VACACIONES.
Empieza a ser una costumbre, bien lamentable por mi parte, pedir perdón por mantener la libreta eléctrica en silencio. Esta vez han sido tres meses, me lo recuerda Ana, mi más fiel lectora. Como tampoco sé si hay muchas o pocas personas que echen de menos lo que yo apunto en la libreta, pediré un perdón generalizado, como si fuesen miles. Esta vez, como las anteriores, no tengo una disculpa clara y contundente que me exculpe, si acaso las vacaciones que han estado por el medio y el tiempo veraniego que invita a la pereza. Podría decir que tengo otras cosas que hacer, que yo no me gano la vida con esto, pero eso sería una descortesía para los que aquí, en la libreta eléctrica, acostumbran a poner sus ojos. Sería cuestión de escribir ahora un cuento, relato o historia, tan apasionante y divertida, que hiciese olvidar a todos el periodo de silencio, pero mucho me temo que no va a poder ser. Tampoco me pide hoy el cuerpo guerra ni crítica, que ya están las cosas bastante sucias y penosas. Voy a contar entonces las extrañas vacaciones que este verano he sufrido, y se verá en el relato por qué escribo sufrido, y no disfrutado. Tendré que hacerlo por capítulos, que no quiero resultar pesado y presentar ocho folios de una vez después de tanto tiempo sin una letra.
VACACIONES-Capítulo 1
Todo empezó en Mayo, cuando mi reina encontró unas vacaciones diferentes. Nada de viajes de avión (que a mí el avión me resulta insufrible, no porque le tenga yo miedo, no, que va, es que le tengo terror) ni paraísos antípodas. Un sencillo, relajante, romántico y novedoso crucero fluvial. La cosa pintaba divertida, porque el barco se alquila sin capitán, ni piloto, ni grumete. Nosotros mismos gobernaríamos el buque. A tan intrépida empresa nos apuntamos con otra pareja, amigos nuestros, que mostraba tanta osadía o más que la nuestra. Ya sé que parece mentira que, sin experiencia naval alguna, nos dejen a los de tierra adentro navegar libremente por el río a bordo de una embarcación de diez metros de eslora (de eslora quiere decir de largo, es por ir metiéndonos en ambiente). A mí también me lo pareció, pero así era. Llegado agosto, para iniciar el crucero nos dirigimos a Francia, a la región del río Lot. Allí nos dieron las instrucciones pertinentes, pocas. Las indicaciones también pertinentes, también pocas. El mapa del río con la ruta a seguir, la situación de las esclusas que tendríamos que pasar, muchas, y los peligros a evitar, también muchos. Fui nombrado, por unanimidad (aunque yo creo que fue por quitarse los demás el muerto de encima), capitán de la expedición y nos asignaron el buque ansiado. Flor de Planyol era su nombre.
Flor de Planyol es el nombre de un barco. Un día fue un barco flamante y rumboso que surcaba las aguas del río Lot arriba y abajo, incansable y marinero. Una naviera, dedicada al turismo, lo alquilaba para cruceros fluviales, así que durante años soportó capitanes y timoneles de todas las cataduras. Alojó en sus entrañas familias de niños traviesos y desordenados, parejas de enamorados tiernos y cuidadosos, grupos de amigos aspirantes a pirata y un sin fin de seres humanos de buenos y malos modales. Vivió borracheras memorables, peleas, reconciliaciones, pasiones inolvidables, cumpleaños, negociaciones y rupturas. Todo esto y el tiempo, que no conoce la piedad, lo convirtieron en la cafetera flotante que yo conocí aquella mañana de agosto del dos mil once. He de reconocer que toda mi experiencia como navegante, antes de capitanear el Flor de Planyol, se reducía a gobernar, a manotadas, la cámara inflada de un neumático de camión por las tranquilas aguas del pantano de mi pueblo, expuesto al mayor y único peligro de clavarse la válvula en el culo. Aún así, como capitán y antes de seguir, he de dejar mi nombre y persona, y el de mi tripulación, libre de toda culpa en relación a los acontecimientos que en adelante se van a contar.
Diario de a bordo del Flor de Planyol. Nueve de agosto del año dos mil once. En el día de hoy, yo, Chambombo, tomo posesión y mando de esta cafetera que se me entrega, haciéndola pasar por barco, cuando son las dos de la tarde. Forman mi tripulación: como segundo de a bordo el contramaestre Jesús A.B. Alias Txugui. El resto de los ocupantes de este navío, es decir, mi reina, alias Elvira, y la correspondiente por parte del contramaestre, alias Blanca, se niegan a aceptar más autoridad que la suya propia, por lo que los asuntos de marinería y disciplina empiezan a ponerse feos desde ya. De obediencia mejor no hablamos. Como capitán superviso y colaboro en la carga de cerveza, víveres, cerveza, enseres de pesca y ocio y más cerveza. Compruebo que todos los aparejos y maquinaria funcionan a satisfacción, que no entra agua por ningún maldito agujero, y doy las últimas órdenes antes de iniciar la navegación. Aquí da comienzo la travesía.
¡Avante a toda!
– Este cacharro no va. No tira bien.
Fueron mis primeras palabras. Se nos olvidó soltar la amarra de popa, casi nos llevamos el embarcadero al medio del río.
Jamás en su vida el semejante Flor de Planyol hubiese imaginado que tendría un diario de a bordo…has elevado su categoría a la de los grandes barcos.
Lo de no soltar amarras fue solo un despiste, que lo tiene cualquiera, no es que fueseis mal capitán o malos grumetes.
Estoy a la espera de los siguientes capítulos. A ver cómo sigue la película.
Qué a punto has vuelto a escribir en la libreta aunque hayas tardado tanto. Estaba yo teniendo un domingo de esos que caen en picado hacia la tristeza a la puesta del sol y me has hecho reír. Ya me subióo la energía y todo. Me muero de ganas de leer las entregas venideras.
Yo quizás no debería opinar, fui una de las tripulantes-insurrectas del Flor de Panyol, o cafetera a motor.
Pero os digo una cosa, ahora que ya pueden salvarse las distancias, los recuerdos siempre terminan en unas buena ración de risas.
Nuestro comienzo fue “A toda máquina”, efectivamente, pero casi nos llevamos de vacaciones al embarcadero y a todos los que estaban encima de él, no tuvimos en cuenta que el barco tenía diferentes amarres y como lo único que queríamos era navegar y disfrutar, salimos escopetados en busca de nuestro destino, nuestros paisajes y nuestra primera comida en la orilla más idílica que encontráramos, peroooooo, se nos olvidó soltar el barco del todo!! Supongo que esta fue una de las primeras indicaciones que el de la naviera nos dio, aunque no la recordamos.
Pero tú que te creías que porque te nombraran capitán ya era motivo suficiente para obedecerte? Eso sólo era para que te hicieras la ilusión de que te obedecerían y en caso de complicaciones tener a alguien a quien echar la culpa. Seguiré el próximo capítulo.