amaestrada.
Submarinista de la armada francesa y técnico SUPERIOR de la armada francesa…
Si las próximas vacacionea no volveis a repetir este viaje ten por seguro que tus lectores te lo vamos a pagar, estos ratos no tienen precio.
Tal cual lo que pasó; Un submarinista que no se pone plomos en la cintura (y él hubiera necesitado muchos para bajar ese cuerpo a metro y medio por debajo del agua) no nos iba a arreglar el barco, había pocas esperanzas con él. Y para colmo casi rompe la cabeza en varias ocasiones contra el peldaño de madera del barco. A estas alturas la tripulación ya no podía aguantar la risa y tuvo que cambiar de escenario a otro en el que se nos oyera menos
Yo no me hubiera metido en ese agua (según la pintas debe ser peor que la del pantano de antoñan) ni por las mejores vacaciones del mundo! Pero ya sabes, es lo que tiene ser el capitán. Al fin y al cabo te queda la satisfacción de saber que buceas mejor que las morsas francesas jeje.
Ya he enseñado a mi madre a meterse en tu blog, a ver si le enganchan tus historias y tiene un motivo para meterse en internet.
Y con el capítulo V casi me tengo que ir al sofá, majo.