A mí me parió mi madre en casa, por no haber otro mejor lugar ni más propicio para traer un hijo al mundo y porque no era entonces costumbre ni obligación marchar a parir lejos, entre sabihondos extraños. Mi madre me tuvo y mi abuela me sostuvo, inútil como llegué, que nací sin yo quererlo ni tener voluntad de ello, entre gentes de confianza que de buen grado vinieron a darme recibimiento y a dar descanso a mi madre, que el trabajo y los dolores los traje yo por maleta. Nací en un tiempo pasado que poco o nada tenía en común con el presente. Casi cincuenta años hace ya de tan señalado día, señalado por ser yo quien esto escribe, que no sé si otro nadie por señalado lo tiene, y desde entonces mucho han cambiado las cosas sin que tenga yo nada que ver en ello, ni se me pueda achacar culpa alguna, que bien sabe Dios que lo que es por colaborar en semejante cambio, poco o nada he puesto yo de propia voluntad, que a mí gustábame más el mundo como era que como ahora lo sufro.
Yo, como más atrás se dijo, nací en casa y en ella me crié, que allí hacía vida mi madre y a su vera eché los dientes con los que aún hoy me alimento. A gatas la anduve entera desde una parte a la otra y en ella aprendí a hablar, a comer por cuenta propia, a vestirme sin criada y a ser párvulo cabal que, obedeciendo a su madre y siguiendo sus consejos, pudiera algún día tenerse por educada y buena persona. Otros, por tener peor suerte o madres menos capaces, por bestias pueden tenerse, que en todo se asemejan a las que en la jungla nacieron.
Dicho esto, y puesto en el mundo a la fuerza, hice cuanto pude por ser agradable a los ojos de los que conmigo lo compartían, y en ello perdí mucha parte del tiempo que para vivir tengo asignado. Que son tantos y tan variados los que en esta vida he tropezado, que no hay forma ni manera de satisfacer a unos sin defraudar a los otros. Así, para cuando abandone este proceder, ya tenía consumida buena parte del tiempo que me correspondía sin haber hecho trabajo alguno en lo que a mí me agradaba. Es el caso que, a día de hoy, pienso y creo que venimos al mundo para hacer aquello que sentimos y tenemos dentro, y no lo que por doctrina, costumbre y catequesis nos contagian desde fuera. Yo no sé si existe ese Dios que tanto mientan, yo creo en otro más cercano y natural. Sea cual sea el Dios al que he de rendir cuentas, uno u otro, no me ha de preguntar: ¿Cuántos bienes acumulaste? ¿Cuán rico llegaste a ser? Esa es pregunta de Satanás, si es que existiera.
Yo quiero tener respuesta para otras preguntas, las que creo que se me harán, si es que hay que rendir cuentas, cuando mi vida termine: ¿Qué hiciste con lo que sentías, con el talento que te di? ¿Qué hiciste con tu albedrío? ¿Para qué sirvieron tus manos? Quiero tener respuesta.
¿A qué viene esto? Se pregunta alguno de los que aquí tienen los ojos puestos. -No tengo ni idea. Contesto yo.
Empecé a escribir con la intención de explicar el por qué de escribir, el por qué del dibujo, el por qué de la música. Con la intención de agradecer los comentarios que algunos volcáis en mi libreta eléctrica. Con intención de explicar que, vuestros comentarios, son el único pago que recibo por esta, buena o mala, labor. Quería daros las gracias, pero se me fue de las manos.
Haya salud y suerte.
Dios mio, que gran virtud, la HUMILDAD, y que tiene en tu persona toda la cabida.
Sigue escribiendo,sigue pintando,sigue tocando porque te sale de dentro. Claro que muchas veces,no es lo que esperan de nosotros pero…Y qué!! Es lo que vas a llevar por delante. No creo que haya que rendir cuentas a nadie,sino a nosotros mismos. Haya salud y suerte.
Es lo que te hace feliz? Pues que así sea
Ya sabes que aunque no te comento, te leo. Disfruto mucho viendo en estos escritos al Chambombo que yo conocí hace ya una pila de años…. y que sigas así por mucho tiempo. Es posible que seas la persona más auténtica y buena que yo conozco y te consta que siempre digo lo que pienso.Por lo menos haces lo que quieres y no eres una oveja borrega con la barbilla pegada al pecho. Te quiero mucho.